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La Cruz que abraza al mundo regalando esperanza: un especial monumento de Semana Santa 

Iglesia

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El Viernes Santo se convierte en el corazón palpitante del calendario cristiano. Es el día del silencio, del misterio, del dolor… pero también, y sobre todo, de la esperanza.

En la Parroquia de Santo Tomás de Villanueva, en Alcalá de Henares, este año 2025 —proclamado por el Papa «Año de la Esperanza»— el monumento del Jueves y Viernes Santo se ha convertido en un verdadero grito visual y espiritual que clama por esa esperanza que el mundo tanto necesita.

El monumento, reservado tradicionalmente para la adoración del Santísimo durante la noche del Jueves Santo, se presenta este año con una gran fuerza simbólica.

Presidido por una cruz majestuosa, no como emblema de derrota, sino como estandarte de vida, este espacio litúrgico ha sido diseñado para convertirse en un eco del clamor del mundo entero: «No podemos vivir sin esperanza.»

Una cruz que guarda el corazón del mundo

«Desde los cuatro puntos cardinales del mundo, toda la Tierra clama porque necesita esperanza» Esta frase encierra la disposición del monumento.

Alrededor de la cruz, una serie de elementos visuales evocan los dolores y clamores de la humanidad: silla de ruedas de ancianos, familias rotas, adicciones, símbolos de guerra, migración, enfermedad y soledad. Cada rincón del monumento parece gritar la misma súplica: «Necesitamos esperanza.»

La cruz es aquí un refugio, un seno que abraza el dolor del mundo.

En su centro, el corazón de Cristo se representa abierto y latiente, no como herida mortal, sino como puerta viva a la redención.

En ese corazón, en ese pequeño Sagrario, se guarda «nuestro tesoro, nuestra esperanza, Jesús vivo.»

Es esta figura, la Cruz, la que preside el monumento, desbordando una presencia silenciosa pero real, poderosa, firme: el mismo Cristo que fue entregado el Viernes Santo, hoy se nos regala como el que nunca deja de sostenernos.

Un monumento que da voz al sufrimiento del mundo

Lo más impactante del monumento de este año no es su belleza estética —que la tiene, con sobriedad y profundidad— sino su capacidad de ser espejo del alma colectiva de nuestra sociedad.

Necesitan esperanza los que viven en soledad, especialmente nuestros ancianos, tantas veces incluso abandonados por sus familias.

Necesitan esperanza los enfermos y tantas personas que tienen que recurrir a la medicación para superar su depresión o ansiedad.

Necesitan esperanza los que la buscan en tantas cosas que no se la pueden dar o lo que van buscando quizás es no pensar en sus problemas, buscando solución en el alcohol, en las drogas, en el juego.

Necesitan esperanza los que han perdido su dignidad porque otros se la han quitado en la trata de personas o de cualquier otro modo donde han usado a las personas.

Necesitan esperanza los que han perdido a sus seres queridos, los que no encuentran sentido a la vida porque la muerte ha llegado de modo inesperado y violento a su vida.

Necesitan esperanza aquellos que se esconden detrás de las pantallas viviendo una vida que no es real.

Necesitan esperanza aquellos que han sido maltratados de cualquier modo, aquellos que en su corazón, incluso un corazón inocente de niño, han sido maltratados por otros.

Necesitan esperanza aquellos que rechazan la vida desde su concepción misma.

Necesitan esperanza tantas familias que se ven rotas, tantos proyectos de amor que se ven frustrados.

Necesitan esperanza también todos aquellos que siguen luchando por sacar adelante su matrimonio, sus propias familias, en muchas dificultades en torno a la crianza y la educación de sus hijos.

Necesitan esperanza tantos lugares del mundo donde la guerra llega indiscriminadamente contra los inocentes.

Necesitan esperanza todos aquellos que sufren los horrores de la guerra, especialmente las víctimas más vulnerables, niños, ancianos, mujeres, enfermos.

Necesitan esperanza todos aquellos que la han perdido porque lo han perdido todo y se sienten descartados de la sociedad.

Necesitan esperanza aquellos que piensan que la muerte lo destruye todo y que no hay más vida.

Necesitan esperanza aquellos que se encuentran con las fronteras y las barreras de un mundo en el que lo esperaban todo y donde no son acogidos.

Necesita esperanza nuestro mundo.
Necesitamos esperanza en el corazón de cada uno de nosotros»

Los objetos, cuidadosamente elegidos, nos evocan a miradas vacías, vidas apagadas…

El eco de la Pasión: la esperanza que nace del sufrimiento

El Viernes Santo es la memoria viva del sacrificio de Cristo, pero también la confirmación de que ese sacrificio no fue en vano. A través del diseño del monumento, se establece un puente entre la Pasión de Jesús y las cruces actuales del mundo: violencia, pobreza, discriminación, aborto…

Necesitan esperanza los que han perdido a sus seres queridos… los que no encuentran sentido a la vida… los que han sido maltratados de cualquier modo, incluso un corazón inocente de niño.”

Frente a la cruz, esas heridas encuentran su sentido. No se trata de justificar el dolor, sino de mostrar que no estamos solos en él. Jesús mismo, colgado del madero, cargó con el sufrimiento de la humanidad entera. Y hoy, en esta parroquia de Alcalá de Henares, esa verdad se hace tangible, visible, casi palpable.

La esperanza no es un deseo, es una persona

El monumento de este año en Santo Tomás de Villanueva no se limita a una reflexión teológica o emocional. Es una proclamación.

El monumento no sólo representa la necesidad de esperanza, sino que ofrece la respuesta: Jesús vivo. Él es nuestra esperanza.

Por eso, aunque el monumento esté presidido por la cruz, no es un lugar de muerte, sino de promesa.

El Año de la Esperanza: más que un lema

En este contexto, el llamado «Año de la Esperanza» no es solo un eslogan litúrgico. Es un compromiso comunitario. La esperanza se construye, se ofrece y se comparte.

Y eso es exactamente lo que el monumento logra: ser lugar de encuentro, tanto con Dios como con uno mismo, y con los demás.

La esperanza cristiana no es evasión, sino encarnación. Una esperanza que se hace carne, que se deja tocar, que permanece junto al que sufre.

En una sociedad que grita por la búsqueda de sentido, este monumento nos recuerda que la cruz no es el final del camino. Que el mismo Cristo que murió, vive. Y que en su corazón caben todos los dolores del mundo… pero también todas sus esperanzas.

Puedes ver el vídeo aquí, a continuación:

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