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¿Y si tu vida pudiera ser épica?

El secreto cristiano para vivir cada día al máximo

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¿Alguna vez te has cuestionado qué es aquello que impulsa a ciertas personas a vivir con una intensidad deslumbrante y contagiosa?

Tal vez imagines que la clave reside en una combinación fortuita de carácter, suerte o abundancia material. Sin embargo, hay una realidad más profunda, potente y maravillosa que es capaz de impregnar cualquier vida de una pasión arrolladora: vivir auténticamente desde una visión cristiana del mundo.

Ser cristiano trasciende ampliamente cualquier mero vínculo religioso o ceremonial; implica abrazar una realidad radicalmente apasionante, que insufla significado trascendental a cada momento de la vida.

Porque ser cristiano auténtico es reconocer que todo en la existencia está permeado por la presencia de lo divino, y que cada instante bien vivido es un paso hacía la eternidad.

Es curioso pero, solo así,  la vida se vuelve inmensamente interesante.

¿Qué significa realmente vivir con pasión cristiana?

A lo largo de la historia, numerosos cristianos han revolucionado campos tan diversos como la filosofía, la ciencia, el arte, la política, la justicia social y la educación. Nombres como san Agustín, Madre Teresa de Calcuta, san Juan Pablo II, o Carlo Acutis resplandecen no por llevar vidas anodinas, sino precisamente porque encarnaron existencias cargadas de significado profundo, propósito decidido y pasión apostólica. Pero, ¿cuál era el secreto detrás de esa pasión irresistible?

La clave está en cómo contempla el mundo quien posee una verdadera visión cristiana.

Desde la fe la vida no es un encadenamiento arbitrario de acontecimientos, sino una aventura de la que somos protagonistas llamados a descubrir y participar en la obra divina.

Sólo así, todo adquiere relevancia: el dolor, la alegría, la cotidianidad y las grandes preguntas existenciales, porque cada aspecto de la vida cobra sentido en Dios y y es una llamada a la eternidad.

La fe católica ofrece una visión contundente y coherente de la realidad. La realidad sale al encuentro de la persona y  afirma categóricamente que la verdad objetiva existe, que la belleza auténtica nos rodea y que el bien absoluto es la meta de nuestro destino.

La fe católica nos libera de la agobiante presión social por «no perdernos nada». Desde la fe católica, vivir intensamente no implica perseguir desesperadamente todo tipo de experiencias, sino buscar la Gloria de Dios en cada instante aparentemente ordinario.

El cristiano apasionado no se desgasta inventando un sentido artificial para su vida, porque comprende que su identidad, su misión y sus dones provienen directamente de Dios.

Vivir así es fascinante porque Dios mismo ha impregnado incluso las circunstancias más adversas con su belleza, verdad y bondades infinitas.

La libertad auténtica del cristiano apasionado

Imagina estudiar ciencia sabiendo que estás contemplando la belleza creadora de la naturaleza; estudiar arte con la certeza de expresar y reflejar una belleza eterna; o luchar por la justicia social consciente de que defiendes la dignidad inquebrantable otorgada por Dios a cada ser humano.

Todo adquiere una dimensión heroica y apasionante, pues en cada acción cotidiana, aparentemente insignificante, hay algo de eternidad. Se abre una promesa de plenitud que desborda.

Ser cristiano también significa vivir con una libertad audaz y maravillosa, sabiendo que somos infinitamente amados por un Dios cuya libertad no rivaliza con la nuestra, sino que la impulsa y la enriquece.

Ello nos permite arriesgarnos, amar sin reservas y comprometernos profundamente con ideales elevados, porque nuestra vida deja de ser una trampa, para convertirse en un lienzo donde Dios y nosotros pintamos juntos la historia.

Si alguna vez has sentido que la vida es insoportable, monótona, gris o carente de sentido, quizás estás llamado a redescubrir la mirada redentora de la fe católica. Sumérgete en la belleza radiante de una vida vivida con auténtica pasión cristiana, convencido de que la eternidad se te da en cada instante.

Existe una plenitud que Dios tiene reservada exclusivamente para ti.

Veras como todo se vuelve apasionantemente interesante.

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