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A vueltas con la pederastia. El modo de vida cristiano como baluarte ante este mal

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El Episcopado ha entregado al Defensor del Pueblo un informe con todos los casos conocidos de pederastia, y en relación con el informe anterior, este referido a 2022, ha añadido 186 nuevas denuncias relacionadas con los abusos cometidos desde 1950. Ahora la cifra asciende a un total de 706 casos. De estos, hay 16 que son llamativos porque corresponden a 2022. Se trata de 74 clérigos consagrados pertenecientes a órdenes religiosas, 36 clérigos diocesanos, 49 consagrados no clérigos. 90 han fallecido y 69 están vivos.

700 casos para un periodo que comprende casi 75 años es una cifra modesta en términos objetivos, aunque desde el punto de vista de la fe resulte escandalosa. Pero desde la perspectiva del Defensor del Pueblo, a causa del mandato discriminatorio que decidió el Congreso de los Diputados, circunscribiendo la indagación solo a los católicos vinculados a la Iglesia, sin atender a la mayoría de los casos que se realizan fuera de ella, la lectura religiosa  debe interesarles poco o nada. Solo debe importarles la  razón secular. Este razonamiento está fuera de toda duda.

Por esta causa, debe destacarse que en un solo año se denunciaron 6.500 casos de abusos, siguiendo una tendencia general ascendente. Naturalmente, una denuncia no significa axiomáticamente que se haya producido el suceso, pero en la mayoría de casos sí coinciden ambos aspectos en este tipo de delitos.

La relación es clara: todos los supuestos que se han producido con sujetos vinculados a la iglesia católica en los últimos 73 años son poco más del 10% de las denuncias producidas en un solo año. Esta sola cifra ya da una idea de la dimensión del problema, pero no en la Iglesia sino en el seno de la sociedad, que es precisamente donde no quieren indagar ni el Defensor del Pueblo ni el Congreso de los Diputados. Y esto tratándose de lo que se trata es sencillamente un escándalo monumental, porque se niegan la realidad de que nuestra sociedad y nuestra cultura está plagada de pederastas.

Esta condición no puede ser de otra manera porque vive en el seno de la propia sociedad, contamina la Iglesia, pero el número es tan pequeño, que por mucho que se esfuerce el diario El País, lo único que se consigue es demostrar que a pesar de los pesares, en términos seculares, la Iglesia es un buen ejemplo de preservación ante la pederastia. Porque si bien la plaga existe y debe ser extirpada, y en esto el Evangelio es de una contundencia insólita, al mismo tiempo debe reconocerse por razones objetivas que la cultura cristiana es la gran protección contra este mal que azota a nuestra sociedad a causa de una cultura de culto al deseo y a su realización inmediata. Es una manifestación más de la sociedad desvinculada.

De hecho, los informes comparando las cifras, incluidas las de El País,  y las denuncias señalan que el ámbito eclesial puede representar del orden del 0,2 al 0,4 % del total. O sea que más del 99% se cometen fuera de éste. Pero lo curioso es que nadie parece interesado en indagar esta dramática totalidad. Es una contradicción excesiva que demuestra lo orientada que está la “búsqueda de la verdad“ por parte de los poderes públicos y los medios de comunicación, hasta el extremo que ni tan solo los que pertenecen a la propia Iglesia se atreven a levantar la voz, señalando la desnudez del rey.

Esta interpretación se aparta abierta y deliberadamente de la que se practica, no solo por los medios interesados en dañar a la Iglesia y presentar una imagen que no corresponde a ella, sino por parte de una propia Iglesia, que por lo visto no sabe compatibilizar la asunción de sus propias culpas, porque una sola víctima ya es mucho para una conciencia cristiana, con presentar la denuncia de lo que sucede a la sociedad,  y el baluarte que la propia iglesia y sus instituciones son ante este y otros males, fruto de este hoy culto desmesurado a la satisfacción del deseo y al principio de que la autodeterminación personal se impone a toda otra razón. La combinación de ambos factores está siendo demoledora para la sociedad. La respuesta se encuentra precisamente en el modo de vida cristiano que la Iglesia fomenta.

Esto es lo que hay que decir, esto es lo que hay que explicar, con claridad, con humildad y sin complejos.

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