El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, aparece todos los días en la prensa española ocupando páginas enteras de diarios o portadas de telediarios. Supongo que es igual en todo el mundo. No desvelo nada al lector, pero le formulo una pregunta: ¿Cuántas de las informaciones que ha leído (al menos en España) son favorables al actual presidente norteamericano?
Estoy seguro de la respuesta: Ni una. Toda valoración que nos da la prensa, así como las declaraciones de políticos de aquí, son unánimes contra Trump y su tarea. Así día tras día, y a lo largo de dos años.
En modo alguno voy a erigirme en defensor del presidente del país más poderoso del mundo, y pienso que son muchos sus defectos, demasiados, y algunos graves, pero me permito exponer una experiencia. A raíz de asistir a varios congresos, algún encuentro fortuito con turistas norteamericanos que han venido a España, conversar con unos cuantos jóvenes de aquel país que son amigos o compañeros de alguno de mis hijos o de otros familiares o amigos, etc., hasta más o menos una veintena, salió la referencia a Trump, y de forma prácticamente unánime las opiniones de mis interlocutores eran muy diferentes de las que leemos en la prensa española. Muchos de ellos eran favorables a su política, y otros al menos alababan una parte de ella.
No es, obviamente, un estudio científico, ni siquiera una encuesta general, pero todas aquellas personas ni se conocían ni tenían relación entre ellas, eran de diversas clases sociales y de zonas muy alejadas dentro del país, de edades diversas, no les pregunté su filiación política, pero dudo que fueran todos republicanos o que les importara mucho la lucha política…
Llego a la conclusión de que buena parte de lo que nos llega sobre Trump, presentado como una persona casi demente, no concuerda con la realidad. Y tengo para mí que un porcentaje de las acusaciones provienen no solo de la oposición política demócrata, sino de sectores promotores de la ideología de género, del aborto, el feminismo radical, etc. que se proponen en todo momento y situación desprestigiarle. Aunque sea indirectamente, las presiones y acusaciones contra el juez Kavanaugh por supuestos abusos sexuales cometidos décadas atrás y de las que no hay testimonios son una muestra del acoso radical de determinados sectores.
Hago un paralelismo respecto a dos países europeos con los que mantengo algunos contactos. No puedo decir que los testimonios sean tan numerosos como los relacionados con Estados Unidos, pero tampoco mis informaciones directas de Hungría y de Polonia concuerdan con lo que la prensa nos da sobre sus respectivos gobiernos y sus políticas. Están también estigmatizados desde Bruselas, las acusaciones de los medios de comunicación son continuas, etc. Sin duda algunas cosas serán ciertas. Sin embargo, al hablar con gente del país, o al comprobar los resultados electorales internos a los que nadie puede acusar de pucherazo, etc. se ve que algo de lo que nos dicen desde Bruselas y en los medios de comunicación no es concordante con la percepción de los ciudadanos.
Curiosamente, las políticas de los gobiernos de Polonia y Hungría son muy contrarias al aborto y a la ideología de género, apoyan a la familia con medidas muy importantes y reconocen incluso en sus leyes fundamentales la tradición cristiana.
Hay que preguntarse quiénes son los que les atacan tanto y cuáles son las ideologías de éstos. A lo mejor obtenemos conclusiones interesantes.