No hay respuestas fáciles para los primeros años de la maternidad, cuando los niños son pequeños, no te da la vida y el hogar parece absorber toda la energía.
Pero no hay mayor gozo y razón de ser que descubrir la inmensa belleza de ser madre y con ello la riqueza que implica poner todos tus dones en la construcción de un hogar lleno de esperanza y vida.
Estás trayendo todo tu ser a la maternidad, usando tus mejores dones aquí, en tu hogar».
No hay nada más valioso en lo que puedas invertir tus talentos. Este descubrimiento no es un cambio instantáneo, no llega a a la vez que tu primer bebé junto con tus dudas y agobios, pero es real y posible.
La maternidad bien vivida te otorga una responsabilidad, una profunda gratitud y una consciencia profunda de don que te lleva a una transformación progresiva.
Estar aquí y ahora
Para construir un hogar uno de los cambios más necesario es reducir la distracción digital. Las redes sociales y la comparación constante con el mundo exterior muchas veces nos absorben gran parte de energía, paz mental y espiritual. Sobre todo por sentir que no estamos a la altura.
Es primordial desconectar de esas distracciones para conectar con lo más importante: nuestros hijos y nuestro hogar. Para amar de una manera más genuina.
El acto responsable de poner cuidado y atención en la propia familia es una forma de santificación. En la maternidad, esto se traduce en prestar atención a los hijos, a sus pequeños gestos, a sus juegos, a sus problemas, necesidades y descubrimientos.
Hay tareas del hogar que para muchos padres, pueden parecer agotadoras en su repetición, como poner lavadoras, hacer la comida de cada día, deberes… Esto es innegable. Pues verdaderamente se siente el cansancio y puede abrumarnos en numerosas ocasiones.
También es verdad que la maternidad y la vida familiar puede ser mucho más absorbente e intelectualmente desafiante de lo que una imaginaba. Pero, y aquí viene lo más importante, merece mucho la pena. Merece la pena tu agenda a reventar, tu cansancio, tu falta de tiempo, tus noches sin dormir, merece mucho la pena.
Construir un hogar no es solo limpiar, cocinar y organizar. Es crear un espacio donde grandes y pequeños aprenden a ser personas plenas, donde la vida tiene un ritmo propio lleno de esperanza y transcendencia, en definitiva, un lugar donde se hace presente el Reino de Dios.
Es una obra de arte en constante evolución, y poner todos nuestros dones en ello es el acto más grande que podemos realizar. La tentación existe, pero, repito, merece mucho la pena dar tu vida cada día por tu familia. ¿Por qué deseas escapar?
Quizás, sin la esperanza que te otorga la meta del cielo, la crianza se vuelve solo una carga. Y se desvela como simplemente agotadora.
Pero cuando se introduce en la ecuación la gratitud y la confianza en Dios, la maternidad, se convierte en algo radicalmente diferente.
No deja de ser cansada y desafiante, una locura desbordante, pero adquiere sentido. Pues se aprende a trabajar sin sueldo, sólo por amor, a encontrar la felicidad en lo mas insignificante y a contemplar y gozar de la genialidad de las pequeñas personas que te han sido regaladas.
En definitiva, que no te engañen, merece mucho la pena dar vida y dejarse la vida.
¡Qué tu hogar haga spoiler del cielo! ¡Qué sea un refugio para los tuyos y un cómplice de la belleza de estar vivo!