fbpx

Nigeria, tierra de mártires: una nueva masacre de cristianos

Iglesia

COMPARTIR EN REDES

La semana pasada, el horror volvió a sacudir a la comunidad cristiana de Nigeria. Esta vez fue en Yelewata, en el estado de Benue, donde más de 200 cristianos fueron brutalmente asesinados por grupos islamistas entre gritos de “Allahu Akbar”.

El ataque, descrito por Ayuda a la Iglesia Necesitada como una de las peores masacres contra cristianos en la historia reciente del país, ha dejado un rastro de sangre, dolor y un clamor cada vez más difícil de ignorar.

Las víctimas eran en su mayoría desplazados internos, refugiados en edificios improvisados como albergues en la plaza del mercado de Yelewata, dentro de la diócesis de Makurdi.

Horas antes, los radicales habían intentado asaltar la iglesia de San José, donde dormían 700 personas, pero fueron disuadidos por la policía.

Tras ese intento frustrado, se dirigieron a la plaza del mercado, donde usaron gasolina para prender fuego a las puertas y luego abrieron fuego indiscriminadamente.

El testimonio del padre Ukuma Jonathan Angbianbee, superviviente y testigo de la masacre, hiela la sangre: “Cuando oímos los disparos y vimos a los radicales, encomendamos nuestras vidas a Dios. Lo que vi fue realmente espantoso. Había cadáveres por todas partes”.

Niños, bebés, mujeres embarazadas, ancianos… nadie fue perdonado. Algunos cuerpos fueron hallados calcinados, irreconocibles, en lo que los testigos y la Iglesia local describen como “una monstruosidad indescriptible”.

La diócesis de Makurdi, a través de su Fundación para la Justicia, el Desarrollo y la Paz (FJDP), elevó el número de muertos a 200, aunque se teme que la cifra real sea aún mayor.

Los ataques crecen

El ataque no fue un hecho aislado: forma parte de una serie de agresiones sistemáticas en la región, dirigidas contra comunidades cristianas rurales, en lo que muchos analistas y miembros de la Iglesia denuncian como un plan de limpieza étnica y religiosa en la llamada “Franja Central” del país.

El Santo Padre, el Papa León XIV, dedicó una sentida oración durante el rezo del Ángelus del domingo 15 de junio, refiriéndose a la matanza como “terrible”. “Rezo para que la seguridad, la justicia y la paz prevalezcan en Nigeria, un país querido y tan afectado por diversas formas de violencia”, dijo el Pontífice. Sus palabras, pronunciadas desde Roma, contrastan con el tibio silencio de muchos líderes políticos del país africano.

El presidente Bola Ahmed Tinubu, en su única declaración, evitó referirse explícitamente a los autores islamistas, mencionando vagamente a los “responsables de estos actos atroces”.

Esta ambigüedad ha sido fuertemente criticada por organizaciones como la Organización de Apoyo Atiku (ASO), que exigen una respuesta enérgica: el despliegue del ejército, el traslado de altos mandos militares a la zona, y una visita presidencial a los lugares masacrados.

El conflicto ha sido disfrazado durante años como una “disputa entre pastores y agricultores”.

Pero cuando las cifras hablan de más de 45.000 cristianos asesinados en las últimas dos décadas, y cuando los ataques son llevados a cabo por milicias fulani o vinculadas al Estado Islámico o Boko Haram, la retórica de “enfrentamientos rurales” queda al descubierto como una narrativa interesada y cómplice.

No estamos ante un conflicto por recursos, sino ante un genocidio silencioso. Un genocidio que avanza mientras el mundo mira hacia otro lado. Un genocidio en el que comunidades enteras son borradas del mapa, iglesias reducidas a escombros, y miles de fieles obligados a huir con lo puesto. Un genocidio donde los mártires no tienen nombres en los medios internacionales, pero sus nombres están escritos en el corazón de la Iglesia.

Oración, ayuda e intervención internacional

Los obispos de Nigeria piden con fuerza una intervención internacional para frenar esta barbarie.

Desde hace años denuncian que la persecución contra los cristianos en Nigeria no es una excepción, sino parte de una estrategia de expansión islamista financiada, organizada y tolerada por sectores del poder.

¿Qué podemos hacer nosotros, desde lejos?

En primer lugar, orar. La oración por nuestros hermanos perseguidos no es un acto simbólico, sino un verdadero lazo de comunión y esperanza.

En segundo lugar, informar y denunciar, romper el silencio cómplice, exigir a nuestras autoridades que hagan lo posible para frenar este genocidio.

Y, en tercer lugar, colaborar con organizaciones como Ayuda a la Iglesia Necesitada, que están presentes sobre el terreno y dan ayuda directa a las víctimas.

La sangre de estos mártires, derramada en campos y aldeas nigerianas, es semilla de fe, pero también llamada urgente a nuestra conciencia.

Nigeria nos recuerda que la fe cuesta la vida y que la indiferencia también mata. Que no se nos endurezca el corazón. Que no les abandonemos en la hora del martirio. Porque ellos son, hoy, el rostro sufriente de Cristo en la tierra.

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.