En un marco de señales contradictorias y transformaciones profundas, parece estar emergiendo un paradigma político inédito en Estados Unidos durante la segunda administración Trump. Al menos una docena de católicos han sido nominados para ocupar altos cargos en su gobierno, entre ellos su vicepresidente, JD Vance, un converso al catolicismo, y Robert F. Kennedy Jr., elegido para liderar el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Esta presencia católica podría tener un impacto significativo en las políticas públicas, abarcando desde el fortalecimiento de los sindicatos y el aumento de aranceles hasta la expansión de los créditos fiscales por hijo y una regulación más estricta de las industrias alimentarias y farmacéuticas.
En palabras de varios líderes católicos, existe una alineación notable entre las prioridades políticas de esta administración y la doctrina social de la Iglesia Católica, una perspectiva que trasciende el aborto y aborda temas como el matrimonio, la natalidad y el papel de las instituciones no gubernamentales en el tejido social. Esta corriente propone que «el mercado no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para crear una sociedad libre y próspera». Como afirmara el Papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum: «El trabajo no debe ser tratado como una mercancía, y el bienestar de las familias debe ser el objetivo central de toda política económica».
Un giro desde el individualismo evangélico
Este cambio de enfoque surge después de décadas de influencia del protestantismo evangélico en el Partido Republicano, una tradición marcada por un énfasis en la libertad individual y el capitalismo de libre mercado. La perspectiva que ahora se vislumbra es distinta: prioriza el bienestar de la familia y reconoce que, si esta fracasa, también lo hace la sociedad.
El Partido Republicano parece estar buscando un nuevo equilibrio ideológico tras la era de Ronald Reagan, cuya política se apoyaba en un trípode de conservadurismo fiscal, social y en seguridad nacional. Sin embargo, esta administración muestra una dicotomía interesante: mientras algunos republicanos siguen siendo escépticos sobre la intervención del gobierno, otros comienzan a verlo como una herramienta legítima para reformar la política social.
Las políticas «pro-vida», tradicionalmente centradas en la restricción del aborto, ahora se han expandido hacia una agenda «pro-familia» más amplia. Esta incluye incentivos fiscales para fomentar el matrimonio y la natalidad, restricciones al acceso de menores a la pornografía en línea, y una postura crítica frente a grandes corporaciones, como las farmacéuticas y las tecnológicas.
Un mensaje transversal
Esta visión tiene un carácter transversal que podría atraer tanto a los votantes blancos leales a Trump, frecuentemente marginados por las élites demócratas, como a un creciente número de latinos e incluso, aunque en menor medida, afroamericanos. El énfasis en la familia como núcleo de las políticas públicas representa una herramienta transformadora, donde la influencia católica aporta un cuerpo teórico sólido y una vocación de servicio.
No se trata de afirmar que Trump esté implementando una política social cristiana, sino que algunas de sus propuestas coinciden con los principios de la doctrina social católica. Este enfoque, más pragmático que teórico, encaja con la tradición anglosajona. Como señaló recientemente un analista político conservador: «Trump ha construido, quizá sin proponérselo, una plataforma abiertamente pro-familia, y eso es, en gran medida, una visión católica».
El conservadurismo del bien común
Muchos católicos en esta administración perciben en el populismo republicano un «conservadurismo del bien común», menos enfocado en los derechos individuales y más en el bienestar de las familias y las comunidades. Esta corriente sustituye un enfoque abiertamente pro-empresarial por uno centrado en el fortalecimiento de los lazos familiares y comunitarios.
Trump ha mejorado notablemente su desempeño entre los votantes católicos. En 2024, obtuvo el 59% del voto católico, frente al 50% en 2016 y al 48% en 2020, según encuestas a boca de urna de CNN. Esto refleja, en parte, su ascenso entre los votantes latinos.
Por su parte, Robert F. Kennedy Jr., una figura polémica, ha denunciado la «mercantilización de la persona humana» por parte de las grandes corporaciones farmacéuticas y alimentarias. En sus palabras: «El ser humano no es una mercancía que pueda ser administrada por engranajes de una maquinaria globalista. Hay algo mucho más profundo en lo que significa ser humano».
Las voces clave de la administración
Entre los católicos destacados en la administración Trump se encuentran Marco Rubio (secretario de Estado), Lori Chavez-DeRemer (Secretaria de Trabajo), Sean Duffy (Secretario de Transporte), Linda McMahon (Secretaria de Educación), Elise Stefanik (Embajadora ante la ONU), Kelly Loeffler (Administradora de la SBA) y John Ratcliffe (director de la CIA).
Esta inclinación hacia el catolicismo social surge en un contexto de creciente desigualdad, estancamiento de las tasas de natalidad y un debate en torno a los roles de género y el impacto de las tecnologías en la infancia.
JD Vance, convertido al catolicismo en su etapa adulta, se ha convertido en una figura central de esta visión posliberal. Inspirado por la encíclica Rerum Novarum, ha abogado por políticas laborales más justas y un equilibrio entre el mercado y el bienestar familiar.
Desafíos y tensiones
A pesar de estos avances, las tensiones internas persisten. Las prioridades de Trump en materia fiscal y de inmigración chocan con las posturas oficiales de la Iglesia Católica. Además, las grandes empresas, aliadas históricas del Partido Republicano, no abandonarán fácilmente su influencia.
Sin embargo, lo que antes parecía impensable hoy es una realidad: el pensamiento político católico está teniendo una influencia significativa en la administración de un país donde el catolicismo fue, durante mucho tiempo, sospechoso y marginal.
Reflexión final
Este fenómeno debería invitar a la reflexión a las organizaciones católicas españolas. ¿Por qué, en un país con una tradición cultural profundamente católica como España, el catolicismo político ha perdido tanta fuerza? Mientras en Estados Unidos el pensamiento social católico gana terreno, en España parece haberse diluido. Esta coyuntura invita a mirar con perspectiva, superar las narrativas simplistas y repensar el papel del catolicismo en el debate político contemporáneo.
Como diría el filósofo Charles Taylor: «El desafío no es solo defender valores, sino construir estructuras donde esos valores puedan florecer».