El escenario: Elecciones a mitad de mandato presidencial, donde esta en juego la mayoría del Congreso y, sobre todo, el siempre determinante Senado.
Después de una fase previa que apuntaba una ligera ventaja demócrata, las tornas han cambiado, y los republicanos parecen ganar y, lo que es peor, van con viento de cola. Hasta ahora mismo, la situación según las encuestas era esta: el Senado está compuesto por 100 senadores, dos por cada uno de los 50 estados de los Estados Unidos. Actualmente hay 51 republicanos, 47 demócratas y dos independientes que están del lado de los demócratas. Si se produce un empate en una votación el vicepresidente Mike Pence, republicano, sirve como voto directo. Según el último sondeo del sitio web FiveThirtyEight los republicanos tienen un 81% de posibilidades de mantener el control del Senado. El pronóstico también calcula que los demócratas tienen un 77,5% de posibilidades de ganar la mayoría en la Cámara de Representantes, actualmente compuesta por 235 republicanos, 193 demócratas y siete puestos vacantes.
La elección del juez Kavanaugh para el Tribunal Supremo, junto con la marcha de inmigrantes centroamericanos hacia la frontera de los Estados Unidos ha proporcionado un nuevo impulso a la campaña republicana. También la reducción extrema del paro a poco más del 3% es una buena baza.
En este contexto, y a días de las elecciones del 6 de noviembre, a una desconocida confabulación terrorista se le ocurre mandar ingenuamente tres paquetes bomba carentes de toda sofisticación, a tres personalidades tan protegidas como un expresidente, la esposa de Clinton y a uno de los reyes de la globalización que, con sus juegos financieros ha dejado a medio mundo lleno de cadáveres económicos sin enterrar. Era obvio que las bombas serían detectadas, porque desde Unabomber eso de enviar bombas por paquete postal ha pasado a la historia si eres “alguien” que tiene unas mínimas medidas de seguridad, claro. Como mucho, y también sin éxito, ha habido algún precedente de ataque por contaminación biológica, como en el caso del Ántrax.
Lo que si es evidente es que este suceso permite situar el foco de atención sobre estos ataques en beneficio de los demócratas, y desviarlo de uno de los grandes temas, la inmigración. La campaña es fácil, de manual: el discurso republicano alienta la violencia. ¿Llegará el famoso FBI a desentrañar quienes son los autores, y los autores de los autores? Misterio.