Ante una catástrofe como la ocurrida en Mallorca por las lluvias torrenciales, solo hay una respuesta inmediata: la solidaridad con las poblaciones afectadas y la oración por las víctimas. De nada vale lamentarse por errores cometidos a lo largo del tiempo, cuando se construían viviendas y otros edificios en lo que podría convertirse en un torrente mortal. Sobre todo cuando los expertos dicen que sucesos tan destructivos como el vivido en Sant Llorenç se producen cada mil años.
Otra cosa son los fallos de coordinación de los medios de socorro, pero ahora lo importante es la ayuda eficaz a las víctimas y las muestras de apoyo de todos los españoles. Además de no olvidarnos tan fácilmente, han pasado dos semanas y nos hemos olvidado.