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¿Qué es comulgar? (3)

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Conviene ahora un inciso de santoral. El día 4 de agosto la Iglesia celebra la festividad de San Juan Maria Vianney. Más conocido como el santo cura de Ars, este sacerdote tenía cola de penitentes ante su confesionario en esta localidad francesa de Ars. Se alimentaba con patatas hervidas que traía consigo. Había un hombre que se plantaba ante el crucifijo grande dentro del templo. En cierta ocasión se acercó a él y le preguntó que qué hacía. El buen hombre contestó: “yo le miro y Él me mira”

Para actuar así hay que tener fe. Digamos que ante un crucifijo grande de templo en algún momento es fácil para todos. Es más difícil ante el Santísimo Sacramento expresar el “yo le miro y Él me mira”. Es una dificultad atenuada si pronunciamos en voz alta la oración litúrgica del ministro celebrante y del pueblo, previa a la comunión eucarística del ministro con su genuflexión antecedente. Son las palabras del centurión romano “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”

Es el reconocimiento de la propia nimiedad, en voz alta litúrgica, inmediato a la comunión eucarística. ¿Comunión de rodillas y en mi lengua, de pie y en mi lengua, o de pie y en la palma de mi mano izquierda? Si se da un verdadero y propio “yo no soy digno” la forma es un formalismo externo. Doy fe que es así. Recuerdo que en mis últimas intervenciones como acólito (monaguillo mayor de edad) tenía que actuar con rapidez para retirar la patena para comuniones en la mano. También fui testigo de comuniones en la palma de la mano litúrgicamente correctas. Como lo fui de comuniones de pie muy correctas y de comuniones de rodillas en el suelo también muy correctas. ¡Y de excesivas comuniones en la mano, totalmente irreverentes!

 ¿Existe en todos los templos el respeto litúrgico de los ministros al proceder normativo eucarístico establecido? Mi conclusión -y no de ahora- es que no existe por igual para todos los ministros como algo sagrado. Mi otra conclusión de los últimos tiempos es la de no acercarme a comulgar, sin antes un reconocimiento previo ocular del cómo se administra la comunión en el determinado templo en el que me encuentro. El problema se presenta cuando me desplazo a otra localidad, a otro barrio o a otro templo no habitual.

¿Y por qué este problema? Muy sencillo: ¡por la falta extendida de respeto litúrgico en muchos ministros hacia la Eucaristía! Es la falta generalizada de la sencilla oración del “yo le miro y El me mira”. Acuciada con otros dos problemas: a) la avanzada edad en muchos ministros y b) la falta de práctica en dar la comunión en la lengua. Por tanto, yo Francesc le miro a Él y Él me mira a mí. Miro al Señor en la Sagrada Eucaristía y me acerco a comulgar para recibir al Señor en mi lengua. ¡Con una inclinación previa de adoración ante Él!

Pie de foto. Comunión de rodillas en el suelo

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