El problema no son los móviles, somos las personas. En primer lugar nosotros, los padres y madres, también los adolescentes y el profesorado; asediados por la publicidad, la presión social y los engaños de las grandes tecnológicas y las telecom. El móvil es una herramienta espléndida para trabajar, para informarse, para comunicarse. Igual que un coche para desplazarse, viajar e incluso para compartir y convivir, o un martillo para remachar clavos.
Desde hace unos días ha explotado un clamor de miles de padres y madres -se cocía hace meses- que quieren hacer comunidad para empoderarse ante el tsunami social de “tener que dar” el smartphone a sus hijos. Cada familia debemos reflexionar y responder a esta pregunta:
¿Realmente, de verdad, un niño o un adolescente de menos de dieciséis años necesita un smartphone?
Ahora nos damos cuenta de que muchos han puesto en manos de personas aún en proceso de desarrollo una herramienta muy potente que, sí o sí, les educa y que son objetivamente incapaces de gestionar adecuadamente sin un acompañamiento, y que no les educa como queremos los padres, sino como quieren otros que, seguro, no les aman. Y más allá de educarles, les (nos) abduce, nos aísla y nos puede perjudicar.
Los padres somos los primeros y principales educadores de nuestros hijos, y parece que muchos miles se han dado cuenta, o al menos han levantado una voz que pensaban que era única y rara. No es extraño que los padres reclamemos nuestro rol, nuestra patria potestad, y que reivindiquemos la obligación del estado de reconocerla y protegerla. Cuando vivimos y pensamos como aquellos personajes redonditos y atrofiados de “Wall-E”, necesitamos que alguien nos sacuda y nos despierte.
Por un lado, reclamamos el reconocimiento y el respeto a la capacidad y empoderamientos de los padres a decidir sobre la educación de nuestros hijos. Por otro lado, se reclama regulación (¿de todo?). El Estado -papa Estado-, la administración, no debería regularlo todo. Debe regular allí donde tiene potestad: el sistema educativo en el colegio, el sistema sanitario, el sistema judicial o la propia administración.
Bien que hay regulación para apagar los móviles en los aviones, o en ciertos lugares de los hospitales; bien que se regula el uso de patinetes y bicicletas; bien que hay prohibiciones o restricciones para ciertos consumos nocivos. Se regula cuando hay un conflicto, y lo hay. Pero también existen las recomendaciones, protocolos, guías para muchas cosas que hacemos a diario.
Cuando los expertos en salud son meridianos sobre el impacto de los smartphones en la salud y el desarrollo cerebral y emocional de niños y adolescentes, cuando los expertos (en primer lugar el profesorado) en educación nos ofrecen datos y razones de su impacto negativo en los procesos de aprendizaje, cuando las familias constatamos el aislamiento de los adolescentes (incluso de los menos enganchados) y dejan de hacer muchas cosas que les enriquecerían, ¿no ha llegado la hora de ser sensatos?
En primer lugar los padres, ejerciendo nuestra patria potestad y con nuestro ejemplo. A muchos nos costará cambiar de hábitos, porque también estamos bastante enganchados, pero nos jugamos mucho.
También debemos seguir las recomendaciones que ya hace el departamento de Salud, y esperar las del de Educación para la comunidad educativa: colegios, profesora, familias y alumnos.
En el Consell Escolar de Catalunya tenemos en marcha un debate sobre el tema, y debemos proponer a la consejera lo qué pensamos las familias y los profesores, entre otros.
Deberemos reflexionar sobre qué pensamos, cómo lo decimos y, sobre todo, qué entiende la consejera y qué hará por el bien de la educación. Seguro que aparecerán expresiones como “responsabilidad parental”, “autonomía de centro”, que son absolutamente ciertas y en lo que debe profundizarse, con información y formación.
Pero también necesitamos que entren en juego las expresiones “patria potestad”, “salud infantil y adolescente”, “apoyo a las familias”, “trabajo conjunto familia-escuela”, “convivencia en el centro”, “proceso de aprendizaje”. Deseamos y esperamos que justamente estas ideas tomen el protagonismo que les corresponde para salir de la alucinación que nos han producido -y nos seguirán produciendo- los móviles, y abordar con sensatez este puzle tan complicado, diabólico.
Artículo Publicado en Cugat.cat (22/11/2023)
José Manuel Prats, Presidente de FAPEL
Se regula cuando hay un conflicto, y lo hay. Pero también existen las recomendaciones, protocolos, guías para muchas cosas que hacemos a diario Share on X
2 Comentarios. Dejar nuevo
No conseguiremos nada mientras los padres sigan enganchados
Absolutamente cierta la apreciación de Susana.
Lo de que «el problema no son los móviles, somos las personas» es también verdad. Pero siendo el ser humano como es, sería razonable, prudente y sabio prescindir de tanta técnica que sabemos será inevitablemente mal empleada. Hace no tantísimo tiempo (los que tenemos cierta edad lo recordamos) vivíamos sin tantos artilugios y, si no tenemos amnesia, reconoceremos que vivíamos mejor, pese a que ya teníamos un inmenso exceso de tecnología. Pero nos gusta embaucarnos a nosotros mismos y decir que seremos capaces de hacer un buen uso, etc. Seamos sinceros: hasta ahora nunca en toda la historia de la humanidad nos hemos librado de hacer mal y pésimo uso de la tecnología.