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El libro «Cerebro y pantallas» demuestra las consecuencias de un uso descontrolado de las pantallas

Educación

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Escenas donde un niño recibe el móvil para entretenerse en una sala de espera, en el coche o en un supermercado son cada vez más frecuentes. Sin embargo, ya está demostrado que esta solución rápida puede generar problemas a largo plazo, como la incapacidad de gestionar emociones difíciles sin la ayuda de una pantalla. 

Según los expertos,

recurrir al móvil para calmar a los niños mitiga emociones importantes para el desarrollo cognitivo, como la frustración, impidiendo que aprendan a regularse por sí mismos. Además, puede fomentar la dependencia de dispositivos electrónicos y, con el tiempo, llevar a problemas de atención, sueño o interacción social. 

Un libro que nos abrirá los ojos

La pedagoga y especialista en neuroeducación María Couso, en su libro «Cerebro y pantallas», expone cómo situaciones comunes de la vida cotidiana  impactan el desarrollo neuronal y emocional de los niños.

El uso precoz y desmedido de pantallas, explica Couso, afecta de manera negativa la capacidad de los pequeños para experimentar y gestionar sus emociones, una habilidad crucial que se desarrolla durante la infancia.

Emociones como la frustración, la rabia o el enojo, que son necesarias para el crecimiento cognitivo, se mitigan artificialmente con el uso de dispositivos electrónicos, evitando que los niños aprendan a enfrentarlas y regularlas por sí mismos.

Analfabetos emocionales

Una de las principales preocupaciones de Couso es la creación de «analfabetos emocionales». Pues al recurrir constantemente a las pantallas para calmar a los niños, no se les enseña a manejar sus emociones en contextos reales. Esta carencia puede tener efectos duraderos, ya que cuando crezcan y enfrenten desafíos, es probable que busquen consuelo nuevamente en una pantalla u otras adicciones.

El móvil anestesia las emociones momentáneamente, pero incrementa la probabilidad de que el niño sea más reactivo y demande soluciones rápidas la próxima vez que se enfrente a un problema.

Uso abusivo de la tecnología

La cuestión no solo radica en la edad a la que se les introduce a los móviles, sino en cómo afecta su desarrollo cognitivo. A medida que los niños crecen y entran en la adolescencia, un periodo en el que el control de los impulsos se ve disminuido, el uso abusivo de la tecnología puede convertirse en un problema más serio incluso en una gran adicción.

El fácil acceso a redes sociales, videojuegos y otras distracciones digitales puede llevar a que el adolescente pase horas frente a la pantalla, reduciendo el tiempo que dedica a otras actividades importantes como el deporte, el estudio, el descanso o a sus amistades y familiares.

Esta situación los convierte en un blanco fácil para las grandes tecnológicas, que diseñan aplicaciones y juegos para atraer la atención de los usuarios jóvenes y niños.

Para evitar estas consecuencias, Couso sugiere que los padres adopten medidas preventivas desde la infancia. Esto incluye la creación de un entorno familiar donde los niños puedan participar en la toma de decisiones relacionadas con el uso de la tecnología.

Una herramienta útil que propone es la implementación de «contratos digitales», en los que se establezcan reglas claras sobre el tiempo de uso del móvil, las aplicaciones permitidas y el control parental. Este tipo de acuerdos puede ayudar a los niños y adolescentes a ser más conscientes de los límites y a desarrollar hábitos saludables con la tecnología.

Otro aspecto relevante que aborda Couso es el mito de los «nativos digitales».

La facilidad con la que los niños utilizan la tecnología no es un rasgo biológico, sino una habilidad adquirida debido a la exposición constante a estos dispositivos.

A pesar de esta capacidad, los niños siguen necesitando límites y orientación para evitar los efectos negativos del uso descontrolado de las pantallas.

La solución no es demonizar la tecnología ni prohibir su uso, sino educar a los niños sobre cómo manejarla de manera responsable y saludable. Como señala Couso, todavía estamos a tiempo de corregir el rumbo y enseñar a las futuras generaciones a convivir de manera equilibrada con las pantallas.

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