No he conocido referencias de ningún musulmán o judío residente en España que plantee la eliminación de la celebración de la Navidad (o de otras fiestas religiosas católicas). He preguntado por ello a otros, especialmente a profesores que tienen alumnos musulmanes en sus aulas y se relacionan más o menos con sus padres. Ni uno. Seguro que los habrá, pero serán casos marginales. Sin embargo, hay en España quienes intentan borrar la Navidad. Son sectarios laicistas autóctonos empeñados en eliminar todo cuanto pueda sonar a cristianismo, entre otros aspectos la referencia a la Navidad, y se escudan en que no hay que herir los sentimientos de los de otras religiones.
Algunos de los intentos antinavideños se promueven incluso desde cargos públicos. Barcelona es uno de los epicentros en España.
Desde la Generalitat, en años anteriores se felicitaba con “Bones festes” (Felices fiestas), con tal de no citar la Navidad. Por supuesto, nada en la iconografía o en las luces de las calles. Los gobiernos municipales de Colau convirtieron en un esperpento el tradicional belén de la plaza Sant Jaume, en el que la Virgen María podía ser un marciano o los Reyes Magos simbolizados por una silla. El nuevo alcalde, Collboni, ha salido de aquella ridiculez, pero entró en otra extravagancia: esconder el pesebre dentro del ayuntamiento y colocar en la plaza una gran estrella. Para evitar polémica, dijo. Una forma vergonzante de justificarse.
En no pocos centros educativos públicos tampoco se habla de la Navidad, y algunos se refieren a las vacaciones o al solsticio de invierno.
Incluso al margen de creencias religiosas, ¿alguien puede pensar que por el “solsticio” tanta gente mostraría la solidaridad hacia muchos otros, ni tantas familias intentarían reencontrarse?, ¿alguien cree que en la vida y los principios de las personas tiene alguna influencia el hecho de que en una jornada determinada del año la noche o el día sean un poco más largos o más cortos? Como máximo, que sea una fiesta para la diversión sin trascendencia alguna.
Contra tal imposición dirigida desde diversos ámbitos, hay quienes luchan para recuperar no solo lo religioso, sino incluso el sentido común y con él las tradiciones, las bases de nuestra sociedad. Chesterton escribió que llegaría algún día en que habría que desenvainar la espada para defender que el pasto es verde. Entre los que se han movilizado está el recién creado Corriente Social Cristiana. Estoy convencido de que los antinavideños tienen asegurado el fracaso y en no muchos años la referencia a la Navidad volverá a ser lo habitual.
Mucho más peligrosa es otra vía orientada a borrar la Navidad, sin derogarla y sin ni siquiera eliminar el nombre: reducirla al zénit del consumismo. Es una incuestionable realidad que, para muchos, quizás una mayoría de los ciudadanos, la Navidad ha evolucionado hacia el materialismo, hacia el consumo desbocado. Tanta publicidad, luces, árboles adornados y reclamos fomentando los impulsos hacia el consumo han conseguido convertir muchas celebraciones religiosas tradicionales, en especial la Navidad, en oportunidades comerciales, alejándolas de su objetivo original y de sus raíces espirituales.
Devolver las cosas a su lugar exigirá una verdadera revolución. Pero una revolución pacífica y desde abajo. Orwell escribió que en tiempos de engaño universal decir la verdad se convierte en un acto revolucionario. Volver a vivir la Navidad, a la sencillez y a la grandeza que trajo Cristo, es hoy revolucionario. En una sociedad consumista, superficial y líquida es una rebeldía de gran calado el priorizar lo espiritual sobre los regalos, reflexionar sobre lo profundo de la vida, dedicar un tiempo a los demás. Puede empezarse con detalles tan simples como poner el belén en casa, proponer a muchos comerciantes que los incluyan en sus escaparates, explicar con sencillez a los niños el misterio de Belén, vivirlo en las familias.
Hay una marea creciente de personas que desean devolver a la Navidad su esencia original. De un lado, revivir lo religioso. De otro, aunque vinculado, un reencuentro de la familia. Además, que sea una etapa para la generosidad, la solidaridad, el compartir. En esto participan incluso muchos no creyentes de buena voluntad.
No he conocido referencias de ningún musulmán o judío residente en España que plantee la eliminación de la celebración de la Navidad Share on X