Era una tarde como cualquier otra. Desde paritorio avisaron de un nuevo ingreso que iba a recibir: una mujer que había perdido a su bebé a una edad gestacional temprana por incompetencia cervical y subía a mi planta para recuperarse.
Aparentemente no era nada nuevo para mí. En los últimos 6 años he atendido muchas veces a mujeres que han sufrido abortos espontáneos y, aunque cada caso sea doloroso e intente tratar a cada una con enorme cariño y comprensión, lo entiendo como algo normal y natural.
Al llegar mi paciente a planta leí en la nota de paritorio algo que había leído cientos de veces antes en cada parto atendido, pero de pronto sonó muy diferente: “nace varón vivo”. No me había parado a pensar que en la incompetencia cervical como en cualquier otro parto tan prematuro, el bebé que se pierde nace vivo antes de morir.
Sabía que había perdido el bebé, pero me impresionó pensar que un ser tan pequeñito, con una edad gestacional incompatible con la vida, hubiera nacido vivo para morir unos segundos después.
Recordé a tantos bebés que mueren en los vientres de sus madres con el mismo tiempo de embarazo que este, muchísimos de manera intencionada. Solamente en España y solamente en el 2022 fueron más de 98.000.
Después de este “varón vivo”, en mi equipo hemos atendido más casos como este. De fetos sanos que nacían mucho antes de tiempo. Tanto antes que es imposible sacarlos adelante y los hemos sostenido en las manos durante los segundos o a veces incluso minutos que tardaban en dejar de vivir. Y los hemos querido a todos. A algunos incluso les hemos puesto nombre. Hubo una a la que Belén decidió llamar María porque decía que era tan bonita que debía llamarse así.
¿Cómo va a dolerles tanta muerte si no han visto ni amado tanta vida?
Desde entonces he pensado mucho en la frase “ojos que no ven, corazón que no siente” en relación con el aborto. Claro, pensaba, los abortistas no han visto nunca la cara de nuestra María, no han visto lo preciosa que era su cara los segundos antes de morir. No han visto las caritas de esos 98.000. ¿Cómo va a dolerles tanta muerte si no han visto ni amado tanta vida?
De alguna manera, con esta idea he justificado durante años a nuestra generación sensible que siente más que razona. Que no es capaz de sufrir con estos niños porque no los vemos y porque se nos ha repetido muchas veces que estos bebés con vida, cara y nombre no son personas y nos lo hemos creído, porque sentir la verdad es demasiado doloroso, porque la sangre de más de 98.000 al año es demasiado peso para nuestras conciencias sensibles y preferimos no pensar en quienes no hemos visto. “Ojos que no ven, corazón que no siente”
Margaret Mead, antropóloga estadounidense, señala el cuidado como algo que nos distingue como humanos civilizados. Consideró que los restos de un antiguo fémur roto y reparado eran el primer signo de civilización, ya que a diferencia de otros animales hubo alguien que cuidó a quien se había roto la pierna. Esta semana me encuentro con la noticia de que en Michigan se ha firmado un proyecto de ley que permitiría el aborto por nacimiento parcial. Esto es matar al bebé que está naciendo antes de que sea alumbrado por completo con un método tan cruel y macabro que no hace falta mencionar. Y me doy cuenta de que para muchos se ha perdido tanto el norte que incluso cuando los ojos ven, el corazón no siente. Y me impresiona saber que a esta pérdida de civilización y humanidad se le llame progreso.
No me había parado a pensar que en la incompetencia cervical como en cualquier otro parto tan prematuro, el bebé que se pierde nace vivo antes de morir. Share on X
3 Comentarios. Dejar nuevo
Un artículo excelente. No creo haber leído nunca un texto sobre este asunto en el que se lo tratara de manera tan acertada, exacta, sensible y sin patetismos innecesarios. Sólo discrepo de la apreciación de Margaret Meadows, pues también los «incivilizados» y los animales cuidan a sus seres queridos, aunque no puedan hacerlo con tanta eficacia. En una ocasión pude personalmente y con inmensa sorpresa ver cómo una pareja de mirlos cuidaba con abnegación a su pichón muy seriamente enfermo y con toda evidencia sin posibilidades de sobrevivir. Por no hablar de las monas que durante días cargan con su bebé muerto intentando reanimarlo. La compasión y el afecto son anteriores a toda civilización, son parte de la naturaleza. El aborto es todo lo contrario, es resultado de una civilización que ha perdido el norte y que contradice a la propia naturaleza.
Muchas gracias, cada vez es más necesario explicar la belleza de la vida
Gracias por escribir de forma tan sencilla y clara. Estoy completamente de acuerdo. Aborto mata a los niños y a quienes contribuyen a realizarlo, de manera directa o indirecta. Los cristianos debemos seguir adelante para evitar que siga adelante este tremendo error, haciendo lo que esté en nuestras manos materialmente y lo que todo cristiano puede siempre:REZAR