fbpx

Vivir en la cruz (I)

COMPARTIR EN REDES

La cruz es vida. Cuesta aceptarla por nuestra naturaleza caída, pero Jesús nos lo ha advertido: “Quien quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mc 8,34). Así pues, puesto que Jesús es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), renunciar a acoger la cruz es la muerte en vida, que si persiste hasta el paso a la eternidad, es la “muerte segunda” (Apc 20,14).

En la vida nos encontramos problemas que debemos superar y ayudar a otros a superarlos. Es la caridad, amor de Dios por los hombres y las mujeres que Él pone en nuestro camino, que por algo será. Rehuir los problemas en vez de afrontarlos, además de cobardía y debilidad es perder la vida que Dios nos da. Debemos ver los problemas y las dificultades como un aprendizaje, una oportunidad de mejoría de alma y de cuerpo, similar a hacer músculo.

No te fíes de la voluntad de aquel que repite una y otra vez que dejará de fumar el día que se le arregle un problema; la vida siempre le dará nuevos problemas, y así nunca dejará de fumar… hasta que se decida a dar el paso porque quiere, y no porque la vida se lo da. Salvo contadas ocasiones en que Dios nos regala (hablando en humano, porque Dios nos lo ha regalado todo), tenemos lo que nos ganamos.

Por otro lado, la cruz se vive al día sobrellevándola con amor. Cogerla o no cogerla marca la diferencia entre una vida lograda y una vida desperdiciada; la segunda es una traición a Dios y a nuestra naturaleza, de lo más habitual en la existencia del ser humano, que tiende a hacer prevalecer su voluntad, incluso por delante de la de Dios su Creador, porque a todos nos causa repelús.

Con todo, podemos encontrar cruces de las que nos vienen y de las que se eligen; las que más cuestan son las primeras, que laceran el centro de nuestra realidad. Recuerdo cuando, hace años, le pregunté a mi director espiritual si me ofrecía a Dios como víctima, y él, después de pensarlo intensamente durante una semana bajo la presión de mi actitud y solicitud, acabó por sentenciarme: “No. La mejor victimización es aceptar la voluntad de Dios en cada momento”. Mi director debió de advertir que yo, con esa decisión, pretendía buscar mi comodidad descargando de mi responsabilidad el peso de mi esfuerzo en una supuesta voluntad de Dios, cuando lo que debía hacer era asumirla aceptando cada nuevo reto como la voluntad de Dios significada, como eslabón de una cadena que en conjunto expresaba la voluntad de Dios, de manera que si un eslabón faltaba, mi respuesta a la voluntad de Dios se habría truncado.

Eslabones de una cadena

Sucede que hoy día la mayoría de nosotros deseamos ser los artífices de grandes gestas, y no advertimos que la vida está tejida de momentos que en su gran mayoría son pequeñas decisiones que debemos tomar a favor o en contra de la cruz: podemos aceptarla o rebelarnos. Si nos rebelamos, rompemos en pequeño o en grande el proyecto de Dios para nuestra vida y a menudo contra el prójimo, que en ocasiones es quien no extrañamente provoca voluntariamente la cruz en nuestra existencia. Veamos en ello, hermano, mi hermana del alma, la mano de Dios que nos invita a dar la mano al hermano. No implica conceder a la injusticia, sino defender la verdad. No significa solo vivir la cruz, sino incluso en la cruz. Es el estilo de vida del cristiano, porque fue el de Cristo. Descubramos, pues, el proyecto de Dios en nuestra vida, y encarnémoslo. Solo así conseguiremos una vida lograda.

Twitter: @jordimariada

Salvo contadas ocasiones en que Dios nos regala (hablando en humano, porque Dios nos lo ha regalado todo), tenemos lo que nos ganamos Compartir en X

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.