La reciente propuesta de Irene Kahn, Relatora Especial de la ONU para la Libertad de Expresión, ha encendido las alarmas entre defensores del derecho fundamental a la libertad de expresión. En su informe, Kahn recomienda a los gobiernos y empresas encargadas de las redes sociales implementar restricciones sobre opiniones que promueven una visión tradicional sobre el matrimonio, la sexualidad, la ideología de género y el aborto.
Esta posición, argumentando contra la supuesta “desinformación sexista” y etiquetándola como una forma de “violencia de género”, plantea serias preguntas sobre la voluntad de sofocar el pluralismo de ideas y opiniones, algo consustancial a la democracia.
Kahn, cuya posición en la ONU está diseñada irónicamente para defender la libre expresión, ha sido criticada por abogar por la limitación de este derecho esencial, sugiriendo una paradoja en la que la defensora de la libertad de expresión propone restricciones a dicha libertad.
Este informe pide a los gobiernos poner coto a lo que define como “desinformación sexista”, ofreciendo ejemplos de diferentes países y situaciones donde la información ha sido esgrimida de manera que, a su juicio, perjudica los derechos sexuales y reproductivos y las diversas identidades de género.
Sin embargo, mientras que el informe refleja una preocupación válida sobre el impacto de la desinformación y el discurso de odio, también revela la preocupante propuesta de imponer restricciones en el discurso público, un pilar fundamental de cualquier sociedad democrática. Aunque la desinformación deben ser confrontadas en todos los temas y desde todas las visiones, es crucial mantener un espacio donde las opiniones plurales puedan ser expresadas sin temor a la censura.
El informe afirma que «en Irlanda, en la época del referéndum sobre el aborto, se difundió información falsa que relacionaba el aborto con la depresión, el cáncer y el síndrome de Down». También señala a Italia, donde «un grupo provida afirmó falsamente -según la opinión de la ONU- que el aborto era la principal causa de feminicidio en el mundo».
La necesidad de un espacio público donde las opiniones puedan ser expresadas y discutidas libremente es vital para evitar derivas totalitarias que podrían negar la libertad de expresión y suprimir voces disidentes a la propia. Historias pasadas y presentes de diversas naciones nos recuerdan los peligros de tales prácticas, donde la represión de voces disidentes ha llevado a la supresión de libertades y, en casos extremos, a graves violaciones de los derechos humanos.
Los límites de la libertad de expresión siempre han sido y seguirán siendo objeto de debate. Proteger a las comunidades vulnerables del discurso de odio y la desinformación es un objetivo loable, pero hacerlo a través de la restricción del discurso y desde ideologías políticas sesgadas y específicas puede tener consecuencias profundas e indeseadas, pudiendo incluso polarizar aún más a la sociedad.
Este informe de Kahn, en medio de sus argumentos, ha omitido la consideración de la importancia de defender la diversidad de opiniones y el diálogo constructivo como mecanismos para enfrentar y desmantelar la desinformación y el prejuicio. Es fundamental que la comunidad internacional, mientras busca proteger y defender los derechos humanos, también salvaguarde el derecho a expresar una gama de opiniones y fomente un diálogo inclusivo y pluralista, que es la base sobre la cual las sociedades democráticas y justas se construyen y prosperan.
En sus conclusiones finales, la Relatora de la ONU para la Libertad de Expresión propone a los Estados que actúen de manera coercitiva, en lo que de hecho sería un ataque a la libertad de expresión: «Redoblando sus esfuerzos y adoptando todas las medidas apropiadas, incluso mediante leyes, políticas sociales y programas, para eliminar los estereotipos de género, las normas sociales negativas y las leyes, políticas, prácticas y actitudes discriminatorias».
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El discurso de esta señora sería auténtico y decente si su petición de poner coto a la desinformación sexista viniese acompañada de una petición similar respecto a la desinformación abortista, sobre todo teniendo en cuenta que la promoción del aborto está basada exclusivamente en falsedades y falacias, la mayoría tan burdas que cuesta creer que alguien se las pueda tragar de buena fe.
Esta señora, que va de protectora de la libertad de expresión, ya ha dejado bien claro que solo gozan de este derecho quienes postulan el derecho a abortar, aunque lo defiendan desinformando a mansalva. Por el contrario, cualquier expresión, aunque sea veraz y comprobada, que venga a menoscabar la legitimidad del derecho a abortar, es “desinformación” que hay que censurar.
Muy listilla, la señora Irene Kahn, pero su discurso no cuela, por hipócrita. Esta señora no ha hecho más que ponerse en evidencia como una integrista del abortismo que no tolera crítica alguna contra una barbaridad que el pseudo-feminismo fanático ha logrado instaurar con la cobertura legal de un “derecho sexual y reproductivo”.
Una impostura absurda, la de esta señora, porque si la hubiesen abortado a ella ahora no estaría aquí defendiendo que aborten a los demás. Debería caérsele la cara de vergüenza con solo pensar en las personas abortadas a las que no se permite gozar de la libertad de expresión para defender su derecho a la vida.
No es el único ámbito en el que ocurre. También en relación a temas sanitarios (p. ej. corona) y políticos (p. ej. Ucrania) se intenta, y en buena medida se consigue, ejercer censura o, todavía peor, desprestigiar sistemáticamente a personas, grupos o entidades simplemente por expresar opiniones o defender posiciones divergentes de la versión considerada como «políticamente correcta». En determinados casos se llega a tomar represalias (despidos, acciones judiciales, etc.). Y no estoy hablando de sanciones contra quien calumnia, incita a la violencia o comete otros actos evidentemente delictivos, sino simplemente de acoso contra quien expresa una opinión. El concepto de «desinformación» se emplea como comodín para acallar cualquier opinión «disidente».
S la que deberían censurar es a tipejas como esta.
Ya son tantas las barbaridades que se dicen desde estos ámbitos, que deberían ser, decentes, buscando el bien, o al menos sensatos…
¡¡Pobre mujer!! Recemos por ella…
Encima, es responsable para la libertad de expresión…
Con tanto funcionario de la ONU soltando disparates a diestra y siniestra , se pregunta uno: ¿para qué la ONU? Preferible nada que ONU.