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El «penúltimo día» del Papa Francisco

Iglesia

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La muerte del Papa Francisco marca el final de una era y el inicio de un legado. El 26 de mayo de 2021 en una audiencia general dio una catequesis titulada «La certeza de ser escuchados» 

Tras su fallecimiento, sus palabras cobran una fuerza nueva, como si hubiesen sido escritas para prepararnos, no solo para este momento de duelo, sino para el misterio de la vida y la fe.

¿Dios escucha? La gran pregunta del alma humana

Francisco comenzaba su catequesis con una pregunta que millones de personas se han hecho alguna vez: «¿Por qué Dios no responde a nuestras oraciones?».

Él no ofrecía respuestas fáciles ni recetas milagrosas. Al contrario, reconocía con honestidad el dolor de quien ha rezado por la salud de un ser querido, por el fin de una guerra, por una causa noble… y no ha recibido lo esperado.

Sin embargo, advertía del peligro de convertir la oración en un acto mágico, como si al orar obligáramos a Dios a actuar según nuestros deseos.

«La oración no es una varita mágica: es un diálogo con el Señor», decía. Y en ese diálogo, lo más importante no es cambiar a Dios, sino permitir que Él nos transforme.

El tiempo de Dios no es el nuestro

Una de las enseñanzas más importantes de esta catequesis fue sobre el «penúltimo día», una imagen con la que Francisco se refería al momento de mayor oscuridad, cuando parece que el mal ha vencido. «El mal es señor del penúltimo día», escribió. Pero también aseguró, con la convicción de quien ha caminado por noches largas: «El último día pertenece a Dios».

Estas palabras hoy cobran un nuevo significado. La muerte del Papa es apenas el penúltimo día. El último —ese que solo le pertenece a Dios— es donde se cumplen todas las promesas, todas las oraciones aparentemente ignoradas, todos los silencios que dolieron.

Francisco citaba en su reflexión el pasaje bíblico en que Jairo, un padre desesperado, busca a Jesús para sanar a su hija. Cuando la noticia de su muerte llega, Jesús le dice: «No temas; solamente ten fe».

Esa fe, decía el Papa, es la que sostiene la oración cuando todo parece perdido. Es una fe valiente, testaruda, como la de la mujer cananea que insistió hasta ser escuchada, o la de los amigos del paralítico que lo llevaron hasta los pies de Jesús.

Hoy, su vida entera puede verse como una oración tejida con esa fe. Francisco caminó entre las sombras del sufrimiento humano: las periferias, las cárceles, los hospitales, las guerras. Llevó consuelo, denunció la injusticia, abrazó a los descartados. Pero siempre con esa certeza silenciosa: Dios escucha, aunque no siempre responde como esperamos.

Orar con humildad, confiar hasta el final

En su catequesis, el Papa nos recordaba que la verdadera oración nace de la humildad: reconocer que no siempre sabemos qué es lo mejor. «Nosotros ni siquiera sabemos qué es conveniente pedir», decía, citando a San Pablo. Por eso, orar no es imponer, sino ofrecer. No es exigir, sino confiar.

Es posible no tener respuestas para todo, pero sí una confianza inquebrantable en el amor de Dios.

Francisco en uno de los últimos párrafos de su catequesis, escribió:

Muchas veces, el penúltimo día es muy feo, porque los sufrimientos humanos son feos. Pero el Señor está, y en el último día Él resuelve todo.»

Un mensaje que trasciende la muerte y se convierte en guía para todos los que seguimos caminando por el penúltimo día, esperando con fe el amanecer del último.

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