A lo largo de la vida, tarde o temprano,hemos de ir al hospital, ya sea porque estamos enfermos o porque acompañamos a otros en su enfermedad. Dejadme que os diga una cosa que llevo en el corazón, y que quisiera que se interpretara correctamente. La habitación del hospital, es un lugar sagrado, y lo es porque allí dentro se reproducen aquellos aspectos de la vida, que nos hacen madurar como personas. Por una parte vemos de una forma clara, el reconocimiento de nuestras limitaciones, de nuestra dependencia a los demás, allí se vive el dolor, el sufrimiento, la angustia, la incerteza. Delante de todo esto, que llamamos la adversidad, como una situación no deseada, tenemos dos opciones, o bien rechazamos lo que consideramos como una desgracia inmerecida, nos deprimimos, y sin darnos cuenta nos hacemos daño a nosotros mismos y a los que nos rodean. En cambio, cuando esta adversidad es asumida serenamente, es como un bálsamo que lo suaviza todo. Todo y todos salen beneficiados.
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