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Reflexiones desde el hospital

La firma

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A lo largo de la vida, tarde o temprano,hemos de ir al hospital, ya sea porque estamos enfermos o porque acompañamos a otros en su enfermedad. Dejadme que os diga una cosa que llevo en el corazón, y que quisiera que se interpretara correctamente. La habitación del hospital, es un lugar sagrado, y lo es porque allí dentro se reproducen aquellos aspectos de la vida, que nos hacen madurar como personas. Por una parte vemos de una forma clara, el reconocimiento de nuestras limitaciones, de nuestra dependencia a los demás, allí se vive el dolor, el sufrimiento, la angustia, la incerteza. Delante de todo esto, que llamamos la adversidad, como una situación no deseada, tenemos dos opciones, o bien rechazamos lo que consideramos como una desgracia inmerecida, nos deprimimos, y sin darnos cuenta nos hacemos daño a nosotros mismos y a los que nos rodean. En cambio, cuando esta adversidad es asumida serenamente, es como un bálsamo que lo suaviza todo. Todo y todos salen beneficiados.

He dicho antes que la habitación del hospital es un lugar sagrado, porque allí dentro se producen una serie de realidades, que nos hacen más humanos. Allí dentro se hace presente la ciencia, la técnica, la experiencia, el esfuerzo, el control, la entrega, la generosidad… y todo esto puesto al servicio de la vida y de los que sufren la enfermedad. Y todo este gran colectivo de personas que trabajan en el mundo de la sanidad, que día a día dan su vida y su trabajo para mejorar la salud de los enfermos, bien merecen nuestro agradecimiento y valoración.
Cuando dejas la habitación del hospital, tienes la impresión que allí se viven unos valores que hacen mucha falta en el mundo en que vivimos. El respeto y la valoración de la vida, la responsabilidad, el orden, el trabajo en equipo… si, es cierto que a veces puede haber mal humor entre el personal porque hay mucho trabajo a hacer y pocos a hacerlo, pero lo cierto es que todas las cosas que nos acompañan a lo largo de la vida, allí se hacen presentes. Desde la alegría del nacimiento de una criatura, hasta el dolor y la desolación cuando perdemos a un ser querido. Por eso, bien podemos decir, que la habitación del hospital, es una auténtica escuela de la vida.

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