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No es una carga, es mi hermano

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En la película Hijos de un mismo Dios, durante el asalto nazi a Cracovia en otoño de 1943, Romek (11 años) es ayudado a escapar de su familia judía, condenada a muerte, por un granjero que accede a esconderle. Oculto en un saco de patatas, da comienzo una aventura de Romek en el pequeño pueblo donde es acogido, y odiado por unos (al descubrir su condición judía), es apreciado por el piadoso hijo pequeño de la casa, Tolo. El sacerdote del pueblo al ver que de vuelta a casa un día trae sobre su espalda al pequeño, le dice: "hijo, ya puedes soltar esa carga tan pesada" y el niño responde "no es una carga, Padre, es mi hermano".

Esto dio título a la entrañable canción de Los Hollies, ‘He aint heavy, he´s my brother’, de 1969, con un mensaje de fraternidad que trasciende los tiempos y los lugares: “No pesa, es mi hermano. / El camino es largo / con un buen número de vueltas difíciles. / Eso nos dirige hacia quién sabe dónde… / Quien sabe cuándo. / Pero yo soy fuerte, / lo suficiente como para llevarlo a él. / Él no es una carga, él es mi hermano / y seguimos. / Su bienestar es de mi preocupación; / él no es ninguna carga para soportar. / Lograremos llegar, / pues sé… / Él no me estorbaría. / Él no es una carga, él es mi hermano. / Si estoy cargado del todo, / si de algo estoy cargado, es de tristeza, / tristeza de que el corazón de todos no esté lleno de alegría. / Se llena de la felicidad / de amarse los unos a los otros. / Es un largo, largo, camino / del cual no hay regreso. / ¿Mientras estamos en camino hacia allá / porque no compartir? / Y la carga / no me agobia del todo. / Él no es una carga, él es mi hermano…”

Si ahondamos en eso, viviremos el amor aún con los defectos de los demás, según aquello de San Agustín: “procurad adquirir las virtudes que creéis que faltan en vuestros hermanos y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros”. Todo depende de la percepción de la otra persona… así, Jesús, “no pudiendo de ninguna forma excusar el pecado de quienes le habían puesto en la cruz, trata sin embargo de aminorar la malicia, alegando su ignorancia. Cuando no podamos nosotros excusar el pecado, juzguémosle a lo menos digno de compasión, atribuyéndolo a la causa más tolerante que pueda aplicársele, como lo es la ignorancia o la flaqueza” (S. Francisco de Sales).

Nadie es así más que nosotros y nadie será considerado menos que nosotros, sino hermanos. “Procuremos siempre –ahora es Teresa de Jesús– mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí el favor de Dios”. La paciencia y la fortaleza van tejidas de una oración auténtica, sin fanatismo, y la corrección fraterna sólo se entiende en ese contexto de las cosas buenas que hace ese hermano, y si no le decimos las buenas, de poco servirán que corrijamos las malas, sería como una deformación de la ley del amor (basta leer los Evangelios para ver que Jesús no sólo corrige, sino que muchas veces alaba). Estar pendientes de la mota en el ojo ajeno, a modo de pertenecer a la “cofradía del santo reproche”, ni es objetivo, ni positivo, ni ayuda mucho.

Cuando alguien dice: “me asfixias”, “eres para mí una carga”, ahí no hay fraternidad… pues no son hechos objetivos sino apreciaciones sobre qué es el otro para mí. Hay rigidez, cuando “para aguantar a un santo hacen falta dos santos”, cuando se ve la norma, la ley, pero no el amor. Y sin embargo, ¡cuántas personas encarnan a Jesús cuando descubren las necesidades de los demás!, ¡cuántas madres son santas de verdad, se dan del todo, sin querer nada a cambio! Dar amor a quien lo necesite viendo en esa persona a Jesús… y Jesús se hace presente en la tierra otra vez, el Reino de Dios ya está entonces entre nosotros.

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