(Vatican News).- En el día en que inició su pontificado, la Iglesia recuerda a San Juan Pablo II. Esta fecha, el 22 de octubre, también puede tejer un hilo en la memoria que se entrelaza con varios momentos de la trayectoria y el magisterio del Papa polaco, nacido en Wadowice en 1920, entre las orillas de dos milenios. En medio de los grandes cambios de la historia y del equilibrio del mundo, las palabras y reflexiones de Juan Pablo II son y siguen siendo una brújula para guiar a la humanidad. Su legado aún hoy, en este tiempo sacudido por la pandemia, se refleja en la encomienda a María, en la exhortación a abrir las puertas a Cristo, en el testimonio dado incluso en la prueba de la enfermedad.
«No tengas miedo»
El 22 de octubre de 1978 fue el día de la misa de inauguración del Pontificado. En su homilía, el nuevo Obispo de Roma pronunció estas palabras: «¡Hermanos y hermanas! No tengas miedo de aceptar a Cristo y su poder. ¡Ayuda al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con el poder de Cristo, servir a los hombres y a toda la humanidad! No tengas miedo. Abran, de verdad, abran de par en par las puertas a Cristo».
La redención no evita el sufrimiento humano
El 22 de octubre de 1980 es el miércoles, día de la Audiencia General. Al saludar a los enfermos, el Papa Juan Pablo II subraya que «la comunión del sufrimiento con Cristo nos recuerda a todos que, precisamente a través de sus sufrimientos, nos ha redimido de la alienación del pecado y nos ha devuelto la comunión con Dios». A vosotros -dijo- va mi deseo, así como la seguridad de mi oración, de que penetren cada vez más en el reconfortante misterio de la redención, que no elude, sino que incluye necesariamente el sufrimiento humano.
El valor de los jóvenes para el futuro de la Iglesia
El 22 de octubre de 1981, unos meses antes del dramático atentado en la Plaza de San Pedro, el Papa Wojty?a celebró una misa para los estudiantes del Pontificio Seminario Mayor Romano. «Eres la niña de mis ojos y la esperanza de la Iglesia de Roma». El seminario, añadió en aquella ocasión, es un signo claro «de que hay comunidades cristianas capaces de madurar en sus propias entrañas a quienes un día, revestidos del carácter de sacerdote, continuarán la obra de Cristo entre ellas». «Es un signo de que las familias ricas en virtudes y en espíritu de sacrificio han merecido la gracia de entregar a sus hijos a la Iglesia; es una prueba de que el mundo moderno, a pesar de las sombras que a veces lo nublan, es rico en esperanza y certeza, porque puede contar con jóvenes valientes dispuestos a dar la vida por su redención.»
El pensamiento del Paraíso debería hacernos regocijar
El 22 de octubre de 1985, el Papa Wojty?a dirigió estas palabras a los estudiantes del Seminario Mayor Pontificio: «Me alegra comenzar este día, tan significativo para mí, junto a vosotros en torno al altar del Señor, para ofrecer con ustedes y por ustedes el santo sacrificio de la Misa. «Dios -dice el Papa Juan Pablo II- nos creó para hacernos partícipes de su felicidad eterna y absoluta. No podemos entender en qué consiste esta alegría suprema y total, pero Jesús nos da una cierta visión, diciendo que la situación se invertirá entonces, y Dios mismo se pondrá a nuestro servicio. «En verdad les digo que se ceñirá con sus vestiduras, los pondrá a la mesa y pasará a servirles». El pensamiento del Paraíso debe hacernos exultar de alegría, y debe estimular a cada uno a un compromiso constante con su propia santificación».
El espíritu de Asís
El 22 de octubre de 1986, en la Audiencia General, el Papa Wojty?a recordó el próximo encuentro, que se celebraría el 27 de octubre en Asís, con representantes de otras Iglesias y comunidades cristianas y de otras religiones del mundo con el fin de rezar por la paz. «Las religiones del mundo, a pesar de las diferencias fundamentales que las separan, están todas llamadas a dar su contribución al nacimiento de un mundo más humano, más justo, más fraterno».
Mirando a María
El 22 de octubre de 1989 fue un domingo y se celebró la Jornada Mundial de las Misiones. En el Ángelus, Juan Pablo II -que eligió las palabras «Totus Tuus María» como lema- pidió una oración al Señor «por las vocaciones misioneras». «Y esta súplica confiada -añadió- la confiamos ahora a María, que fue la primera misionera, al haber dado al mundo a Jesús, nuestro Salvador. A ella encomendamos a todos los misioneros, que en este domingo sentimos cercanos con especial cariño y gratitud».
Permitir que Cristo hable a la humanidad
El 22 de octubre de 1990, el Pontífice recibió en audiencia a algunos peregrinos polacos en el 12º aniversario del inicio de su Pontificado. A ellos les renueva su exhortación: «¡No tengan miedo!». «Hoy, tantas veces -añade- el hombre no sabe lo que lleva dentro de sí, en el fondo de su alma, de su corazón. A menudo no está seguro del significado de su vida en esta tierra. Le invade la duda, que se convierte en desesperación. Permitan, pues -les lo ruego, les lo imploro con humildad y confianza-, permitan que Cristo hable al hombre. Sólo él tiene palabras de vida, ¡sí! De la vida eterna».
El hombre no debe ejercer un dominio despótico sobre la creación
La cuestión ecológica es el tema central del discurso del Papa Juan Pablo II a los miembros del comité organizador del Premio Internacional del Medio Ambiente «San Francisco» el 22 de octubre de 1992. El hombre -dijo- se reconoce como colaborador de Dios en la obra de la creación cuando, abrazando la fe, se abre con humilde gratitud a la Fuente de la vida y asume una actitud de fraternidad responsable hacia las criaturas. La particular posición del hombre en el cosmos no debe, por tanto, llevarle ni a opciones de dominio despótico ni a formas de abdicación pasiva de su papel: su auténtica centralidad consiste más bien en un servicio autorizado al plan de Dios para el mundo, un plan que culmina en la redención del pecado y la muerte segunda».
Los jóvenes y la evangelización
Reunido el 22 de octubre de 1995 con algunos prelados de Brasil, Juan Pablo II subrayó que los jóvenes serán «los constructores del futuro». «Los jóvenes no sólo son evangelizados, sino que también son evangelizadores que dan a conocer el Evangelio a sus compañeros, incluso a los que se han alejado de la Iglesia y a los que aún no han escuchado la Buena Noticia». «Muchos jóvenes -añade- tienen un enorme potencial de generosidad, dedicación y compromiso y se sienten atraídos por formas de voluntariado, especialmente cuando se trata de servir a los necesitados.