Es muy frecuente, frecuentísimo, que en las conversaciones y debates acerca de la problemática social, de la política y de la economía, haya quienes recurran a etiquetar, a tildar de «nazis» o «fachas» a quienes osan cuestionar, o se oponen a quienes se hacen llamar “de izquierdas”, es un recurso propagandístico muy manoseado por parte de los seguidores del marxismo en general, desde que el mismo empezó a dar sus primeros pasos; la intención, obviamente, es descalificar, inmovilizar, aislar, condenar al ostracismo a quienes se muestran insumisos, a quienes no se pliegan a sus dictados, y más a quienes osan poner en duda su supuesta “superioridad moral”.
Pese a que la propaganda izquierdista diga lo contrario, el fascismo, el nazismo y el marxismo-leninismo poseen las mismas bases filosóficas, todas estas ideologías son igualmente liberticidas, intervencionistas, colectivistas, totalitarias.
Tanto la doctrina fascista como la nacionalsocialista, no están nada lejos del marxismo-leninismo, muy al contrario, guardan íntimas afinidades y semejanzas, poseen las mismas, idénticas raíces.
Los regímenes totalitarios –lo mismo da que sea el modelo nazi-fascista que el marxista-leninista- no le conceden a las personas ningún derecho frente a la colectividad, todos ellos pretenden que los ciudadanos estén sujetos al Estado omnipotente, omnipresente.
El Estado socialista (sea el “estado nacional-socialista”, el “estado socialista marxista-leninista”, sea el “estado corporativista-fascista” siguiendo el modelo mussoliniano…) invade todas las áreas de la actividad humana –pretende imponer su presencia en todos los ámbitos- a la vez que limita la libertad individual. El Estado es entendido como lo principal y las personas apenas como lo accesorio, que sólo vale en cuanto se “desindividualiza” y se somete a lo colectivo. En cualquier clase de “estado socialista”, que habría que llamar sin tapujos “dictadura”, la persona carece de autonomía, y su dignidad es aplastada por el Estado, para que ésta pueda cumplir con las obligaciones que la comunidad le exige; lo importante para el Estado es cumplir sus objetivos (los objetivos que ha programado la vanguardia revolucionaria, los nuevos gestores de la moral colectiva) sea como sea, no importan los medios, aunque los “medios” sean personas a las que se les ha arrebatado su dignidad como tales.
Veamos a continuación algunas características que corroboran las coincidencias de ambos tipos de regímenes políticos, del marxista-leninista y del nazi-fascista:
– Ninguno de los dos sistemas reconoce derechos individuales superiores al Estado. El Estado absoluto absorbe todas las libertades fundamentales.
– Ambas ideologías promueven una forma de “estatolatría”, y en la práctica promueven una especie de “Dios-Estado” ante el cual se sacrifican los derechos individuales y las libertades fundamentales.
– El poder del Estado, además de absoluto, es ilimitado. Los órganos de gobierno, la burocracia estatal, la administración del Estado, están caracterizados por una completa arbitrariedad, sus competencias apenas están reguladas por norma legal de ninguna clase; todo lo contrario que el Estado de Derecho.
– En ninguno de estos regímenes existen “grupos intermedios” con autonomía legítima, y transforman a todo organismo empresarial o laboral en instrumento del régimen totalitario (el fascismo lo hizo con las corporaciones manejadas por el Estado y el nazismo a través del Frente Obrero Alemán, de modo análogo al de los soviets en la URSS.)
– Régimen de partido único sin oposición política. Tanto en el Tercer Reich como en la Dictadura del Proletariado, teniendo al frente un Presidium, o al Duce o al Führer, se combate a sangre y fuego toda eventual forma de organización que no se someta al dogma oficial.
– Gobierno “de fuerza”, todo lo contrario de los «gobiernos de opinión» que son aquellos que se apoyan en el consentimiento de la población libremente expresado. El nazi-fascismo y el marxismo-leninismo promovieron un verdadero culto a la violencia sin detenerse ante ley divina, natural o humana. Sin escrúpulos de ningún tipo, aplicaron los más brutales métodos de acción.
– Se basan en alguna clase de mito o de ficción. Así sucede con la «liberación del proletariado» en el marxismo; o la supuesta superioridad de la raza aria en el nazismo; o la idea exacerbada de nación en el fascismo mussoliniano.
– Militancia atea del Estado-gobierno-partido con profunda hostilidad hacia las religiones en general y la confesión mayoritaria de la nación de que se trate, en particular. Aplicación de lo dicho por Lenin: «Dios es el enemigo personal de la sociedad comunista» (‘Carta a Gorki’, dic.1913, Le marxisme-leninisme, J.Ousset, p.132). Hitler dijo: «No queremos más Dios que Alemania» (Bayrischer Kurier, del 25 de mayo de 1923).
Es bueno destacar, y recordar, que la Iglesia Católica condenó, en sendas Encíclicas del Papa Pio XI, al fascismo y al nazismo. Al primero, en 1921 (Non Abbiamo Bisogno) y al nacional-socialismo, en 1937 (Mit Brennender Sorge). En cuanto al comunismo, las Encíclicas condenatorias son varias pero destacan fundamentalmente las de Pio XI, Quadragesimo Anno, en 1931 y Divini Redemptoris, en 1937.
Hitler y Mussolini tenían como objetivo llevar a la práctica la doctrina marxista:
Aunque se resistan a creerlo los repetidores de eslóganes, Hitler se consideraba a sí mismo «el auténtico realizador del marxismo» (H. Rauschning, en Hitler me ha dicho, De. Cooperation, Paris, 1939, p.112) y nada menos que Goebbels fue quien confesó que «El movimiento nacional-socialista tiene un solo maestro: el marxismo» (Kampf um Berlin, p.19).
Por su parte, y para no ser menos elocuente, Mussolini se complace en afirmar que Marx es su padre espiritual. (Mussolini y el fascismo Ed. Que sais-je, p.31).
Recuérdese, además, la muy elocuente célebre afirmación de la estatolatría pagana de Mussolini: «Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado». (Discursos de 1928 a la Cámara de Diputados, 9 de diciembre de 1928, p.333).
Goebbels -coincidiendo con ideólogos marxistas- afirmó que «El socialismo es la concepción del mundo del porvenir que sólo podrá realizarse en el Estado Socialista» (Die Zweite Revolution). Y agrega: «Nosotros somos socialistas y enemigos mortales del sistema económico capitalista» (Der Nationalsozialismus, Die Weltanschaung des 20 Jahrhunderts).
Todo lo descrito y relatado nos lleva a la conclusión de que nazi-fascismo y comunismo tienen una misma paternidad ideológica; es consustancial a ambas ideologías la misma perversión, aunque con distintos ropajes; son, al fin y al cabo, partícipes de idéntico veneno colectivista y totalitario, aunque utilicen una jerga diferente en cada caso. Fascismo y nazismo fueron versiones relativamente diferentes de un mismo pensamiento socialista y constituyeron regímenes estatalilstas y liberticidas casi idénticos.
Nunca se olvide que Hitler y Mussolini militaron en el socialismo antes de fundar sus propios partidos.
Marxistas y nazi-fascistas no se han contradicho en aquello que sus doctrinas tienen en común, en lo que coinciden fundamentalmente, y mucho menos en sus perversos, crueles y genocidas métodos.
Durante el pasado siglo XX, acontecieron sucesos que condujeron a una entusiasta colaboración entre ideologías aparentemente rivales, y que son especialmente sintomáticos, elocuentes: A modo de ejemplo, basta citar el pacto germano-soviético de 1939 entre Stalin y Hitler, que dejó las manos libres a la Alemania Nacionalsocialista para invadir Polonia y permitió a la Unión Soviética la anexión de Estonia, Letonia, Besarabia y el ataque a Finlandia.
Por todo lo expuesto debe rechazarse esa falsa antinomia que la propaganda marxista pretende imponer como cierta. La verdad irrefutable es que nazi-fascismo y comunismo son doctrinas aparentemente opuestas pero que, en realidad, resultan semejantes, afines, análogas.
Quien defiende los principios y valores propios de la Civilización Occidental debe de tener una clara y rotunda actitud antitotalitaria, anticolectivista, y -si se aspira a ser coherente y consecuente- debe uno definirse, tanto anticomunista como antinazifascista.
Nazi-fascismo y marxismo-leninismo son -tal como vengo exponiendo- las dos caras de la misma moneda, dos fauces de la misma fiera totalitaria y liberticida.
7 Comentarios. Dejar nuevo
Aunque le faltan matices y en general no comparto la postura, muy buen artículo en argumentario y redacción. Un saludo
El titulo del articulo es confuso y, lo peor, vomitivo! El Fascismo no promueve la subversion de las ideas sino el matenimiento de las tradiciones entre otras muchas cosas. El Marxismo, por el contrario, especialmente el marxismo cultural (porque del otro-leninismo- ya casi no queda) promueve la subversion de las ideas y el internacionalismo, El Fascismo es antiglobalismo y es nacional. Desafortunado post del Forum Libertas
Claramente comunista es entonces usted, porque desprestigia el artículo que está muy bien redactado. Y puede serlo, pero no tiene derecho a mentir, fascismo y comunismo, sino a los hechos me remito, son CRIMINALES (le enuncio unos cuantos países y lea su historia… Camboya, Corea del Norte, URSS, Cuba, Alemania, Chile, Italia, Angola…de ambos regímenes). También creo que debiera conocer a personas que hayan vivido bajo el yugo de la ex URSS, me temo que no será así, y si pone algún comentario de alguien que conoce no me lo creeré. El autor reitera que hay diferencias entre ambas vertientes, pero ambos, son igual de totalitarios y liberticidas (según la RAE liberticida es el… Que mata o destruye la libertad.). Puede manifestar que son distintos, porque es cierto, pero no puede decir que ambos regímenes no son totalitarios y liberticidas y que imponen un estado absoluto y represor.
Que magnífica colección de mentiras, medias verdades, citas falsas, citas sacadas de contexto, un artículo repulsivo, tendencioso y falto de toda credibilidad y que solo obtiene sustancia a raíz de decir lo que la audiencia quiere escuchar. Es un claro ejemplo del «populismo» libertatrio que intelectualmente debieran rechazar. Nada tienen que ver estas ideologías entre si, son diametralmente opuestas.
Muy buen artículo. Gracias
Comunismo y Nazismo son antagónicos. Hitler nunca perteneció a ningún partido socialista, lo que él promovía era el concepto de socialismo en una perspectiva difetente y superior, que nada tiene que ver con el soialismo utópico marxista. Su sentido amplio era la lucha por el bien común como bien social sobre el individualismo egoísta liberal. Combatió el capitalismo judío financiero y bursátil, y a las sociedades anónimas parásitos de las grandes multinacionales, que sin trabajar y especulando con títulos accionarios, empobrecen a los pueblos. El Estado controlaba los créditos para ayudar a las empresas a su emprendimiento e impidiendo que lo hicieran los bancos a través del crédito usurero y el abuso. El nazismo estimuló como ningún otro a las empresas modelo y se premiaba a las que cumplían con las políticas de auge real que el Estado fijaba. Como se ve la Alemania nazi llegó al primer nivel mundial de crecimiento sin pedirle ayuda a los bancos, cuyo crecimiento industrial y económico dejó a la Unión Soviética comunista y a Estados Unidos muy por debajo. Como he demostrado Comunismo y Nazismo son totalmente antagónicos , y el autor del artículo no supo lo que dijo.
Además en el comunismo el Estado desaparece, en el Nazismo vigila y cuida que se trabaje en relación a ley natural, y no se especule haciendo creer que se trabaja, se defienda y proteja el bien común. El individuo no vive solo, vive en sociedad tiene deberes con la Sociedad. El Estado cuida que el individuo progrese y avance en todas las disciplinas porque de esa manera contribuye al bien común. Lo que el Estado le prohibe es que haga lo que quiera y vea su propio bienestar, lo proteje cuando él crece y también contribuye a que la Nación progrese como lo han hecho los grandes héroes que para el bien común y de la nación han contribuido antes que el beneficio personal. Entre comunismo y nazismo no hay ninguna similitud. En el Nazismo el Estado como un buen padre de familia se preocupa de sus hijos, en el comunismo El Estado los abandona, como sucede en Venezuela, en que nadie crece y todos emigran a otros pueblos.