El feminismo que se declara clásico, y que quizás le corresponde más la autodefinición de radial que él mismo se da, ha salido a la calle este domingo en Madrid en una manifestación histórica porque se ha enfrentado al gobierno de Sánchez y específicamente a la ministra por la Igualdad, Irene Montero, a la que han calificado de todo menos de bonita.
Esta manifestación ha sido convocada por la plataforma «La fuerza de las mujeres es el futuro de todas» y ha congregado a 6.000 personas, según las manifestantes, y 2.000 de acuerdo con la delegación del Gobierno. No es una gran manifestación y en este sentido pone de relieve dos cosas. La primera ya ha sido citada, se oponen a las políticas de Sánchez en relación con la mujer, o mejor dicho, contra la mujer, contra el “borrado de las mujeres”. La otra es que su fuerza en la calle es discreta y eso pone de relieve que sus manifestaciones más masivas se logran sobre todo por el impulso de los partidos políticos, PSOE y UP como más importantes.
De todas formas es significativa esta revuelta porque incorpora muchas mujeres creadoras de opinión. La causa fundamental son las leyes y políticas de identidad de género que promueve la ministra Montero. Las manifestantes se pronunciaron con eslóganes algunos de los cuales de haber sido llevados a cabo por otros perfiles de organizaciones habrían significado, como ya ha sucedido en el pasado, la apertura de procedimientos por delitos de odio. Eslóganes como “la ley trans es misoginia”, o “las mujeres no tenemos pene” recuerdan mucho ese autobús de HazteOrir que fue duramente represaliado.
La plataforma realiza unas reivindicaciones muy concretas que en realidad pueden ser compartidas por un gran número de ciudadanos.
Piden una legislación integral para abolir la prostitución, la prohibición de la pornografía y de los vientres de alquileres y la extracción de óvulos para terceros y trasplante de útero a mujeres vivas . También pide poner fin a las desigualdades en la legislación laboral discriminatoria que afecte a la salud de las mujeres y la discriminación por razón de sexo. Y proclama, como viene siendo habitual en estas organizaciones, el derecho a la interrupción del embarazo en todo el territorio, que es evidente que en España está más que garantizado.
Pero lo que más llama la atención, junto con la prostitución y la pornografía, es la petición de derogar la legislación que ampare el género como identidad . Y esto afecta ampliamente a muchos aspectos establecidos hasta ahora, obviamente de la ley trans, pero también de otras normas. También se pide poner fin a la utilización de la “neolengua” porque borra a las mujeres para evitar que sean utilizados términos como los de “persona menstruante” o “vaginoportante”. La cuestión que plantean las feministas abre una nueva perspectiva a este importante debate cultural y moral. Primera porque lleva críticas a aspectos que hasta ahora eran manifestados casi exclusivamente por sectores de cultura cristiana y porque con esta nueva apertura del debate, los límites no están establecidos.
1 Comentario. Dejar nuevo
No es de extrañar que esta casta de feministas proteste, porque de implantarse la legislación que propugna la Ministra de Igualdad ese torpedero ideológico al que llaman «feminismo» hará aguas y se les irá a pique. Su idea de «mujer» la quieren bien compacta, para poder lanzarla contra el «hombre», y estrictamente delimitada, para incluir en ella a todas las mujeres que realmente lo son, sin que en el colectivo se infiltren hombres que se hacen pasar por mujeres ni mujeres que se hacen pasar por hombres, porque eso desdibuja y acabará borrando los límites de lo que es ser «mujer», con lo cual se disolverá el feminismo que defienden.
Ahora su principal enemigo no es el machismo, que va de baja, sino el transexualismo rampante que se ampara en una ideología, la llamada «de género», en la que la mujer deja de existir como género femenino para diluirse en un conglomerado de individualidades degeneradas, es decir, sin género determinado, o con género fluctuante. Sin una mujer puede tener pene y un hombre estar embarazado, el concepto de «fémina» en que se basa este feminismo deja de existir.
Por lo demás, un feminismo que defiende «el derecho a la interrupción del embarazo» es en realidad un pseudo-feminismo contraproducente, por bárbaro y retrógrado. De hecho es un feminismo machista. Con lo cual no deja de ser un beneficioso progreso el que estos dos colectivos aberrantes se destruyan entre sí.