La Basílica de San Pedro, en el Vaticano, alberga una de las obras más impresionantes de la historia del arte barroco: el Baldacchino del Bernini. Este monumento, que se encuentra sobre el altar mayor y la tumba de San Pedro, ha sido objeto de una meticulosa restauración que ha permitido devolverle su esplendor original. El proceso, que duró nueve meses, culminará con su revelación oficial el próximo 27 de octubre.
Un coloso a 30 metros de altura
El Baldacchino, una estructura de bronce, cobre, madera y oro, alcanza una altura de 30 metros, el equivalente a un edificio de diez pisos. Diseñado por Gian Lorenzo Bernini entre 1624 y 1635, se erige sobre el altar principal de la basílica, ofreciendo una espectacular visión a los peregrinos que visitan este lugar sagrado.
Sin embargo, para apreciar completamente su grandeza, es necesario verlo de cerca, como lo hicieron los restauradores que trabajaron a 20 metros de altura. Desde esa perspectiva privilegiada, los ángeles o «putti» que sostienen las llaves de San Pedro, que desde el suelo parecen figuras infantiles, revelan su verdadera magnitud: son enormes colosos, con llaves de más de un metro y medio de altura.
Uno de los detalles más fascinantes de esta obra es el uso de la perspectiva. Las abejas, símbolo de la familia Barberini, a la que pertenecía el papa Urbano VIII (bajo cuyo pontificado se erigió el Baldacchino), parecen aumentar de tamaño conforme se elevan hacia la cúspide de la estructura, hasta llegar a un punto en el que son tan grandes como palomas. Este efecto visual, magistralmente ejecutado por Bernini, sorprende al espectador y crea una ilusión de movimiento y vida que solo puede apreciarse plenamente al estar cerca de la obra.
Un proceso de restauración monumental
El proceso de restauración de esta magnífica obra comenzó hace nueve meses y ha sido todo un desafío técnico y artístico. Según explicó Alberto Capitanucci, uno de los ingenieros responsables, el trabajo consistió principalmente en la limpieza de las superficies, ya que el monumento, a pesar de su antigüedad, se encontraba en buen estado general.
No obstante, con el paso de los siglos, las columnas de bronce, que están rellenas de hormigón para asegurar su estabilidad, habían acumulado polvo, suciedad y partículas generadas por la condensación provocada por el constante flujo de peregrinos. Uno de los restauradores, Giorgio Capriotti, explicó que el objetivo era devolver al Baldacchino el brillo que tuvo en el momento de su creación, destacando especialmente el oro de las decoraciones, que contrasta con el color cuero del bronce, evocando la idea de un baldaquín procesional hecho de telas sostenidas por varas revestidas en cuero.
Además de la limpieza, el equipo de restauradores encontró curiosos objetos relacionados con los anteriores trabajos de mantenimiento, como la lista de la compra de un trabajador del siglo XVIII o una pequeña zapatilla de un niño, aparentemente dejada por un padre como un símbolo de esperanza de que su hijo un día heredara su puesto. Estos hallazgos, que ofrecen un vistazo único a la vida cotidiana de los trabajadores que han mantenido la basílica a lo largo de los siglos, serán catalogados y conservados como parte de la historia viva del monumento.
La Cátedra de San Pedro: una revelación inédita
El 27 de octubre no solo se desvelará el restaurado Baldacchino, sino que también, por primera vez en la historia reciente, se mostrará al público la Cátedra de San Pedro, otro elemento monumental de la basílica vaticana. Esta obra, ubicada en la parte trasera del Baldacchino en la zona absidal, es una silla de madera decorada con intrincados detalles en marfil que ha sido objeto de estudio por parte de especialistas.
A partir del 27 de octubre y hasta el 8 de diciembre, los fieles podrán verla de cerca, situada a los pies del altar mayor. La exhibición de la Cátedra será un evento único, ya que generalmente esta se mantiene oculta tras la «Gloria del Espíritu Santo», una deslumbrante composición de Bernini que la rodea.
El monumental esfuerzo de restauración no se limitó a la limpieza de las superficies. Según el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica Vaticana, fue necesario realizar complicados cálculos de ingeniería para asegurar la estabilidad de los andamios, que pesaban varias toneladas, en una estructura subterránea tan delicada como la basílica, que alberga las grutas vaticanas y la necrópolis. Para evitar desequilibrios durante el desmontaje, se deberá proceder con igual precisión para distribuir adecuadamente el peso.
El cardenal Gambetti subrayó que la restauración del Baldacchino no es solo una tarea técnica, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la belleza y la gloria que la Iglesia debe reflejar.
Ubicado en el corazón de la basílica, el Baldacchino cubre el altar donde se celebra la Eucaristía, un símbolo profundo de la comunión y la reconciliación que Jesús ofreció a la humanidad.baldachinCáted