Quienes aún no conozcan a Jérôme Lejeune harán bien en leer la biografía que le ha dedicado José Javier Esparza para darse cuenta de la grandeza del personaje. Si ya conocen al Dr. Lejeune sabrán que en su vida fue muy importante su esposa, Birthe. Y aún más al fallecer Lejeune, cuando fue su viuda quien tomó bajo su responsabilidad continuar la obra de su marido e impulsar la Fundación Lejeune.
Birthe, Madame Lejeune, falleció el pasado 6 de mayo y el pasado 12 de mayo tuvo lugar su funeral en París. La homilía del arzobispo de París, Mons. Aupetit (que, por cierto, es médico) me ha parecido que debe conocerse. No se asusten, es corta pero vale mucho la pena. Aquí la tienen:
Martes 12 de mayo, funeral de la Sra. Birthe Lejeune en St. Germain lAuxerrois (París 1). Homilía del obispo Michel Aupetit:
«Yo soy la Resurrección y la Vida» (Jn 11, 25). Esta frase de Nuestro Señor debería estar inscrita en el frontispicio de todas las iglesias esperando que lo esté en los corazones de todos los hombres. Marta dijo a Jesús: « Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano». Ella creía que Jesús podía impedir la muerte, que podía salvar vidas, un poco como lo hacen los médicos. Y sin embargo se trata de mucho más que eso, pues todos los médicos saben que su combate contra la muerte lo perderán algún día. No, Jesús va a resucitar a Lázaro, va a hacerlo regresar de la muerte. Él es la Vida. Toda vida viene de Él y regresa a Él.
¿Y por qué este camino de la vida a la Vida? Para aprender a amar, a amar como Dios, a amar para aprender a habitar la vida, para que Dios que es amor venga a vivir en nosotros: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14, 23).
Amar es pasar de la muerte a la vida. Amar es dar la propia vida.
Birthe y Jérôme Lejeune quisieron amar para vivir, quisieron vivir para amar. Entonces, ¿por qué experimentaron tantas oposiciones violentas?
¿Quién está en contra de la vida? ¿Quién está en contra del amor? Satanás, que desfigura el amor en los corazones. Por eso fueron atacados por personas que se escondían detrás de falsas compasiones para ocultar su cobardía e indiferencia.
Satanás odia la vida. Toda la cultura de la muerte, desde el aborto hasta la eutanasia, pasando por la destrucción de embriones supernumerarios y por la reducción embrionaria, es su obra en corazones cegados por un mundo que ya no sabe ver la belleza de toda vida.
Dios, sin embargo, nos dio acceso al árbol de la vida desde el principio, cuando vivíamos en su intimidad. Luego insistirá, renovando la alianza con Moisés: «pongo ante vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición; elige, pues, la vida» (Deut 30, 19).
Qué duro es ser repudiado por tus amigos, por aquellos que deberían apoyarte. Dentro de la propia Iglesia, algunos cegados por una ideología mortífera o por el miedo al mundo han combatido con una increíble violencia contra aquellos que eran portadores del amor y de la vida en el nombre del Señor.
Como Cristo fue traicionado, abandonado, el discípulo que lo sigue fielmente conoce el dolor del abandono y la traición. Es entonces cuando en su corazón puede decir con el salmista: «Si me agraviase un enemigo lo soportaría; si el que me odia se alzase contra mí, me ocultaría de él. Pero eres tú, mi compañero, mi amigo, mi confidente, que juntos gozábamos de dulce amistad, y, en la Casa de Dios, paseábamos entre los grupos en fiesta» Sal (55, 13-15).
Fue contemplando el amor de Jesús que llega hasta el final que Birthe Lejeune continuó este combate por la vida en el amor siendo fiel a su esposo que la había iniciado valientemente.
Hoy ella puede decir con San Pablo: «He peleado el noble combate» (2 Tim 4, 7) y escuchar a Cristo acogiéndola al lado de su esposo: «entra en la alegría de tu Señor» (Mt 25, 23).