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La soledad en el horizonte. Realidades que dan qué pensar

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He de reconocer que me impactó leer –con datos reales- la noticia, ya intuida desde hacía tiempo, de que la cifra de perros en España superaba a la de niños en la mayoría de comunidades autónomas. Por ejemplo: en Asturias, en el 2021 había más del triple de perros (352.229) que de niños menores de 14 años (106.861). Se comprueba que las autonomías con mayor número de perros son las más envejecidas y con menor fecundidad, lo que avala la tesis de que el aumento del número de hogares con perros en España tiene relación directa con la caída de la natalidad. Da qué pensar.

Una de las consecuencias de la falta de niños guarda relación con el aumento de la soledad en muchos hogares y el deseo de paliar esa soledad compartiendo tiempo, espacio y compañía con un animal doméstico. Da qué pensar.

En España, según un estudio de la Fundación la Caixa, casi tres millones de personas de más de 65 años reconocen vivir en soledad no deseada.

Las consecuencias de esa soledad y las causas de esta realidad sociológica ciertamente son complejas. No hay duda de que nos encontramos ante imperativos éticos y que un análisis más profundo de esta realidad social implicaría profundizar en sus causas morales, en el malestar de nuestra “cultura del descarte”, como la denomina el Papa Francisco, de la “sociedad desvinculada” y el auge de la modernidad líquida –como apuntaba Bauman- que ha generado una sociedad en la que la incertidumbre ha debilitado los vínculos humanos.

Por ejemplo. ¿Somos conscientes de que el suicidio es la primera causa externa de muerte en España? En España, en el año 2022, se produjeron 4.227 muertes por suicidio, lo cual supone un incremento de un 5,6% respecto a 2021. Da qué pensar.

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que el problema demográfico, la bajísima tasa de natalidad en España es, y va a ser todavía mucho más, causa de la aparición y desarrollo de familias envejecidas que –por falta de hijos- se verán avocadas a la soledad por falta de personas –sus “no hijos”- que puedan brindarles su apoyo, compañía y cuidados.

Hace 50 años era habitual que los padres ya mayores pudieran tener la ayuda y proximidad física de sus hijos. También es cierto que hace medio siglo era más habitual que la mayoría de los hijos vivieran cerca del hogar de sus padres, favoreciendo así esa relación paterno-filial, positiva y natural. Esto, hoy en día, ya no es así, pues la movilidad laboral ha hecho habitual que los hijos muchas veces vivan lejos de sus padres, en otras ciudades. Y si añadimos la constatación de muchos matrimonios que, hoy en día, tienen solo dos hijos o uno o ninguno, el problema se agudiza en progresión geométrica. Da qué pensar.

Hace 5 años la revista The Economist declaró que la soledad es “la lepra del siglo XXI”. Noreena Herz, considerada por el periódico británico The Observer una de las pensadoras más relevantes del mundo, tilda a nuestro tiempo como “el siglo de la soledad”. Un análisis filosófico y moral seguro que nos podría dar pistas sobre las causas de esta alarmante realidad social. No era objeto, hoy, de este artículo. Pero los datos estadísticos aportados dan qué pensar. Y mucho.

Noreena Herz, considerada por el periódico británico The Observer una de las pensadoras más relevantes del mundo, tilda a nuestro tiempo como “el siglo de la soledad” Share on X

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