Publicado en La Vanguardia Digital el 15/11/2021
Leo con cierta frecuencia las mayores descalificaciones para quienes mantienen posiciones críticas sobre el aborto; desde fachas a ultras, pasando por enemigos de las mujeres. Esta exageración adjetival, el uso del exabrupto que impide abrir la boca a quien discrepe, ejerce sobre mí una notable atracción, como todo aquello que no consigo terminar de explicarme racionalmente. Porque el aborto, se mire por donde se mire, es un daño grave a seres humanos. Y los daños deben minimizarse.
El aborto es impedir por la fuerza el proceso natural de desarrollo del ser humano. Esta acción agresiva, que violenta la ecología humana, tiene consecuencias negativas para la mujer como señala en abundancia la literatura médica. Que los medios de comunicación lo ignoren, no cambia los hechos:
Los daños a la mujer
Al menos el 65% de las mujeres que lo han practicado sufren del síndrome postaborto (SPA), una variante del trastorno postraumático. Su mortalidad es 5,5 veces superior, y la incidencia del suicidio 6,5 veces mayor que en las mujeres que dan a luz. Así mismo, los nacimientos prematuros y los riesgos y costes que comportan se relacionan con la práctica de abortos previos en uno de cada tres casos (Journal of Reproductive Medicine, octubre 2007; tras examinar cuatro millones de nacimientos). De todo ello nunca se informa a la mujer, ni existen servicios de atención y seguimiento para la que ha abortado. También afecta a su salud mental. El Royal College of Psychiatrist del Reino Unido, afirmaba el 14 de marzo 2008: el aborto voluntario supone un importante riesgo para la salud mental de la madre y, por tanto, se recomienda que se asesore convenientemente sobre estos riesgos a quien desee abortar. Y añade: No puede haber consentimiento informado si no se suministra una información adecuada. Todas estas referencias y otras más que no cito por razones de brevedad, las presenté en mi comparecencia en el Congreso de los Diputados, cuando fui llamado con ocasión de la tramitación de la ley vigente, que hace once años tiene pendiente un recurso de inconstitucionalidad en el Tribunal Constitucional, todo un escarnio de la justicia.
Además, la práctica es masiva y por ello sus efectos demoledores. En España en 2019 se produjeron cerca de 100.000 abortos por 360.620 nacimientos, casi uno de cada tres, y cada año aborta de promedio una mujer de cada diez u once.
Que todas estas razones de singular importancia no muevan ni a una pizca a la reflexión y al debate público es llamativo. ¿Por qué preocupa y escandaliza tanto la tala de unas decenas de árboles en la calle de una ciudad, y tan poco la muerte de 100.000 seres humanos? ¿Cómo es posible que no siembre la alarma, que exista mayor control de la administración para efectuar una tala de árboles que, sobre los abortos practicados en las clínicas privadas; la gran mayoría? El que ha de nacer, el nasciturus, es real y es un ser humano. Los científicos que trabajan con embriones humanos adoptaron el consenso de no hacerlo más allá del día 14 desde la fecundación. Este es el límite que la política y los intereses de la sociedad desvinculada no respetan. Más contradictorio todavía, mientras crecen las prácticas del llamado duelo gestacional, el que realizan las familias que han perdido la criatura durante la gestación y sufren por ello, y las prácticas para superarlo recomiendan, entre otras cuestiones, el reconocimiento del no nato fallecido como un miembro de la familia, las leyes y las prácticas siguen diciendo que no existe tal ser. Una sociedad no puede progresar humanamente entre tantas contradicciones que afectan al sentido de la vida.
La historia del aborto en la modernidad ya debería llamar la atención. Los precursores fueron los regímenes comunistas de la URSS primero y la República Popular China después, y su vigencia en el primer caso sufrió vaivenes en función de los criterios políticos sobre la población, y también de la necesidad de mano de obra fabril para la industrialización acelerada. En China siempre ha sido inseparable del control de población. Los dos sistemas políticos tienen en común, su digamos sentido instrumental de la vida humana. Pero es que el tercer país que se incorporó a la lista fue el Japón ocupado por Estados Unidos (1945-52), y por decisión de la administración ocupante. Pero su legalización en los EUA no sucedió hasta 1973. ¿Cómo es posible, que los ocupantes concedieran lo que se llama ahora un derecho a las mujeres del enemigo derrotado, y se lo negaran durante tantos años a sus propias mujeres?
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[…] Josep Miró i Ardèvol. https://www.forumlibertas.com/sobre-el-aborto-y-sus-silencios-una-reflexion-i/ […]
«Todas estas referencias y otras más que no cito por razones de brevedad, las presenté en mi comparecencia en el Congreso de los Diputados, cuando fui llamado con ocasión de la tramitación de la ley vigente»
Pues ya ve el caso que le hicieron. Aunque ya es mucho que le llamasen para hablar. Necesitaban hacer el paripé, un simulacro de discusión para guardar las formas democráticas. En realidad se y trataba de imponer una ley de aborto libre sin más. Lo de las 14 semanas de plazo es ridículo. Otra forma de aparentar que se ponen límites. Si la vida de un ser humano no se respeta a las 10 semanas de vida ¿por qué razón se va a respetar a las 20 semanas? ¿No había diputados abortistas que reclamaban alargar el plazo hasta las 24 semanas? Amparándose en los supuestos, siempre se puede aducir un motivo para abortar después de las 14 semanas, con lo cual el límite que establece el plazo es meramente formal y no tiene otra finalidad que el de aparentar cierta consideración por la vida del nuevo ser humano, como si antes de las 14 semanas no fuese uno y el mismo.
A parte de su discutible constitucionalidad, la votación y promulgación de la ley actual del aborto fue una salvajada indigna de gente civilizada.
«A lo largo de 40 minutos los diputados formularon diversas cuestiones, lo que me permitió constatar que era bastante inútil esforzarse en presentar hechos objetivos al partido del Gobierno, porque simplemente o prescindían de los datos o los alteraban radicalmente hasta darles otro significado.»
Trabajo inútil, como lo era durante el nacionalsocialismo intentar discutir con los nazis sobre el valor de la vida de los seres humanos catalogados como infra-humanos por su ideología.
No hay hechos objetivos ni razones que valgan cuando una ideología, en la actualidad la abortista, está pergeñada a base de falsedades articuladas en forma de falacias y sofismas. El afán porque las mujeres aborten trasciende toda racionalidad. Equivale a los sacrificios humanos de la antigüedad, que se han venido ejecutando hasta ahora, mediados del s. XX, y que ahora se ejecutan por medio del aborto, por supuesto con coartada democrática y al supuesto libre albedrío de cada cual. Pese a ello, o mejor gracias a ello, el resultado es el mismo o aun peor.