El obispo Sergi Gordo pretendió transmitir optimismo en su toma de posesión y primeras actividades en su nueva diócesis, la de Tortosa, una diócesis milenaria cuyo territorio está a caballo de Cataluña y de la Comunidad Valenciana, y que en otros tiempos fue semillero de gran número de vocaciones sacerdotales y religiosas, aunque hoy está muy descristianizada y con gran disminución de la práctica religiosa. Su impresionante seminario construido en los años 50 del siglo pasado está ahora en su mayor parte ocupado por un colegio diocesano.
Sergi Gordo ha sido muy bien acogido en su nuevo destino. Es general el cariño hacia él. La práctica religiosa ha descendido, pero en su conjunto no es territorio hostil a la Iglesia ni base de curas rebeldes que mortifican sistemáticamente a su obispo. Se esperaba con ansiedad el nombramiento desde que once meses atrás, en octubre de 2022, su predecesor, Enrique Benavent, pasó a ser arzobispo de Valencia.
se le considera un hombre próximo a las personas, abierto al diálogo, humilde y enamorado del Evangelio
La actitud mostrada por el obispo Sergi Gordo en sus primeros días en Tortosa está muy en consonancia con su lema episcopal: “Servid al Señor con alegría”. A la vista de su cometido y actitud en sus seis años como obispo auxiliar de Barcelona, se le considera un hombre próximo a las personas, abierto al diálogo, humilde y enamorado del Evangelio.
En su primera comunicación dirigida a los fieles de la nueva diócesis manifestaba que recibía “el nuevo llamamiento del Señor con temor y temblor”, pero a la vez “con alegría y esperanza”.
Quizás para algunos no será más que un detalle de su homilía de toma de posesión, pero me pareció especialmente importante la expresión del deseo de actuar “libres de cosas secundarias que impiden la misión. Salimos con autenticidad, sin hacer comedia, sin ser burócratas, sin vivirlo como un rol para horas convenidas”.
Centrarse en lo sustancial es muy importante en la labor evangelizadora, porque en muchas ocasiones las parroquias, los obispados, las organizaciones eclesiales, han dispersado su acción en mil actividades, aunque se hiciera con la mejor voluntad.
Recuerdo documentos de diócesis norteamericanas en que para la revitalización de las parroquias se aconsejaba desprenderse de actividades secundarias (ponían incluso el ejemplo de grupos teatrales) que, pudiendo ser buenos en otros ámbitos, dispersaban y diluían los objetivos apostólicos y, además, hacían que muchas personas no fueran allí por interés espiritual sino por otras motivaciones. Hoy, ante la falta de sacerdotes, las dificultades pastorales, el vivir en una sociedad que para muchos es poscristiana, queda poco margen para lo secundario.
Todavía se desconoce que encargos tendrá Sergi Gordo en la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET) y la Conferencia Episcopal Española (CEE). A recordar que, hasta ahora y desde abril de 2021, es el secretario general (portavoz) de la Tarraconense; de 2018 a 2021 fue presidente del Secretariado Interdiocesano de Juventud de Cataluña; desde 2018 es presidente del Secretariado Interdiocesano de Pastoral Obrera de Cataluña; y desde octubre de 2021 es presidente de la Comisión Interdiocesana de Apostolado Seglar de Cataluña (CIAS).
En el seno de la Conferencia Episcopal Española (CEE) fue miembro de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (2017-2020), y desde marzo de 2020 es miembro de la Comisión Episcopal para los Laicos, la Familia y la Vida, dentro de la cual es responsable del Foro de Laicos.
no pocos algo malévolos consideran que la diócesis de Tortosa es una “diócesis trampolín”
Y permítanme un final, aunque sea cómico, porque en el servicio a la Iglesia no hay que pensar en absoluto en el “carrerismo”, pero no pocos algo malévolos consideran que la diócesis de Tortosa es una “diócesis trampolín”, a partir de la cual los obispos saltan, después de años allí, a otras diócesis de mucho mayor peso demográfico y, algunos, a ser cardenales.
Seguramente es una boutade, pero así lo muestra la experiencia de todos los obispos de las últimas décadas: Ricard María Carles pasó a arzobispo de Barcelona y luego creado cardenal; al dejar Tortosa, Lluís Martínez Sistach fue arzobispo de Tarragona y luego arzobispo de Barcelona y cardenal; Javier Salinas pasó a obispo de Mallorca, y Enrique Benavent hace un año a arzobispo de Valencia.
Y, remontándonos a la historia, Adriano de Utrecht siendo obispo de Tortosa fue elegido Papa en 1522. Fue Adriano VI, el último papa no italiano hasta Juan Pablo II, elegido en 1978. Desde la muerte de aquel habían pasado 455 años sin un papa no italiano.
Quizás el ser una diócesis de tanto peso histórico, ya documentada en el siglo VI, y estar a caballo de Cataluña, Aragón y Valencia -en los años 50 del siglo pasado se recortó más de la mitad del territorio para crear la diócesis de Segorbe-Castellón y un arciprestazgo de la provincia de Teruel pasó a la diócesis de Zaragoza- le otorga un plus.
Se le considera un hombre próximo a las personas, abierto al diálogo, humilde y enamorado del Evangelio Share on X