Quienes se asomen a este blog pueden ver que ha habido cuatro entregas de una serie titulada “Ser hombre: varón y padre” dedicadas fundamentalmente a ver las funciones del padre. Mi intención es continuar con nuevas entregas, pero dadas las fechas en que nos encontramos me ha parecido conveniente interrumpir la serie de esos escritos y dedicar alguna atención a la cuestión de la alegría, que es algo que admite un doble encaje, por una parte con el nombre dado a este blog y por otra con el tiempo de Pascua que acabamos de inaugurar.
Tiempo habrá, si Dios quiere, de entrar en detalles y dedicar una atención más detallada a la cuestión de la alegría. Digamos por ahora solamente que la alegría en el hombre no es un asunto menor ni una cuestión baladí, sino un rasgo exclusivamente humano, pluridimensional y de hondo calado que afecta intensamente a la vida personal.
Exclusivamente humano porque la alegría solo se da en el hombre.
Pluridimensional porque la alegría puede ser entendida como sentimiento (cuyo origen es a la vez causa y efecto del bien), como motor de nuestras acciones, como virtud y como valor.
Y de hondo calado porque la vivencia de la alegría (o su carencia) es para toda persona el ítem clave del test de su vida. Cuando tenemos que valorar cómo nos va la vida en general o cualquiera de sus áreas (trabajo, familia, relaciones, vida de fe, economía, amistades, etc.), la pregunta definitiva es esta: ¿Estás contento/a? Digo definitiva con toda intención, porque la respuesta a esa pregunta nos define, dice quiénes somos y dice mucho sobre nuestro modo de estar en el mundo.
De entre los diversos aspectos susceptibles de reflexión en este asunto de la alegría hoy me gustaría fijarme en solo uno que atañe al lenguaje. He seguido la pista a la palabra “alegría” tanto en su etimología como en algunas lenguas hermanas y llegado a una conclusión que me parece muy iluminadora.
Etimológicamente, alegría viene del latín vulgar alícer-alecris, que a su vez procede del clásico alacer-alacris, cuyo significado es vivo, animado. Este origen nos hace pensar en la alegría como dinamismo, chispa, movimiento, y es el significado con el se aplica en el lenguaje común de la vida diaria y también en el lenguaje musical.
Por lo que respecta a algunas lenguas hermanas, he visto que en francés nos encontramos dos palabras que traducen la española "alegría": principalmente "joie", y de manera secundaria "allègresse". Paralelamente nos encontramos con las mismas voces en italiano y en catalán. En italiano aparecen, por una parte "allegria" y "allegrezza", y por otra "gioia". En catalán "alegría" se mantiene como en castellano, pero al tiempo, esta lengua acuña la voz "joiós" como alegre o gozoso.
"Allègresse", "allegria" y "allegrezza" evidencian la misma raíz latina antes señalada: alacer-acris, dinámico, ágil y vivaz.
Ahora bien, la traducción primaria de alegría en francés es "joie". Así se pone de manifiesto en cualquier diccionario español-francés cuando se busca el término alegría, o en expresiones tales como "la joie de vivre", (la alegría de vivir), o "faire la joie de la maison" (ser la alegría de la casa). "Joie", etimológicamente, se corresponde con la española "gozo", ambas procedentes de la voz latina gaudia, plural de gaudium. Gaudia, derivó en francés hacia "joie" (alegría) y hacia "joiyau" (joya). Una vez instalada la voz "joie" pasó al italiano como "gioia", con el doble significado de "alegría" y "joya", al inglés como "joy", al español como "joya" y al catalán como "joia".
Y esta es la conclusión que nos sirve el lenguaje, que la alegría es una auténtica joya, una joya psicológica de incalculable valor. Como quiera que por joya entendemos algo de gran valor cuya función habitual es el adorno, nada nos impide considerar a la alegría como una cualidad humana muy valiosa, digna de estimación, y a la vez también como un ornato psicológico. Según esto, decir persona alegre viene a significar persona encantadora, con una personalidad psicológicamente muy atractiva, que hace la relación muy grata, persona en la cual brilla esa joya que es la alegría.
Pues bien, todo esto no es para elegidos o privilegiados, esto es lo que corresponde vivir a un cristiano habitualmente, sin esfuerzos especiales, con normalidad, de manera ordinaria a lo largo de todo el año pero de manera particularmente intensa en este tiempo de Pascua.
Mil gracias por tu atención. Que Dios te bendiga.