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Sánchez insiste en que «el Gobierno está a lo que hay que estar», pero ¿realmente a qué está?

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Es difícil encontrar otro calificativo para la actuación teatral del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante la tragedia de la DANA en Valencia que no sea el de desvergonzada manipulación.

Por si fuera poco, en su comparecencia reciente, Sánchez tuvo el descaro de instar a los ciudadanos a salir a los balcones a aplaudir a los servicios de emergencia.

¿Acaso cree que con aplausos populistas puede compensar la desatención, la falta de previsión y la irresponsabilidad de su gobierno?

Esta cínica propuesta muestra la podredumbre del Gobierno frente a las verdaderas necesidades de quienes padecen las consecuencias del temporal.

Sánchez recordó los aplausos a los sanitarios durante la pandemia, en un intento burdo de recrear una solidaridad que él mismo se ha encargado de destruir. Sánchez, una vez más, de forma ruin apela a los sentimientos, desviando la atención con teatralidad en lugar de transparencia.

Hipocresía y manipulación al servicio de un plan político

Resulta escalofriante ver cómo el presidente se parapeta en la consigna de «El Estado somos todos» para justificar sus omisiones. Recordar que «todos pagamos impuestos» para enfrentar crisis es el colmo de la ironía, viniendo de un líder que en los momentos críticos no desplegó la estructura del Estado ni la protección que esos mismos impuestos debían asegurar.

Sánchez insiste en que «el Gobierno está a lo que hay que estar», pero ¿realmente está? La respuesta parece evidente: el Gobierno está, en todo caso, en sacar provecho político de la situación y a imponer su narrativa.

Ni una palabra de autocrítica, ni un gesto de compasión hacia las víctimas. Sánchez evade cualquier mención de responsabilidad y trata de proyectar a toda costa la imagen de un líder equitativo y responsable.

La insistencia de Pedro Sánchez en manipular la narrativa de la DANA bajo el pretexto del cambio climático es una maniobra cada vez más evidente y, francamente, insultante. Su empeño en desviar la atención hacia este tema resulta un acto de oportunismo político de primer nivel. Sánchez no pierde ocasión para mencionarlo como si fuese la única causa de cada tragedia, evitando así responder por la incapacidad de los poderes políticos.

El uso constante de esta retórica climática no es casual es parte de su manipulación y es su baza ante la rendición de cuentas «el cambio climático mata personas».

Llega tarde y con oscuras intenciones

Anunciar un paquete de ayudas y un decreto ley es la maniobra habitual de un gobierno que llega tarde a la emergencia, pero ansioso por obtener crédito político. Esta estrategia, sin embargo, no puede ocultar la cruda realidad de que los ciudadanos de Valencia y otras regiones afectadas han sido abandonados cuando más necesitaban al «Estado de todos».

Es inadmisible que el Ejecutivo intente tapar sus negligencias con millones de euros que no traerán de vuelta las vidas perdidas ni sanarán el sufrimiento de las familias afectadas.

Y mientras pide que «no se politice» la tragedia, Sánchez es el primero en sacar provecho político de ella. Con su equipo, se apresura a prometer una reconstrucción de la zona afectada que, si sigue el patrón de otras ocasiones, terminará en burocracia y desengaño. Se prometen ayudas que quizás nunca lleguen a los damnificados, o lo hagan a destiempo y con condiciones imposibles de cumplir. No basta con las promesas tardías y el gesto vacío de «recordar a los técnicos y a la ciencia»; lo que Valencia necesita es un gobierno comprometido, un gobierno que actúe a tiempo, no uno que construya su discurso sobre ruinas.

Un gobierno que solo responde a sus propios intereses

Las palabras de Sánchez revelan una verdad incómoda: este Gobierno no está al servicio del pueblo, sino de sus propios intereses y se dedica a usar cada crisis como plataforma para su agenda política.

Es hora de exigir transparencia y responsabilidad.

Sánchez habla de «reconstruir desde la tragedia», pero quizá lo que realmente necesita este país es reconstruir la política misma.

La confianza pública no se gana con palabras, sino con hechos. Los ciudadanos merecen respuestas, no excusas disfrazadas de narrativa climática.

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