Cada vez más universidades españolas adoptan guías del supuesto lenguaje inclusivo en un intento por adaptar sus comunicaciones internas y externas a lo que consideran una expresión más igualitaria, pero que en realidad constituye una imposición ideológica de un lenguaje partidista que pretende imponer la ideología de género y sus adláteres políticos.
Hay crecientes preocupaciones de que esta tendencia pueda derivar en una dictadura de pensamiento único, donde la imposición ideológica del lenguaje afecte negativamente a la educación.
Centros educativos superiores como la UNED, la Universidad Carlos III de Madrid, la Universidad de La Coruña, y la de Oviedo, están liderando este cambio demoledor, ofreciendo guías que delinean el uso de un lenguaje no sexista. Sorprendentemente, algunas de estas instituciones han llegado al punto de autorizar el lenguaje inclusivo en exámenes y trabajos prácticos, lo que plantea interrogantes sobre la objetividad y neutralidad académica.
Estas guías de lenguaje, impulsadas en gran medida por las oficinas de igualdad de los centros, apuntan a integrar la perspectiva de género en todos los procesos universitarios. Sin embargo, es profundamente perverso para la educación imponer una visión ideológica en la manera de comunicarse.
Por ejemplo, la guía de la UNED señala que el uso del masculino genérico es un obstáculo a la igualdad real entre hombres y mujeres. Mientras tanto, la Universidad de La Coruña ofrece «orientaciones» para incluir la perspectiva de género en las guías docentes, incluyendo el reconocimiento y eliminación de sesgos androcéntricos y sexistas.
Si bien es importante fomentar la igualdad y el respeto entre personas, hay una creciente preocupación de que el énfasis en el lenguaje inclusivo pueda acabar siendo una forma de imposición ideológica generalizada, restringiendo la libertad de expresión y promoviendo una única forma «correcta» de pensar y comunicarse.
Numerosas universidades, como la Autónoma de Barcelona, la de Granada, la de Cantabria, y muchas más, han adoptado esta tendencia. Lo que nos lleva a la pregunta: ¿es esta realmente una evolución natural de la lengua o estamos presenciando una dictadura de pensamiento único en nuestras instituciones educativas? Evidentemente, lo segundo.
Para que la educación sea verdaderamente inclusiva, debe permitir la diversidad de pensamiento y expresión. La imposición de una única forma de comunicarse como el supuesto lenguaje inclusivo es contraproducente en un entorno educativo donde se supone que las ideas deben fluir libremente.
4 Comentarios. Dejar nuevo
Nosotros sigamos diciendo «Bienvenidos», «Buenos días a todos», «Los matriculados en esta universidad», etc.
Y mostrémosles a estos aturdidos el desprecio que merece n sus chifladuras de lenguaje.
Me apunto a la recomendación de Nadin. Solo añadir que, además de seguir diciéndolo bien, deberíamos corregir a quienes, dejándose llevar por el instinto de imitación, caen en la vulgaridad de decir, por ejemplo, “Hola a todos y todas” o peor, “a todes”. Advertirles que está mal dicho, que así no se habla, igual que se corrige a un niño con que no se dice “ponido” sino “puesto”. Una cosa es que las lenguas evolucionen de acuerdo con su propio carácter y otra que gente obsesa y malhablada las degrade a posta para acomodarlas a una ideología mentecata que se las da de inclusiva y no es más que repulsiva.
Hay que resistir a rajatabla, porque esta gente que manipula el lenguaje hace algo peor que intentar implantar su ideología en la mente de los hablantes, y es que está logrando deteriorar unas lenguas que con el uso a lo largo de los años están dotadas de unos medios expresivos de tal una fluidez y elegancia que no se puede pedir más. Pero estos cretinos lingüísticos las están estropeando a base de cargarlas con dobletes de género, circunloquios colectivos, feminizaciones arbitrarias, solecismos vergonzosos y desinencias tan artificiosas como ridículas. Lo pésimo es que la clase política y el mundillo mediático colabore con tanta aplicación en este deterioro lingüístico. Esperemos que las Academias de la Lengua sigan velando por la calidad de sus lenguas respectivas y no den la categoría de “norma” a estas agresiones al sentido común lingüístico de quienes las hablan.
“Cuando se nombra “hombre” con significado de “humanidad” estamos utilizando un falso genérico.”
Que tamaña barbaridad haya salido de una Universidad es indicativo de que en ella ha sentado cátedra la estupidez feministoidal.
La palabra “hombre”, además del significado de persona del sexo masculino, ha tenido siempre el significado de “humanidad”, un genérico que es tan auténtico como cualquier otro. Lo que es falso es calificarlo de falso genérico, como consta en la “guía de lenguaje inclusivo de la Universidad de Granada”, que también es falso que sea una guía, porque uno de los sinónimos de “hombre” es “humanidad” y pontificar que esto es falso no es guiar sino desorientar.
“Hombre” procede de “homo”, que en latín ya tenía un sentido genérico equivalente a “humanidad” (“humanitas”), palabra que también procede de “homo”, con lo cual, y en lógica inclusiva, también habría que prohibirla, así como “humanidad”, “humanismo”, “humanista”, “humano” etc., por no hablar de la nomenclatura “homo sapiens” para referirse a la especie humana.
Esta casta de ideólogos de género que parasita e infecta las Universidades debería aprender que cada palabra de una lengua consta de un significante que puede tener uno o diversos significados, y que los hablantes de una lengua determinada saben en cada contexto cual es el significado que deben atribuir a cada significante, siempre y cuando estén en sus cabales lingüísticos, claro, y no se hayan dejado intoxicar por la droga inclusivista.
“Misoginia (odio a las mujeres) es un término que carece de uno similar para el odio a los hombres. Se entiende lingüísticamente como “vació léxico”.
Aquí el único vacío es el vacío mental de quien haya redactado tamaña patochada. Porque existe el término “misandria” (odio a los hombres). Ambos términos son de uso bastante reciente, pero ya han cumplido más de un siglo, y figuran en el diccionario de la RAE. Por lo demás, existe el término “misantropía”, este muy antiguo, y que tiene la virtud de ser “inclusivo”, porque significa “odio a las personas”, sean del sexo que sean.
Lo realmente necesario, para rellenar un vacío léxico, es inventar un término con el que denotar a la “imbecilidad universitaria” con la que se ha confeccionado esta guía de lenguaje inclusivo.