En 1959 se comercializó por primera vez la llamada “píldora”, un compuesto de hormonas femeninas sintéticas que iba a revolucionar en adelante la vivencia de la sexualidad. Antes de que saliera a la luz, algunas feministas radicales ya deseaban y apoyaban su investigación: “Las mujeres necesitan una píldora anticonceptiva confiable que sea tan fácil de tomar como una aspirina”, dijo Margaret Sanger, una de las mujeres más influyentes en esos años y promotora de la mentalidad anticonceptiva a la que estamos tan acostumbrados hoy en día.
La “píldora” está considerada como uno de los inventos técnicos más revolucionarios de la historia de la humanidad, ya que con ella se dio paso a una ruptura real del sexo y los hijos, considerado ello como algo bueno para las mujeres.
La aparición de la píldora anticonceptiva fue acompañada de la Revolución Sexual de mayo del ’68, consecuencia de una serie de acontecimientos socioculturales. Está descrito como un hecho histórico que cambió la forma de entender la sexualidad humana y que seguimos arrastrando hasta el día de hoy. En esta revolución se trató de eliminar cualquier norma establecida por cualquier tradición y autoridad, rechazando toda moral sexual. En su inicio fueron jóvenes universitarios, pero se ha extendido a las siguientes generaciones. Fueron jóvenes que lucharon contra la tradición, contra la religión, incluso contra la propia naturaleza.
la fertilidad ha llegado a considerarse como algo negativo y peligroso, en donde el mal menor es abortar y el mayor tener un hijo
La unión de este cambio de mentalidad antinormativa y el desarrollo de la farmacología hormonal fueron el cóctel perfecto que nos ha llevado a vivir inmersos en una cultura hipersexualizada y anticonceptiva, en donde la fertilidad ha llegado a considerarse como algo negativo y peligroso, en donde el mal menor es abortar y el mayor tener un hijo. Se ha escrito mucho sobre las consecuencias de esta forma de ver la vida, pero un artículo me gustó especialmente, escrito por Lucía Martínez Alcalde “No tener hijos, de opción a deber”, en donde se analizan las últimas tendencias antinatalistas que imperan hoy en día.
Por otro lado, y tras varias décadas de uso de la píldora y sus derivados, también han ido surgiendo corrientes ecológicas que luchan por vivir con un cuerpo sano y sin hormonas que lo dañen. Cada vez salen más estudios que muestran el daño que produce la píldora anticonceptiva sobre el cuerpo de la mujer, como por ejemplo uno que se publicó recientemente titulado Women’s health, hormonal balance, and personal autonomy – PubMed
He considerado siempre bastante lógica la resistencia femenina a ingerir estos compuestos que dañan el cuerpo de manera tan injusta y que, por otro lado, parece que únicamente benefician al varón al eliminar tristemente cualquier responsabilidad moral de sus actos, además de fomentar una mirada utilitarista hacia la mujer. Hasta donde sabemos, la fertilidad es de dos, los hijos son de dos, y la corresponsabilidad, por lo tanto, ha de ser compartida entre esos dos, varón y mujer.
Una de las últimas novedades, para alegría de tantas mujeres, es que ha salido por fin un anticonceptivo para el hombre.
Una de las últimas novedades, para alegría de tantas mujeres, es que ha salido por fin un anticonceptivo para el hombre. Éste parece que ha sido desarrollado por unos científicos en la Universidad de Minnesota, y su finalidad es impedir de forma reversible la producción de espermatozoides. Este fármaco se encuentra aún en una etapa de pruebas de seguridad y eficacia en un segundo ensayo clínico (First hormone-free male birth control pill clears another milestone | University of Minnesota)
A raíz de este último revuelo que se está extendiendo por todos los rincones del mundo, yo me planteo: ¿Hasta dónde vamos a llegar con el control de la natalidad? O lo que es lo mismo: ¿a nadie le sorprende que hayamos roto nuestra más íntima humanidad? ¿Es que ya nadie desea amar en verdad?
Vayámonos a la raíz más profunda de nuestra existencia: la persona humana, me da igual su religión o su ideología, solo encuentra sentido para vivir cuando sabe que su meta es la felicidad. ¿Dónde estamos poniendo esa meta? ¿En el dinero? ¿En el poder? O ¿En el sexo por placer y sin hijos?
La más triste realidad es que la felicidad verdadera no se encuentra ni en el dinero, ni en el poder, ni en el placer. A la felicidad infinita que tanto anhelamos solo se llega amando, pero amando de verdad.
la Revolución Sexual prometía libertad y liberación de vínculos opresores, como el matrimonio, la familia y los hijos.
Volvamos a una raíz más inmediata y superficial: la Revolución Sexual prometía libertad y liberación de vínculos opresores, como el matrimonio, la familia y los hijos. Sin embargo, hoy encontramos que existe mucha insatisfacción y soledad, una sexualidad cada vez más turbada y sin sentido (véase la avalancha atroz que está suponiendo la pornografía), una deformación de la maternidad y de la paternidad en donde nadie se quiere hacer responsable de la llegada de los hijos y, cuando estos se quieren, son considerados como objetos de deseo, tics en la lista y rellenos de almas insatisfechas.
Atrevámonos a volver a considerar el sexo tal y como está hecho: en su plena humanidad, totalidad, fidelidad, exclusividad y fecundidad.
Atrevámonos a vivirlo con sus dos dimensiones: unitiva y procreativa. ¿Acaso no son ambas, juntas e inseparables, las que le dan todo el sentido a una relación sexual?
Atrevámonos a no destruir una ley natural que nos conduce precisamente a esa felicidad que tanto anhelamos.
Atrevámonos a ser responsables de algo bello y valioso que nos ha sido dado: la sexualidad en todas sus dimensiones.
Web: https://www.letyourselves.com/