La guerra siempre ha acompañado al ser humano en su travesía por este mundo. Desde los albores de la humanidad, este fenómeno ha estado presente en distintos grados. Una cuestión que ha suscitado las cavilaciones de los pensadores más perspicaces, desde los historiadores clásicos como Heródoto y Tucídides, los santos como Tomás de Aquino y Agustín de Hipona, hasta ilustres militares como el prusiano Carl Von Clausewitz.
Contrariamente al pensamiento de los movimientos pacifistas hegemónicos, todos ellos comparten una misma idea: si bien la guerra no es buena ni deseable intrínsecamente, resulta utópico pensar que puede ser borrada de la faz de la tierra. La historia está repleta de gobernantes imprudentes que buscaron la paz como bien superior por encima del bien, la justicia y la verdad. Así ocurrió con las concesiones de Francia y Gran Bretaña a Hitler a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, cuando, por asegurar la paz, renunciaron a la justicia, con las consecuencias plenamente conocidas. Por ello, es necesario establecer las condiciones que constituyen una guerra como justa.
Una tarea que fue abordada por santo Tomás de Aquino, San Agustín y Francisco de Vitoria
Una tarea que fue abordada por santo Tomás de Aquino, San Agustín y Francisco de Vitoria, quienes se afanaron por establecer los presupuestos necesarios para declarar una guerra justa. De forma sucinta, sus planteamientos sobre esta cuestión pueden reducirse a que debe ser declarada por una autoridad legítima, debe secundar una causa justa, su intención debe ser recta, los medios utilizados deben ser proporcionales y el mal provocado debe ser menor al mal combatido.
Precisamente, la Segunda Guerra Mundial supuso un cambio en el paradigma de las guerras, ya que la población y las ciudades se convirtieron en un objetivo militar prioritario, tal y como se comprueba en la guerra en Gaza o en el ataque realizado por Irán a Israel que alumbró la noche en Tierra Santa. Las nuevas guerras consisten en diezmar las poblaciones y las estructuras defensivas mediante enjambres de misiles y drones.
estos supuestos progresos esconden un abandono de la moralidad por parte de los países
La efectividad de los nuevos métodos son indudables, sin embargo, estos supuestos progresos esconden un abandono de la moralidad por parte de los países, que se han vuelto insensibles a las imágenes de las ciudades reducidas a escombros a modo de sepulturas para quienes viven allí. Unas estrategias bélicas contrarias a los presupuestos establecidos por los tres pensadores que plantean un serio debate: ¿Pueden ser justas las guerras actuales?
Una cuestión que ha suscitado las cavilaciones de los pensadores más perspicaces, desde los historiadores clásicos como Heródoto y Tucídides, los santos como Tomás de Aquino y Agustín de Hipona, hasta ilustres militares Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
Las guerras justas a mi parecer eran hace siglos…ahora son unos señores que desde sus sillones dicen a quien le toca, y la mayoría si no todas, las veces es a causa de intereses no declarados y turbios.
Para vender armamento, por los yacimientos de distintos metales en países a los que quieren esquilmar…no hay nada nuevo bajo el sol. La mentira y la manipulación son moneda corriente….
Siempre que en un país hay guerra, los que sufren son los de abajo, que son la mayoría. Los que controlan todo, nunca bajan al terreno. Una forma de terminar con todo esto sería que todo el mundo se negase a ir a la guerra, que la hagan ellos si tan valientes son.