A pesar de estar ya vacunado contra la Covid-19, mantengo las medidas de cautela con paz y sosiego. Pero sigo preocupado por la terrible letalidad que puede llegar de países como Brasil o la India, y por el avance de otros virus “intelectuales” que afectan seriamente al estado de derecho y libertades fundamentales, como la religiosa.
El último día de abril, Le Monde hace un resumen del informe 2021 de la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN): la libertad religiosa disminuye en el mundo, y afecta a todas las confesiones; las amenazas se confirman en uno de cada tres países del mundo (uno de cada cinco hace tres años).
Los datos sobre 196 naciones del planeta coinciden con los específicos de una antigua asociación francesa, L’Œuvre d’Orient: la situación de los cristianos orientales sigue siendo muy preocupante, a pesar de avances positivos por la postura de líderes religiosos en favor de la paz, y las visitas del papa Francisco a la región.
Para AIN la situación es dramática, por la violencia, en la República Democrática del Congo, Somalia, Libia y los estados del Sahel. No existe libertad en Arabia Saudí o Corea del Norte, y esta limitadísima en Pakistán y China. La India evoluciona también muy negativamente desde 2014, con la llegada al poder del BJP (partido popular de la India): se llega a expulsar a cristianos y musulmanes de sus casas.
El informe no se basa sólo en sus propias fuentes. Utiliza también investigaciones académicas y documentos de entidades como el conocido Pew Research Center de EEUU sobre las instituciones y los derechos humanos. Por paradoja, tras la victoria de Joe Biden, la esperada vuelta a la normalidad democrática está suscitando nuevas inquietudes, al promover textos normativos que volverían a convertir en discriminaciones jurídicas federales o estatales las presiones de grupos minoritarios.