El próximo sábado 7 de junio a las 11:00 de la mañana, en la Plaza Murillo de Madrid, junto a la entrada del Jardín Botánico, frente al Paseo del Prado, se celebrará una concentración pacífica y abierta a todos los ciudadanos.
Simultáneamente, tendrán lugar actos semejantes en muchas otras ciudades de España.
El objetivo es claro: proteger a los menores frente a los peligros reales y constatados del uso indiscriminado de dispositivos digitales.
Esta convocatoria nace del corazón de familias, educadores, profesionales sanitarios, psicólogos, y ciudadanos de a pie.
No responde a colores políticos ni a plataformas ideológicas: responde a una preocupación compartida por la salud física, emocional, relacional y espiritual de los niños y adolescentes. Y esa preocupación se convierte en clamor público.
¿Por qué nos concentramos?
Nos concentramos porque la infancia se está viendo absorbida por una cultura digital sin frenos ni criterio, donde se normaliza la dependencia y se banaliza la atención y se distorsiona la percepción de la realidad desde edades cada vez más tempranas.
Nos concentramos porque vemos cómo los menores, a fuerza de exposición a redes sociales y pantallas, se alejan del juego, del asombro, de la conversación cara a cara y del cultivo de su mundo interior.
Las consecuencias están más que documentadas: aumento del insomnio, ansiedad, trastornos de conducta, dificultades para concentrarse, empobrecimiento del lenguaje y relaciones más frágiles. Y aún así, la sociedad sigue mirando a otro lado, como si esto fuera el precio inevitable del progreso.
Como ciudadanos responsables —y desde nuestra visión cristiana— no podemos aceptar que el desarrollo tecnológico avance destrozando la infancia.
¿Qué se pide?
Las peticiones que motivan esta movilización son claras, sensatas y profundamente humanas:
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Prohibir el acceso de los menores a las redes sociales. Porque la niñez necesita crecer en un entorno de relaciones reales, no condicionadas por algoritmos ni me gusta.
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Establecer una edad mínima legal para acceder a smartphones. No es prudente poner en manos de un niño una herramienta que supera con creces su madurez emocional y cognitiva.
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Aplicar una desescalada digital en todos los ciclos escolares. Educar en lo digital no es lo mismo que digitalizar la educación. Necesitamos formar personas, no usuarios pasivos.
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Formar sistemáticamente a familias, educadores y alumnos sobre los efectos de la digitalización. Porque solo con información clara y veraz se puede elegir libremente el bien.
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Limitar el tiempo de exposición a pantallas conforme a las recomendaciones médicas. La Asociación Española de Pediatría, entre otras instituciones, ha señalado límites razonables que no se están aplicando.
Por eso, el sábado 7 de junio a las 11:00h, en Plaza Murillo (Madrid) y en muchas otras ciudades, se alzará la voz por los más pequeños. Por quienes dependen de nuestra conciencia y nuestro valor. Por quienes merecen una infancia libre y real.
