Tras más de dos meses de paréntesis escolar, a los niños les cuesta volver a las rutinas del día a día. Pero su proceso de readaptación es mucho más fácil que el de la mayoría de los adultos. En otras palabras, a los pequeños les cuesta menos la vuelta al cole que a sus padres a su puesto de trabajo.
Como señala el psicopedagogo y profesor del grado en Psicología de la Universitat Abat Oliba CEU,
Por estos motivos, no es usual encontrar en los más pequeños un síndrome postvacacional equiparable al que sufren muchos adultos. De hecho, advierte este especialista, “en muchos casos el síndrome postvacacional de los niños viene generado por sus propios padres”.
En este sentido, Novella apela a los padres para que transmitan un mensaje positivo respecto al inicio del nuevo curso escolar y la vuelta al cole. Y la manera más eficaz de hacerlo es bien conocida: “dando ejemplo”. Hay que tener presente que “si continuamente estamos transmitiendo el pesar por el final de las vacaciones y la vuelta al trabajo, queramos o no, estamos generando en nuestros hijos la misma actitud de queja y negativismo”.
Síntomas de estrés
En el caso de que, en efecto, el niño viva con angustia excesiva el final de las vacaciones y el inicio del curso y no lo comunique, hay formas de detectar esa inquietud. “Si su comunicación es difícil, si rechaza hablar del nuevo curso, si demuestra nervios, dificultades en el sueño o en la alimentación, serán señales de alerta que nos pueden ayudar a detectar esta angustia”, explica el profesor universitario.
Es recomendable observar a los hijos especialmente si con el inicio de curso llegan cambios sustanciales en la vida del niño, como podría ser un nuevo colegio o el salto a un ciclo educativo distinto. En estos casos, Novella recomienda “anticiparse a los cambios, explicando adecuadamente qué pasará en este futuro próximo, cómo serán las cosas, que experiencias se vivirán. Y luego es importante, durante los primeros días estar muy atentos a sus reacciones”.
Novella parte de la premisa de que no será precisa una aclimatación brusca a la rutina escolar porque el verano tampoco tiene que haber supuesto una ruptura radical. “Las vacaciones son para descansar, pero no para perder las rutinas y los hábitos. Cuando un niño rompe totalmente el ritmo durante las vacaciones se le hace más difícil la incorporación al ritmo escolar. Es recomendable que durante las vacaciones los niños sigan con un ritmo y unos horarios dentro de un ambiente de descanso y cambio de actividad”, reflexiona este psicopedagogo.