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¿Quién manda en tu vida?

Libertades

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Tu eliges a quien entregas el guión de tu vida. No se trata de cerrarnos sino en relación con el mundo exterior y afectado por este, actuar en consecuencia.

El dueño de su casa elige quién entra en esta y hasta donde. Ser dueño de nuestra vida en el sentido más profundo significa ser consciente de nuestra libertad y de la responsabilidad que conlleva.

Cuando comprendemos que somos guardianes de nuestra propia alma y que tenemos el poder de decidir sobre cada uno de nuestros actos, podemos vivir con una paz interior que trasciende las ansiedades mundanas. 

En estas últimas semanas de verano donde muchos han dicho por unos momentos adiós al estrés y al agobio sería bueno plantearse ¿Dónde tenemos puesto el corazón de nuestra vida? ¿Acaso no hemos venido a este mundo con una misión? 

La libertad como camino hacia la verdad

Dios nos ha dotado de libre albedrío, una libertad que es tanto un don como una responsabilidad. Esta libertad nos permite elegir entre el bien y el mal, entre lo que nos acerca a Dios y lo que nos aleja de Él.

Para poder seleccionar lo que es bueno para nosotros, también debemos tener la posibilidad de rechazar lo que no lo es. En esto reside la belleza de la libertad humana: sólo podemos verdaderamente elegir el bien si también tenemos la opción de elegir lo contrario.

Sin embargo, la verdadera libertad no es simplemente la capacidad de elegir, sino el deseo de elegir lo que es bueno, verdadero y bello. Es el anhelo de nuestra alma de alinearse con la voluntad de Dios.

La paz de ser dueños de nuestra libertad

Comienza el nuevo curso y a pesar de los buenos propósitos a la mínima acabamos persiguiendo una vida que no nos hace bien ni nos pertenece pues se trata de un simple parche de maquillaje para nuestra miseria.

Pero pasan los meses y el alma sedienta y agitada acaba reclamando lo suyo. Pero si eres dueño de tu libertad y guardián de la gracia que es tu vida no te hará falta llenarte de ansiedades innecesarias.

Gracia, don gratuito de Dios. Un regalo, sin ningún mérito por nuestra parte. De esta gracia deriva todo el resto ¿Quién manda en mi vida? En esa Gracia ponemos todo lo que somos, todo lo que vivimos. Somos el sarmiento que se nutre de la savia, lo de los frutos de la vid, son cosa Suya.

Lo sagrado entra en lo profano. Sólo en este sentido nuestros miedo y nuestra necesidad de seguridad y aprobación social es acallada por la tranquilidad de nuestra alma disfrutando de la humildad de las cosas de la vida, las cuales permiten a Dios hacerse presente.

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