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…Por un pedazo de carnaza (I)

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Parece como si uno que habla de la Verdad (con mayúscula) no pudiera defenderla, al contrario de los que ven una parte de ella, la ignoran o la niegan, que sí pueden impedirte el paso como feroces defensores de su condado. Casi se diría que no  te dejarían respirar, si no fuera porque encerrados en su condado se sienten condescendientes en pasarte el tubo; pero calladito, porque si los inquietas demasiado, pueden perder la paciencia (te advierten velada o eso que llaman políticamente correcto), y quitarte el tubo. (Todos sabemos que el oxígeno es un bien escaso, y hay otros con los que ellos comparten la palangana, que esperan).

¿Cómo, pues, nos encontramos todos en el mismo redil? Es la libertad cristiana, que, por mucho que los enemigos del cristianismo quieran negarla, son ellos precisamente los que les niegan la libertad a los cristianos. ¡Ya se sabe! Tú eres un “ultracristiano”, mientras ellos son lo que no quieren ver: “ultracomodines”. Por si fuera poco, ellos pueden lanzarte lo que ponemos en honor a la verdad entre comillas y quedarse tan panchos o hasta lanzarte al ruedo unas cuantas fake news, pero tú, calladito de cara al rincón, porque si vas por ese camino no tienes derecho a tener la paga.

Algunos de entre ellos, los más sutiles y peligrosos porque no se les ve venir, han encontrado una buena coartada para rebatirte. Ellos tienen tantos hijos, y tú eres solterón. Ellos trabajan en ayuda de los excluidos, y tú vives bien sentadito en tu sofá al calor de tu verdad. Es buena baza, sin duda, pero se rebate aduciendo que ellos, aunque defendiendo los derechos de los excluidos, lo que hacen es ponerle patas a una vocación, que es santa si la defienden sinceramente, mientras tú, yo, ellos y todos, cumplimos la nuestra propia. No obstante ser esto así, todos –ellos y nosotros, todos- tenemos una vocación ineludible propia de todo ser humano, que es la vocación a la Verdad.

Hay que reconocer, con todo, que ellos, aunque sea parcial, están cumpliendo una llamada a la Verdad, pero que la cumplen como “su” verdad. Sobre eso, podemos exclamar con el Papa, que cita a Santo Tomás de Aquino: “La templanza de una persona avara ni siquiera es virtuosa” (Fratelli tutti, n.91).

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