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Adviento y Navidad en medio de la guerra

Iglesia

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El año pasado, los Patriarcas y Jefes de las Iglesias en Jerusalén, encabezados por el Patriarca tomaron la decisión de suspender las manifestaciones públicas de luces y decoraciones navideñas como una expresión de cercanía con las personas que sufren los efectos de la guerra.

Esta decisión fue bien intencionada, pero fue mal interpretada por muchos como una «cancelación de la Navidad» en la Tierra Santa, el lugar donde ocurrió el nacimiento de Jesucristo. Como resultado, el testimonio del mensaje navideño de luz que surge de la oscuridad (Juan 1, 9) se vio disminuido tanto en el mundo como entre el propio pueblo.

Por esta razón, este año para Adviento y Navidad, los Patriarcas y Jefes de las Iglesias en Jerusalén han animado a las comunidades mediante un comunicado a conmemorar plenamente la llegada del Salvador con signos públicos de esperanza cristiana, pero con sensibilidad hacia las dificultades que muchas personas siguen enfrentando en la región.

Un mensaje de esperanza en medio de la aflicción

Dios se hizo hombre en un momento de extrema adversidad.

En Belén, Cristo nació en la humildad de un pesebre, en una región ocupada y golpeada por la violencia.

Los ángeles proclamaron la venida del Salvador a los pastores, quienes ocupaban el lugar más bajo de la sociedad.

Fue en medio de esa oscuridad que Cristo nació para dar esperanza a toda la humanidad.

En este sentido, la Navidad proclama que la promesa de Dios de paz y salvación no está limitada por las circunstancias externas.

Por ello, los Patriarcas y Jefes de las Iglesias en Tierra Santa alentaron a los fieles a encender luces que simbolicen la esperanza que nació en Belén. Sin embargo, también pidieron que estas manifestaciones se realicen de manera sensible al sufrimiento que millones de personas continúan experimentando. Las celebraciones deben estar acompañadas por un sentido de caridad y solidaridad, características del amor de Cristo.

Gestos concretos de esperanza y caridad

Se anima a los fieles a orar continuamente por aquellos que sufren, ya que la oración es una poderosa expresión de amor y un medio para unirnos a la voluntad de Dios.

Además, se invita a realizar actos concretos de bondad y caridad: ofrecer apoyo a quienes atraviesan dificultades, contribuir con donaciones a los necesitados y participar en actividades comunitarias.

Los ángeles anunciaron a los pastores una noticia de «gran gozo» (Lucas 2, 10): la llegada de Cristo. Hoy, los cristianos deben ser portadores de esa misma buena noticia.

Por lo tanto, al encender las luces de Navidad en Jerusalén este año, se sugiere hacerlo no solo por tradición o alegría, sino como un acto de fe.

Que esta Navidad, la luz del niño Jesús renueve nuestras fuerzas para seguir siendo sus testigos en este mundo necesitado. Encendamos nuestras luces, oremos por la paz, y que nuestras acciones sean un testimonio vivo del amor de Cristo.

Porque él vino para que «la luz verdadera, la que alumbra a todo hombre» (Juan 1, 9), siga brillando, incluso en los momentos más oscuros.

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