¿Sabes que se han olvidado a su hija de tres años siete horas dentro del autobús, sola, abandonada en la cochera? ¡Cómo no van a desamparar a su retoño que dicen del alma –que nació bajo el brazo de mal aire y a regañadientes sin que nadie la buscara–, viviendo como viven con su propia alma despatriada entre la basura del vertedero! ¡Si no saben que tienen alma ellos y su retoño! ¡Si no ven más allá de sus narices!… ¡Si se arrastran cual moco purulento por la mugre fangosa de la charca del mundanal fragor, sin atender los llantos de la pobre criatura cuando reclama afecto! “¡Cállate, coño!”, le grita su madre, que absorta bebe de la telenovela televisada cuando el tierno pimpollo vida de su vida llora ansiando una caricia. ¿Vida? ¡Qué es la vida, sino un frenesí, un vacío, una lata, un vómito nauseabundo tragado por la fuerza del desenfreno!
Volvamos a lo nuestro. Cierto es que entre la basura, a veces, se encuentran perlas; pero en este albañal de la sociedad “avanzada” por el 4.0. y el metaverso ese, todo es desahuecar el lodo coagulado con el ímpetu que corresponde a las bestias vampíricas, que llenan el propio vacío con la sangre que chupan de sus víctimas, solo por sobrevivir al aire rancio de las cloacas en que discurren desamparados de la mano del Dios-Amor que les dio la vida, porque tiran sin tirar –abandonados de sí mismos– del dios espurio de la ambición del momento que no conocen (ni dios, ni momento).
Entonces, ¿qué podemos hacer? Paciencia. Mucha paciencia. Pasear por las alcantarillas del actual estado de las cosas, que es como te digo. Pasear, sí; como quien sale el domingo por la mañana a dar migajas a las gallinas que abarrotan con su vuelo gallináceo el campo del vecino sin más ni más. Avanzar aceptando que no se avanza, porque el avance es ya el reconocimiento de las gallinas una a una, por su nombre: “¡Pita! ¡Pita!”, con respeto, mucho respeto a la libertad de ser gallina. Recorrer los parajes yermos plantando una sonrisa, sincera, en recuerdo de la niña abandonada que reclama el afecto de su madre. Un día, quizás reviva y vuele como las águilas. Podría ser perla. Podrías ser tú.
Recorrer los parajes yermos plantando una sonrisa, sincera, en recuerdo de la niña abandonada que reclama el afecto de su madre Share on X