Cuidar nuestra alma ha sido y es esencial. Sobre todo en este momento, en el que sufrimos una grave erosión de la intimidad personal, a causa de vivir en un mundo hiperconectado y terriblemente ligado a la falsa ley del deseo como derecho.
Tu mejor refugio
La intimidad ha sido históricamente un refugio para el individuo. Pues es un espacio propio y sagrado donde actúa la belleza del ser y donde solo se permite entrar a los verdaderamente significativos. La intimidad presentaba una importancia nítida que custodiaba un espacio especial y trascendente de conexión entre el cuerpo y el alma.
Sin embargo, en la actualidad, la propia profanación de la intimidad es un fenómeno cotidiano en auge.
La sociedad de manera lenta y dañina ha permitido que se desdibujen las líneas entre lo público y lo privado, entre el alma y el cuerpo.
En muchos casos, se llega hasta el extremo de compartir detalles de nuestra vida personal con una audiencia invisible o tener relaciones sexuales a la ligera, sin ser plenamente conscientes de las implicaciones que esto supone en nuestro afecto.
Sobreexposición
La tecnología ha traído consigo la ilusión de conexión constante, pero a menudo a costa de una verdadera intimidad. Las relaciones interpersonales se han visto afectadas, ya que la comunicación digital no puede reemplazar la profundidad y autenticidad del contacto humano directo. Este cambio ha fomentado una especie de impudor, donde la sobreexposición es la norma y la privacidad se considera anticuada o irrelevante.
Resulta paradójico que el mundo busque continuamente el individualismo y el cuidado de sí mismo por encima de todo, pero pocos cuidan la intimidad de su ser.
En cambio, la van regalando sin tener presente que se trata de un producto de lujo reservado a unos pocos. Solo si tenemos una mirada verdadera sobre el valor de nuestra intimidad seremos capaces de identificarnos más allá de nuestros impulsos y acciones, admitiendo una vinculación profunda entre nuestra realidad y el autor de la vida, Dios.
Graves consecuencias
La pérdida de intimidad tiene consecuencias profundas en nuestra salud mental. Estas consecuencias nacen de la ausencia de una verificación “por parte de otro” como un ser precioso, único, especial y digno. Esta realidad no casa con la cosificación actual a la que está sometida la vida del ser humano en multitud de aspectos y facetas de la vida y la sociedad.
Ansiedad o depresión, frustración, fatiga y estado de alerta constante. Reivindicación de derechos inexistentes (que son más bien deseos) y de espacios físicos virtuales donde recrear el individualismo.
Se nos está tratando de convencer de que la intimidad no existe. ¿Por qué? Porque si vendemos nuestra intimidad, destruimos nuestro quién y demolemos nuestro yo.
Se nos está tratando de convencer de que la intimidad no existe. ¿Por qué? Porque si vendemos nuestra intimidad, destruimos nuestro quién y demolemos nuestro yo. Share on X
2 Comentarios. Dejar nuevo
Enhorabuena Miriam. Se necesitan personas que trasmitan en verdad y adviertan de los peligros que conlleva la exposición de nuestro ser haciendonos más vulnerables y proclives a caer en sinsentidos y destruccion de nuestro yo.
Artículos como este me gustaría encontrarlos con una redacción para hacerla llegar a adolescentes. ¿Donde encontrarlos?