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Príncipes y princesas

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Siempre me ha encantado la frase “fueron felices y comieron perdices”. Me parece que es la mejor forma de rematar un cuento. Y así quería consumar mi vida: encontrando al príncipe azul con el que ser felices y comer perdices para siempre.

Sí, ya sé que lo del príncipe azul es un término políticamente incorrecto, pero, ¿qué puedo decir? Las baldosas amarillas que me indican el camino de la felicidad no coinciden con lo políticamente correcto… casi nunca. Siempre he deseado encontrar un príncipe azul que me quisiera por siempre jamás, no mientras se sintiese enamorado o sintiera mariposas en el estómago. Un príncipe preocupado por serme fiel a mí y no a sus sentimientos. He de añadir que, cuando digo querer, en ese querer incluyo: cuidar, proteger, defender… Sí, también sé que es políticamente incorrecto, que ahora las mujeres no necesitamos que nos salven, rescaten y protejan, pero ya sabes…: mis baldosas amarillas. Por cierto, en mi sueño, el príncipe azul compartía las perdices conmigo, no se planteaba la separación de perdices, por si acaso la relación terminase.

Y, ¿sabes qué? Lo he encontrado. Tengo ese príncipe azul, que me quiere, que me cuida, que me protege. Y las pocas o muchas perdices que tenemos, las disfrutamos o las soñamos juntos, sin medidas, no a medias.

Así que puedo asegurar a futuras generaciones que los cuentos de príncipes y princesas pueden hacerse realidad, que podrás salvarte sola, pero que no tiene nada de malo que te rescaten. Que ser felices para siempre es posible, a pesar de que la vida traiga sinsabores: si el mañana nos trae lluvia, nos mojaremos juntos.

Saber que el cuento de hadas puede ser real, te permite soñar con que puedes alcanzarlo. Mis baldosas amarillas no se equivocaban. El «para toda la vida» es real, y la existencia de un príncipe o una princesa con quien construir un hogar, donde el amor se dé sin medida, también.

Por eso, quiero recomendar a todos aquéllos cuyas baldosas amarillas van en dirección contraria a lo políticamente correcto, que no se preocupen, que confíen en ellas. Sueña alto, sueña con príncipes y princesas, no te conformes con menos, no te conformes con malas imitaciones.

Pero, ¿cómo reconocer al príncipe o a la princesa? Sé que te voy a dar una alegría cuando te diga que no tienes que ir besando sapos y esperar a ver si se convierten, basta con buscar a una persona que quiera casarse contigo para hacerte feliz. Que tú pases a ser su prioridad. Que su felicidad, sus apetencias, sus necesidades y caprichos los coloque en segunda fila. Si tú haces lo mismo, crearéis una fórmula infalible, con el resultado de “fueron felices y comieron perdices para siempre”.

Los príncipes y las princesas quieren estar contigo, siempre contigo y sólo contigo. Los alérgicos a las palabras siempre, compromiso, futuro, juntos, boda, hasta que la muerte nos separe, sacrificio, entrega…, no tienen sangre azul.

Así, corriendo el riesgo de convertirme en una proscrita al más puro estilo de Robin de Locksley, voy a seguir leyendo a mis hijos cuentos de princesas y príncipes azules, de esos que comienzan con «érase una vez…» y terminan con «… y fueron felices y comieron perdices». Cuentos sin mordaza, sin censuras ni adaptaciones. Y desterraré los cuentos, las películas e ideologías que quieran desviarlos de mis baldosas amarillas. Esas que me llevaron a conseguir mi final de cuento.

Instagram: @whynottwelve

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