Para la vigilia y la festividad de Todos los Santos, el primero de noviembre, existe la costumbre de practicar la célebre castañada familiar; una comida festiva a base de boniatos, fruta confitada, castañas y, sobre todo, los «panellets», que son unos deliciosos pastelitos que son uno de los postres más tradicionales de Cataluña.
Los panellets combinan, de manera excelente, el azúcar y la pasta de almendra que se envuelve con piñones – y a veces con relleno de confitura– que son la delicia de grandes y pequeños, especialmente cuando se acompañan con un vasito de malvasía o de moscatel.
En tiempos de crisis, la tradición solariega y monástica hacía los bollos con pasta de calabaza, harina y yema de huevo y que luego untaban con miel y se comían junto con las castañas asadas a la brasa. En cuanto al boniato, estudios recientes han puesto de manifiesto que son una de las hortalizas más agraciadas con hidratos de carbono y azúcares, con vitamina A y E y sin nada de grasas, de tal manera que actúa contra el cáncer de pulmón y de piel. Al estar integrado por un porcentaje elevado de agua hace que sea un excelente hidratante del sistema digestivo.
También es propio de este tiempo otoñal la cocina de las setas. Hemos, sin embargo, de evitar una recogida abusiva de setas ya que se podría alterar el bosque, además se deben saber identificar (dado que hay tóxicos) y recoger de manera respetuosa y correcta sin dañar el sotobosque. El níscalo, el ruiseñor, la llenega, la negrilla, la seta, el carlet, la cepa, la trufa, tienen un papel muy destacado en la cocina de campo de nuestra casa y con ellos se preparan unos guisos excelentes como la perdiz con níscalos, el estofado de ternera con llenega, el arroz de setas, rabo de toro con rebozuelos y, sobre todo, aquella sabrosa coca de recapte con níscalos y verduras de temporada.