La ideología transgénero es una fe adoctrinadora y nuestro gobierno está haciendo un proselitismo agresivo en su favor.
Illinois ha decidido deshacerse de las familias de acogida y de los trabajadores sociales que no «faciliten» el transgénero. En California, la Ley de Juventud Saludable 2016ordena que la instrucción pro-LGBT se imparta en las escuelas secundarias y preparatorias estatales. Aún permite que los padres revisen los contenidos de la educación sexual y de prevención del VIH y permite a los estudiantes abandonar la clase sin repercusión alguna.Sin embargo, a diferencia del contenido de la educación sexual y del VIH, la cláusula de la Ley de exclusión ‘no se aplica a la instrucción, materiales, presentaciones, o a la programación que aborda género, identidad de género, expresión de género, orientación sexual’, entre otros contenidos.
La Ley no protegió tampoco a los niños de educación infantil en las Escuelas de la Academia Rocklin de California cuando, sin informar a los padres, se leyeron en clase dos libros infantiles sobre transgénero y un compañero de clase que conocían cuando era niño fue reintroducido como niña. El superintendente defendió la decisión señalando que, a diferencia de los materiales de educación sexual, las cuestiones de identidad de género no requieren notificación a los padres. El catecismo transgénero es obligatorio y no tiene edad de consentimiento.
Esto está ocurriendo en otros países también. En Canadá, por ejemplo, en Ontario el Proyecto de ley 89permite que el Estado se apropie de niños cuyos padres no están de acuerdo con las políticas e ideologías LGBTQI y establece que las agencias gubernamentales prohíban a las parejas con este tipo de convicciones acoger o adoptar niños.
Se nos dice que debemos cumplir con las insaciables demandas de la política transgénero. Cualquier fallo en hacerlo es una transgresión condenable. David Frances lo expresa así: «En la fe secular de la izquierda iliberal, los mandatos sobre pronombres se han convertido en el equivalente a los códigos de blasfemia«. Como Richard John Neuhaus observó en 1997 (y Matthew Franck señaló en 2013): “Con la ortodoxia más antigua es posible estar en desacuerdo, se puede tener una discusión. Al menos supone razón y relato lógico en principio. No es así con la nueva ortodoxia. Aquí el desacuerdo es una afrenta personal intolerable. Se interpreta como una negación de los demás, de su experiencia de quiénes son. Es un asalto blasfemo al dios más elevado, «Mi identidad»”.
Rod Dreher está de acuerdo. Escribe: “No se puede discutir con un fanático de la política de identidad, porque negar su afirmación es negar su personalidad. A cambio . . . no te deben ningún respeto. La causa más elevada de afirmar su identidad lo excusa todo. . . así es como termina el Estado de derecho y la ley es reemplazada por la voluntad de poder.
No es suficiente simplemente con ser pro-LGBT.Cualquier fallo en ser lo suficientemente entusiasta de las reclamaciones y propuestas LGBT se encuentra rápidamente con acusaciones de ser odioso, fanático, fóbico o la palabra clave: fundamentalista”.
Las consecuencias de la disidencia
Los cristianos ortodoxos y los judíos que expresan su oposición a la ideología y la práctica LGBT están siendo acusados de estar en contra de los derechos humanos y la igualdad. La idea de que conceptos tales como igualdad humana universal y derechos humanos son específicamente de origen bíblico y judeocristiano se pierde en la crítica, aunque es sostenido incluso por prominentes filósofos ateos como Luc Ferry y Jurgen Habermas .
El precepto fundamental es que todas las personas se crean como imago Dei, a imagen de Dios. Las personas tienen igual valor, aunque no los comportamientos. Los adversarios no son vistos como seres subhumanos ni demonios encarnados, sino que merecen respeto y honor incluso cuando estén totalmente en desacuerdo con nosotros. Estos puntos de vista están en desacuerdo con la táctica cultural actual de los argumentum ad Hitlerium.
¿Y qué hay de la libertad de expresión y el derecho a disentir? La Primera Enmienda se basa en los derechos de conciencia y se derrumba sin ellos. El derecho a objetar en conciencia existe precisamente para proteger a las personas que tienen puntos de vista opuestos.Parece lo suficientemente sencillo, o al menos, una vez lo fue.
Los derechos de conciencia ya no se aplican a aquellos que no cumplan con el pensamiento grupal LGBT. La creencia de que se está haciendo daño en nombre del transgénero, especialmente a los niños, se está volviendo tabú.No puede haber cuartel para la divergencia de la línea del partido.Ninguna herejía puede quedar impune.
La disforia de género es un grave problema de salud mental con una enorme tasa de desistimiento. Pero el transgénero es un sistema de creencias que cada vez más se asemeja a un culto religioso, un gnosticismo moderno que niega la realidad física por percepciones engañosas, impuesto por el Estado violentando la cláusula de la Primera Enmienda.
Los niños son guiados hacia protocolos de tratamiento que carecen de seguridad comprobada y eficacia a largo plazo. La ideología transgénero es un credo intolerante, y sus dogmas exigen el sacrificio no solo de los derechos de conciencia sino también de la atención que se necesita desesperadamente para niños y adultos disfóricos.
Extracto del artículo del artículo Transgénero: ¿una religión patrocinada por el Estado?, de Andre Van Mol, MD, copresidente del Comité del Colegio Americano de Pediatras sobre Sexualidad Adolescente, publicado en Public Discourse.