El Ministerio de Igualdad ha modificado el nombre de su Secretaría de Estado. Para ello, ha sustituido el termino “violencia de género” por el de “violencia contra las mujeres”. Así lo confirman los acuerdos aprobados en el Consejo de Ministros este pasado martes 16 de enero.
En el año 2004 se aprobó la Ley contra la Violencia de Género. Se trata de una ley que incorpora en su estrategia el juego del neolenguaje. En el 2014 se amplió esta ley y se introdujeron los hijos menores de edad, de las mujeres que sufren este tipo de violencia.
Ante los cambios de nomenclatua de la Secretaría de Estado, Ana María Calvo Sastre, pasa a ser secretaria de Estado de Igualdad y para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. Calvo ya había sido nombrada el pasado 5 de diciembre como secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género.
Secretaría de Estado de Igualdad y para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. Esto es lo verdaderamente preocupante. En primer lugar, se nos obsequió de forma intencionada con el término “violencia de género” que estigmatiza la debilidad física de la mujer. Asimismo, otorga a esta cualidad un carácter reduccionista. Y además se asocia el carácter de víctima en función del sexo. Con ello, se establece una pseudo-verdad totalitaria que implica la criminalización sistemática del hombre. El lenguaje define con extrema autoridad a la mitad de la población como rehenes potenciales. Un engaño del sistema de poder que nos lleva a menospreciar la naturaleza del hombre y de la mujer.
Ahondando en el mismo discurso, la secretaria de Estado saca la baza de “violencia contra las mujeres”. El feminismo, en sí mismo desordenado, presume de igualdad, obviando deliberadamente al hombre.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) las defunciones por agresiones (homicidio) en 2022 ascienden a 305 víctimas. De estas víctimas 199 son hombres. ¿Quién se ocupa de estos dos tercios de víctimas por agresión?, ¿dónde ha quedado el marco de la inclusión?.
La sociedad antigua estuvo señalada por la diferencia entre libres y esclavos. Unos poseían por ley todos los derechos, mientras a los otros no se les reconocía, nada, ni siquiera la dignidad humana. Y esto también sucede hoy. ¿Hasta qué punto somos esclavos del feminismo?.
Como decía José Mujica, “después de la pena de muerte la soledad es uno de los peores castigos”. Las verdaderas relaciones humanas se fundan en la convivencia permanente. El reconocimiento del otro como portador de los mismos derechos es la base de cualquier protocolo de comunicación entre los humanos.
Ahora bien, hemos pasado de reconocer la existencia de violencia a la mujer a decidir desterrar al hombre, por ser hombre, y asignarle una intrínseca cualidad de opresor. Esta acusación le descalifica ante cualquier discurso de relación social.
Hace unos meses, Ángela Rodriguez “Pam”, la que fue hasta el pasado noviembre secretaria del Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, inculpó a los hombres de ser “bastante” violadores. Se trata de algo tan grave como acusar directamente de agresores sexuales a “bastantes” hombres, pues suponen la mitad de la población española. Paradójicamente, muchos de estos violadores, han ido saliendo a la calle y viendo rebajadas sus condenas gracias a una de las leyes del Ministerio de Igualdad.
La estrategia de desorientación antropológica de nuestro tiempo, está profundamente marcada por la tendencia a dinamitar la complementariedad entre el hombre y la mujer. Este tema ha pasado a ser banalmente considerado como consecuencias de un condicionamiento histórico-cultural y no como una realidad antropológica.
En su Carta a las mujeres, San Juan Pablo II, se manifiesta respecto a la complementariedad hombre y mujer “En la creación de la mujer está inscrito, desde el inicio el principio de la ayuda: ayuda —mírese bien— no unilateral, sino recíproca. La mujer es el complemento del hombre, como el hombre es el complemento de la mujer: mujer y hombre son entre sí complementarios. La femineidad realiza lo humano tanto como la masculinidad, pero con una modulación diversa y complementaria.”
Las reacciones de los diferentes colectivos, ante la noticia de cambio de nombre de la secretaría de Estado, constatan que la vía extrema de exaltación de la inclusión y del feminismo nos lleva de cabeza a la destrucción de lo propiamente humano. En lo humano, ahí es donde reside el verdadero problema.
4 Comentarios. Dejar nuevo
Además ignora las verdaderas raíces del problema, como el alcoholismo o la drogadición
Excelente artículo.
Puede que por fin hayan caído en la cuenta de que el término “violencia de género”, además de totalitario, es un sinsentido. O que incluso teman que alguien se aperciba de que es reversible y que tanto puede indicar violencia de los hombres hacia las mujeres como de las mujeres hacia los hombres, y como esta última, de haberla hayla, habrán pensado quitarle ambigüedad al término y concretarlo en solo “violencia contra las mujeres.”
Claro que, desde el punto de vista de la ideología gubernativa, el nuevo término tiene un grave defecto, y es que viola la norma suprema de la “paridad”. Para cumplir con ella tendrían que haber creado también una “Secretaría de Estado de Igualdad y para la Erradicación de la Violencia contra los hombres”.
Con todo, mi consejo sería que se ahorrasen este superfluo doblete de género, y se limitasen a una “Secretaría de Estado de Igualdad y para la Erradicación de la Violencia”. Esta Secretaría tiene la ventaja, además, de que incluye también la erradicación de la violencia contra los seres humanos en su etapa prenatal, que a la vista de los casi 100.000 abortos voluntarios que se perpetran cada año en este país es la forma de violencia que se lleva la palma. Lástima que no cuente para nada como violencia, que no se organicen manifestaciones oficiales en su contra, y que esté prohibido por ley intentar reducirla con medios tan pacíficos como pueden ser rezar e informar en los aledaños de los abortorios. Se trata de violencia institucional, por eso se apresuraron a legalizarla, crear una estructura sanitaria que la perpetra por encargo, y generar un clima social que la aplaude como un derecho que además atribuyen a las mujeres por ser mujeres, como si eso no fuera denigrarlas y estigmatizarlas.
Ante tanto desafuero, tanta hipocresía y tanta estupidez, lo que hay que instituir es una “Secretaría del Amor para la erradicación del Odio.” Bueno, de hecho ya existe y en este portal católico no hace falta indicar dónde está. Por eso el gobierno español, que ideológicamente es de una inusitada extrema-violencia verbal y un feroz comecocos de ciudadanos indefensos, se ensaña tan violentamente contra la Iglesia Católica. Por supuesto que ahora no queman iglesias, faltaría más, en parte porque el humo tiene un efecto invernadero que alimentaría a la bestia negra del cambio climático. Son más listillos. Lo que han hecho es crear, aunque sin darle este nombre, una “Secretaría del Odio para la erradicación del Amor”, que es lo que es en realidad esa nueva “Secretaría de Estado de Igualdad y bla, bla, bla…”
[…] países se denomina quizá de forma más adecuada violencia doméstica o violencia de pareja». Muestra de ello es Italia, donde se denomina «violencia doméstica», al igual que en Suecia –Ley de […]
Los chicos tienen miedo de acercarse a las chicas.
Los maridos pierden su dignidad ante sus mujeres por si una discusión normal provoca una denuncia en la que la palabra de la mujer tendrá más valor que la suya.
En caso de empate en una oposición entre un hombre y una mujer, el puesto de trabajo será para ella si en el departamento hay más hombres pero no será así en caso contrario.
Yo, como mujer, puedo hacerle caso a un niño en la calle sin causar alarma. Un hombre, no.
Piden cuotas en los trabajos pero si recuerdan el caso del «Pequeño Julen» ( un niño que cayó en un pozo, cuyo rescate duró varios días), la cuota femenina en las bajadas para rescatarlo, fue cero.
En oposiciones con pruebas físicas de exigía determinada estatura hasta que llegaron las mujeres y este requisito se eliminó. Mientras tanto los hombres bajos han sido discriminados.
Las pruebas físicas no tienen las mismas marcas para hombres que para mujeres. Esto no es igualdad.