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Los milagros y gracias del hospital italiano de San Gerardo

Familia

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En Monza, Italia, existe un lugar donde se libra una carrera  trascendental: la carrera hacia el cielo. Se trata del Hospital San Gerardo, un centro médico público con una misión marcada por la presencia y la intercesión de santos como Carlo Acutis y Gianna Beretta Molla.

Este hospital, con más de ocho siglos de historia, se ha convertido en lo que el padre Riccardo Brena —uno de sus capellanes— llama un “hospital de santos”. Y no es una frase retórica.

El hospital fue escenario de los últimos momentos en la tierra de dos figuras católicas cuyo testimonio de fe sigue conmoviendo a creyentes de todo el mundo. También ha sido testigo de milagros reconocidos por la Iglesia y es un lugar donde la fe se entrelaza profundamente con el sufrimiento humano.

La fe de Carlo Acutis

El 12 de octubre de 2006, Carlo Acutis, un adolescente de apenas 15 años, falleció en la sala de oncología pediátrica del Hospital San Gerardo a causa de una leucemia fulminante.

Pocos días antes, había ofrecido sus sufrimientos por el Papa Benedicto XVI y por la Iglesia.

Su serenidad, entrega y profunda devoción marcaron a médicos, enfermeras y capellanes. Uno de ellos, el padre Brena, quedó “asombrado por la compostura y devoción” con la que Carlo recibió la Eucaristía, incluso en sus últimos momentos antes de entrar en coma.

Carlo llamaba a la Eucaristía “mi autopista al cielo”. Fue en este hospital donde su viaje hacia la santidad llegó a su última curva terrenal. Su canonización, que será el próximo 7 de septiembre de 2025, no solo honra su vida breve pero intensa, sino que transforma su lugar de muerte en un faro de esperanza para miles de familias que atraviesan el dolor de la enfermedad.

Santa Gianna Molla: heroísmo materno

Décadas antes de Carlo, otra figura santa también dejó su huella en los pasillos del hospital. El Viernes Santo de 1962, la doctora Gianna Beretta Molla fue ingresada al San Gerardo para dar a luz a su cuarta hija.

Diagnosticada con un tumor en el útero al inicio del embarazo, Gianna rechazó tanto el aborto como la histerectomía para salvar la vida de su hija, aun sabiendo el riesgo mortal que eso implicaba para ella.

“Si deben elegir entre mí y el bebé, no duden… salven a la niña”, le dijo a su esposo. Su hija, Gianna Emanuela, nació sana el Sábado Santo, pero días después Gianna falleció a causa de una infección severa. En su agonía, apenas podía recibir la Comunión, pero pidió con insistencia al Señor: “Jesús, te amo. Jesús, ayúdame”.

Ambos testimonios, el de Carlo y el de Gianna, muestran la radical entrega cristiana en el sufrimiento, una entrega que convierte el dolor en oración.

Un lugar de milagros y presencia divina

San Gerardo no es solo un hospital por el que pasaron santos: también es tierra fértil para milagros.

En 2002, nació allí Pietro Schiliro con una malformación pulmonar grave. Ante su deterioro, sus padres lo bautizaron de urgencia y rezaron una novena a los padres de santa Teresita de Lisieux, Louis y Zélie Martin.

Tras un mes en terapia intensiva, la recuperación del bebé fue tan sorprendente que el Vaticano reconoció el hecho como milagroso en 2008, contribuyendo a la canonización del matrimonio Martin.

Otro caso ocurrió en 2014, cuando una madre, con ruptura prematura de membranas a las 13 semanas de embarazo, dio a luz en Navidad a una hija sana. Este nacimiento, asociado a la intercesión del papa san Pablo VI, fue clave en su canonización.

No es de extrañar que este hospital tenga raíces igualmente santas. Fundado en 1174 por san Gerardo dei Tintori, un hombre que usó su herencia para atender a pobres y enfermos, el hospital ha sido testigo de siglos de fe y milagros.

San Carlos Borromeo, como arzobispo de Milán, llegó a investigar 20 de los milagros atribuidos a san Gerardo.

Una misión espiritual en el corazón del hospital

Hoy, el hospital cuenta con una parroquia interna que alberga reliquias de san Gerardo, de Carlo Acutis y de los santos Louis y Zélie Martin.

El padre Brena, capellán desde 2022, vive dentro del recinto para atender espiritual y sacramentalmente a pacientes, familiares y personal médico.

Viste una bata blanca sobre su sotana, y considera su labor como una misión evangélica: bautiza a bebés que mueren a las pocas horas de nacer, lleva la Comunión a los enfermos, escucha historias llenas de dolor y consuela a quienes enfrentan la muerte. A menudo acompaña también al personal médico, desgastado por el sufrimiento cotidiano que presencian.

“No siempre puedo visitar a todos los pacientes”, reconoce. “Pero le pido al Señor cada noche que llegue donde yo no pude. En nuestra insuficiencia, la gracia de Dios actúa más que nosotros”.

Una de las historias que más lo ha conmovido es la de una pareja cuyo hijo, Pietro Carlo, fue internado por una grave infección en la pierna. Rezaron a diario a Carlo Acutis, asistieron a misa y recibieron la Eucaristía en su nombre. Los médicos habían previsto tres meses de hospitalización; el niño se recuperó en dos. “Fue gracias a Carlo”, afirma el capellán.

La cruz que salva

El hospital prepara ahora un jardín conmemorativo llamado “El Jardín de los Santos”, y una exposición sobre “la belleza del crucifijo”. El padre Brena lo resume con una verdad profundamente cristiana: “Nadie quiere sufrir. Pero aceptar el sufrimiento, para un católico, es unirlo a la cruz de Jesús. Y esa cruz se vuelve más ligera cuando se ofrece junto a la de Él”.

El Hospital San Gerardo ofrece un gran mensaje: el sufrimiento no es el final, sino una puerta hacia la redención cuando es vivido con fe. La vida de Carlo Acutis lo demuestra: no importa cuántos años se vivan, sino cómo se vive cada día, con gracia y entrega a Dios.

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