El doctor Paul W. Hruz es especialista en Endocrinología Pediátrica y miembro del Programa de Atención Multidisciplinar de Trastornos del Desarrollo Sexual de la Universidad de Washington en Saint Louis (EE. UU.). Es licenciado en Química, en Bioquímica y doctor en Filosofía.
Acaba de conceder una interesante entrevista a Actuall de la que les ofrecemos los siguientes fragmentos:
«¿Qué es lo que define desde un punto de vista científico que uno sea hombre o mujer?
El sexo, no sólo en los humanos, sino en todas las especies animales, es definido científicamente en relación al proceso biológico de la reproducción. Un hobre viene definido en su rol de aportar información genética a la mujer para el desarrollo fuera de su cuerpo, del hijo. La mujer es definida por el rol de recibir información genética del hombre, con el posterior desarrollo del hijo dentro de su cuerpo.
Nacemos con un sexo biológico determinado genéticamente. Sin embargo, ahora parece que lo que es innato es el ‘género’, mientras que lo que puede ser ‘cambiado’ es el sexo. ¿Existe un gen que determine la transexualidad? ¿El transexual nace?
La afirmación de que el sexo puede ser cambiado no es científicamente correcta. Lo que es modificado con la cirugía y las hormonas es la apariencia física, no el sexo. Los factores que influyen en el ‘género’ de una persona no se conocen bien. Si bien puede haber una influencia genética en la ‘identidad de género’ no hay pruebas de que exista un gen específico del ‘género’.
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¿El hecho de ser genéticamente hombre o mujer influye en el desarrollo intrauterino del cerebro?
Además de la presencia de diferencias relativas al sexo en los órganos reproductivos primarios, las diferencias sexuales existen en cada una de las células del cuerpo. Está bien determinado que hay muchas diferencias tanto en la estructura como en la función de los cerebros masculino y femenino.
Las pruebas científicas disponibles sostienen que hay influencias tanto hormonales como genéticas en el desarrollo cerebral. Lo que no es tan bien conocido es cómo las hormonas y el ambiente pueden influir en la función cerebral tras el nacimiento. Hay pruebas suficientes de que el cerebro se adapta a los cambios ambientales. Estos cambios son conocidos como “plasticidad neuronal”.
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¿Hay alguna base científica que sustente los tratamientos del llamado ‘cambio de sexo’ antes del final de la adolescencia?
Los intentos por justificar el bloqueo del desarrollo puberal, la administración de las hormonas sexuales contrarias al sexo biológico y los procedimientos quirúrgicos para alterar la apariencia del cuerpo para conformarlo al ‘género’ están basadas en pruebas muy limitadas y de una calidad científica pobre. Entre los muchos problemas con estos datos se encuentran el pequeño tamaño muestral, el uso de muestras de conveniencia, la falta de controles experimentales apropiados y su seguimiento en el corto plazo.
¿Hay estudios en el medio o el largo plazo sobre los efectos de tratar estos casos médicos antes de la adolescencia con hormonas y cirugía?
No hay estudios de largo plazo que demuestren un beneficio mantenido en el tiempo con el comienzo del tratamiento durante la pubertad. Los estudios a corto plazo muestran un descenso de la disforia, pero los únicos estudios a largo plazo que se han realizado son sobre pacientes que comenzaron el tratamiento después de la pubertad.
Los resultados son alarmantes en cuanto que muestran una alta tasa de suicidio persistente en comparación a la población en general, en pacientes que generalmente habían mostrado una mejoría a corto plazo tras los tratamientos. Sin embargo estos estudios no incluyeron el control de pacientes que no recibieron tratamiento por lo que no es posible saber si fue dicho tratamiento el que mejoró estos resultados. Lo que sí indican estos estudios es que los tratamientos no resolvieron el problema.
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¿En qué medida cree que las leyes actuales pueden afectar a los niños con problemas de identidad sexual?
Dada que se desconoce hasta qué punto influye en el niño prepuberal un entorno social que le reafirma en su falta de identidad, y cómo esto puede alterar su normal proceso de reidentificación con su sexo biológico, las leyes que exigen un reconocimiento y una aceptación en la sociedad pueden ser consideradas como una participación social obligatoria en la experimentación incontrolada y no consentida de los niños.
Las leyes que ordenan una sola vía terapéutica se inmiscuyen en los principios bien establecidos de la medicina basada en la evidencia y eluden el proceso científico habitual de evaluar críticamente las intervenciones propuestas con el rigor científico adecuado.»