Cada año, la fiesta de Halloween irrumpe en la sociedad como una moda ideológica importada que invita a celebrar lo oscuro y macabro. Lo que hace que se vaya mucho más allá de los términos de «fiesta importada».
Sin embargo, para quienes vivimos la fe católica, no basta simplemente con decir «yo no soy de Halloween». Es necesario ir más allá, ya que lo que nos jugamos es algo mayor, es la eternidad.
La fiesta de Todos los Santos, celebrada el 1 de noviembre, nos brinda una ocasión única para vivir la santidad y recordar que nuestra vida apunta a la vida eterna.
Este día es una invitación a rendir homenaje a quienes nos han precedido y ya han alcanzado el Cielo y a prepararnos con alegría, oración y gratitud.
¿Por qué no es compatible Halloween con la fe católica?
Halloween es, en su esencia, una fiesta incompatible con la fe católica. Aunque algunos argumenten que puede celebrarse de manera inofensiva, lo cierto es que su naturaleza promueve una visión de la muerte y del más allá que se encuentra en total contradicción con lo que creemos.
Halloween no es una celebración de la vida eterna ni de la esperanza; al contrario, invita a hacer burla de la muerte y a coquetear con lo tenebroso y oscuro, presentando estos elementos como algo atractivo, benévolo y normal.
La Iglesia Católica, en cambio, celebra la fiesta de Todos los Santos. Es una oportunidad para fijar nuestra mirada en aquellos que ya disfrutan de la presencia de Dios y que nos invitan a seguir el mismo camino hacia la santidad.
Esta festividad nos recuerda que todos estamos llamados a ser santos, a vivir de tal manera que nuestra vida sea un reflejo de la luz de Cristo para los demás.
Vigilia del «Día de Todos los Santos» con las armas del cristiano
Aquí compartimos algunos consejos para prepararnos para esta festividad al máximo:
- Confesión: Estar en gracia para poder gozar al máximo de la comunión de los Santos.
- Asistir a misa: La Eucaristía es el momento de mayor unión con Dios, y asistir a misa nos permite celebrar en comunión con la Iglesia triunfante en el Cielo. Es una manera de recordar que, aunque nuestros cuerpos aún estén en la Tierra, nuestra alma anhela la vida eterna.
- Rezar el Rosario: El Rosario es una de las armas más poderosas del cristiano contra el mal. Al rezarlo, pedimos a la Virgen María que interceda por nosotros y nos proteja de las tentaciones. En esta oración, recordamos los misterios de la vida de Jesús y María, elevando nuestra mente y corazón hacia las realidades celestiales.
- Adoración Eucarística y oración de reparación: La Adoración Eucarística nos invita a pasar un tiempo en la presencia de Jesús, quien nos da su paz y fortaleza. Esta oración puede ir acompañada de una oración de reparación, en la que pedimos perdón por las ofensas hacia el Señor y las atrocidades que suceden esa noche de Halloween.
- Una cita con el Cielo: Podemos dedicar un tiempo especial en familia para reflexionar sobre la vida de los santos y acercarnos a Dios de una manera más íntima. Prepararnos para esta cita anual con el Cielo implica recordar que estamos llamados a vivir cada día con los ojos puestos en la vida eterna.
La santidad como modelo para grandes y pequeños
El «Día de Todos los Santos» es una excelente oportunidad para que los niños conozcan la vida de aquellos que han alcanzado la santidad.
Los santos son ejemplos de vida que inspiran y nos muestran que la felicidad verdadera está en vivir en la presencia de Dios. Desde los mártires hasta los padres de familia, cada santo ha dejado una huella de amor, humildad y entrega que invita a todos —grandes y pequeños— a imitar su ejemplo.
La santidad no es una idea abstracta ni un ideal inalcanzable. La Iglesia nos presenta a los santos como modelos de vida para cada estado y circunstancia. Padres que crían a sus hijos con amor, trabajadores que se esfuerzan cada día, enfermos que ofrecen su dolor…
La santidad es posible para todos y se encuentra en los gestos ordinarios vividos con amor y con la mirada puesta en Dios.
La vida de los santos nos motiva a buscar una relación profunda y constante con Dios que transforma y colma de sentido cada momento.
Celebrar la santidad por todo lo alto
Este 1 de noviembre, estamos invitados a celebrar la santidad por todo lo alto y alabar a Dios y dar garcias por los santos que interceden por nosotros.
El Papa Francisco, en su exhortación Gaudete et Exsultate, nos recuerda que la santidad está al alcance de todos y puede vivirse en cada instante, en lo cotidiano.
Este es el tipo de santidad que nos ofrece el «Día de Todos los Santos»: una santidad encarnada, accesible y llena de esperanza.
La necesidad de ser luz en el mundo
El «Día de Todos los Santos» nos recuerda que estamos llamados a ser luz y bendición para el mundo.
Como cristianos, tenemos una misión que va más allá de nuestras circunstancias individuales: estamos llamados a proclamar la esperanza, la paz y el amor que Dios ofrece a todos. Este día, al celebrar a los santos, recordamos que nuestra vida debe ser una señal de esta esperanza y de este amor.
El «Día de Todos los Santos» no es una fecha más en el calendario. Es una llamada a vivir intensamente nuestra fe, a recordar nuestra meta última y a inspirarnos en aquellos que ya disfrutan de la gloria de Dios.
Este día, en lugar de dejarnos arrastrar por una cultura impuesta que celebra lo oscuro, respondamos con valentía y celebremos la luz de la santidad. No basta con decir «yo no soy de Halloween»; necesitamos abrazar nuestra fe y vivir esta fiesta con auténtica devoción y alegría, porque en la santidad nos jugamos nada menos que la vida eterna.