La victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas no me ha entusiasmado. Sin embargo, sentí satisfacción por la derrota de Kamala Harris. Podría sintetizarse la posición en la teoría del mal menor.
Aquel es un personaje muy imprevisible, con una trayectoria que en algunos aspectos no merece muchos aplausos, que está pendiente de sentencias judiciales por supuestos delitos graves y no satisface en absoluto su radicalidad de expulsar a millones de emigrantes ilegales, pero sus propuestas eran mucho más asumibles que las de su rival, algunas de ellas claramente perversas como el énfasis en el aborto considerado como derecho y hasta el último día de la gestación, incluido el aborto por decapitación al nacer, la promoción de la ideología de género y todo el entramado woke que incluye su hostilidad ante valores cristianos y la propia libertad religiosa. El programa de Harris atentaba contra muchos principios occidentales, y por supuesto cristianos.
Sobre el aspecto religioso un detalle poco citado: Harris no asistió a la cena benéfica que la archidiócesis de Nueva York organiza en cada elección presidencial, a la que se invita a los dos candidatos. Además de recaudar recursos para obras sociales, tiene la virtud de suavizar tensiones. Trump si fue. Es un asunto menor, pero sintomático que muestra la posición respecto a los creyentes católicos.
Muy importante para calibrar lo que aportaban y representaban uno y otro es hacer referencia a quienes les respaldaron.
En el caso de Trump siempre se habla de él como multimillonario y todos los días aparece en los medios de comunicación, incluso tras las elecciones, la figura del millonario Elton Musk contra la que se lanzan toda clase de invectivas, pero resulta que muchos más multimillonarios apoyaron a Kamala Harris y ésta obtuvo para su campaña muchos más recursos económicos. La mayoría del “mundo del dinero” y los “progres” han estado con Harris, así como sectores universitarios impregnados del homosexualismo y de la cultura woke, la multinacional del aborto Parent Parenhood, cantantes muy famosos no caracterizados por principios éticos de base cristiana, y no pocos de los directores y actores de Hollywood.
Casi todo el establishment norteamericano y mundial ha estado con Harris. Y prácticamente toda la prensa norteamericana. También la española, aunque se dé por supuesto que ésta no influye en la votación norteamericana, pero sí en haber creado en España una opinión pública que considera a Trump un monstruo y presenta a sus seguidores como energúmenos violentos, antidemocráticos e indocumentados. Jamás he podido leer en la prensa española de los últimos meses una crónica, un artículo, una información, favorable a Trump. Las pocas recibidas en esta línea llegaban por redes sociales, por las que, por otro lado, circulaban muchas más que eran hostiles al candidato republicano.
Centrándonos en lo relacionado con lo religioso, es muy indicativo que los católicos y los protestantes practicantes han votado muy mayoritariamente a Trump. No repito porcentajes porque de ello ya informó Fórum Libertas. Aspectos como la posición de los candidatos ante el aborto, o el respeto a la libertad religiosa, sin duda ha influido en ello.
Se verá cómo actúa Trump. En temas como el aborto fue fluctuante, aunque siempre muy lejos del radicalismo de Harris en este aspecto. Seguro que no estará al servicio de Parent Parenhood ni de financiarlo en el país ni fuera de él. Es de desear que pueda hacer mucho en pro de la paz en los conflictos existentes, que no incremente las tensiones con China, que su política arancelaria no sea una fuente de miseria para países pobres y que aplique acciones más moderada en relación con la expulsión de inmigrantes ilegales residentes en Estados Unidos.
Trump tendrá cuando asuma el cargo un nivel de poder que en pocas ocasiones ha alcanzado un presidente norteamericano. Además de haber ganado amplísimamente en votos electorales lo ha hecho también en voto popular, tendrá mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes, y ya dispone desde su anterior etapa presidencial de mayoría (6 sobre 9) de los jueces del Tribunal Supremo, al que van a parar bastantes temas “sensibles”.
Lo que haga el presidente de la primera potencia mundial influye muchísimo en el conjunto del mundo. También en valores éticos.
Casi todo el establishment norteamericano y mundial ha estado con Harris. Y prácticamente toda la prensa norteamericana. También la española Share on X
2 Comentarios. Dejar nuevo
Trump no tiene que ser ejemplar como persona sino como político. y las acusaciones estàn por probar
Un artículo con conclusiones bien meditadas y equilibradas. Personalmente soy menos optimista que su autor. Ciertamente gracias a determinados aspectos favorables de su posición en temas como el aborto o la disposición a negociar con Rusia el fin de la guerra en Ucrania, Trump puede ser considerado un mal menor, pero respecto a otros también de muchísima importancia (medio ambiente, migración, etc.) es el mal mayor. Harris estaba en manos de gigantescos consorcios con inconmensurables intereses económicos, mientras que Trump y su colaborador Musk son ellos mismos multimillonarios. En resumen, los estadounidenses sólo se podían elegir entre el fuego y las brasas. Si hay algo inquietante en estas elecciones es precisamente que han demostrado como nunca antes la identificación de poder institucional y poder económico, la total sumisión de la política al dinero. Vamos por un camino que lleva a la privatización del bien común, de todos los recursos, de las instituciones, del estado, etc. y a la desaparición del interés público. En Europa seguimos el mismo rumbo. El demo-“cristiano” Friedrich Merz, que sin ninguna duda se convertirá en nuevo canciller alemán tras las elecciones del próximo 23 de febrero, ha sido hasta 2020 presidente del consejo de administración de la división alemana de Blackrock, con sede central en Nueva York. Blackrock es la mayor gestora de inversiones del mundo, administra nada menos que 10 billones de dólares, obtiene beneficios anuales de unos 17 mil millones y puede ser considerada como uno de los “buques insignia” de la globalización. Los estrechísimos vínculos entre estos poderes económicos absolutamente hipertrofiados y las instituciones políticas, hasta el punto de que casi se borran los límites entre ambos, son un hecho gravísimo.