Ante un escenario económico cada vez más tenso, con la Unión Europea al borde de la recesión, España no se escapa del bloqueo político que están sufriendo numerosos países en Occidente. Tras el anuncio de nuevas elecciones por parte de Meritxell Batet, los pronósticos sobre la ingobernabilidad de España de han cumplido. Con un descenso de la participación en las últimas elecciones y las continuas revisiones a la baja sobre el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) el panorama no ofrece grandes expectativas económicas.
A todo esto se le suma la subida del petróleo, además de los anteriores factores, ha llevado al Instituto Nacional de Estadística (INE) a reconocer que la desaceleración es aún mayor de lo esperado. Las promesas de Pedro Sánchez de reforzar el crecimiento económico con la llamada Agenda del Cambio acabaron sin concretar en grandes medidas. Por otro lado, las políticas lanzadas por el gobierno socialista han ido aunando aún más la incertidumbre entre el empresariado.
Por otro lado, la gestión de la deuda pública se dificulta aún mas. Con unos Presupuestos Generales del Estado actualizados (ahora están en vigor los PGE de 2018, prorrogados) y las escasas perspectivas de que que haya unas nuevas Cuentas en los próximos meses (el proceso de su aprobación comienza normalmente en junio del año anterior, con la presentación del techo de gasto) complican la adopción de medidas y partidas de gasto contra la desaceleración económica.
En este sentido Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, ha lanzado un mensaje de advertencia. Según sus declaraciones «la incertidumbre no es buena para la economía». Un paso para tratar este problema de gran magnitud es la solución política «cuanto antes».El máximo responsable del Banco de España ha querido responder con «prudencia», pero ha señalado que es «evidente» que la incertidumbre en general no favorece a la economía y que un «foco de posible incertidumbre es el político».
Ante esta situación, ha defendido el «paquete de medidas expansivas» adoptadas recientemente por el Banco Central Europeo (BCE) con el objetivo de «paliar» los efectos negativos de los bajos tipos de interés, la «desaceleración de la economía en el zona euro» y «contrarrestar el deterioro de las perspectivas de crecimiento de inflación -hoy por debajo del objetivo de estabilidad del 2%-.