La sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos, devolviendo la capacidad legislativa en materia de aborto a los Estados y negando que la Constitución de aquel país contemple el aborto como un derecho, es una profundización de la democracia y una limitación del “derecho creativo”, especializado en fabricar nuevos derechos y eliminar responsabilidades. Se trata, en definitiva, de una sentencia histórica de alcance mundial.
A escala española la gran manifestación del 26 junio en Madrid, constituye un nuevo y gran impulso para la construcción de la sociedad de la vida y el inicio del retroceso de un sistema que encuentra y se escuda en la muerte como pretendida solución a los problemas y dificultades humanas. La manifestación es importante, no solo porque congregó del orden de 25000 o 30000 personas, 10 veces más de las que reunió la manifestación anti OTAN (que prácticamente coincidía en fecha y se producía en un cercano lugar), sino porque su origen no vino precedido de una gran antelación, puesto que la decisión de convocarla se tomó a inicios de mayo. Movilizar a tantas personas, conseguir una organización y desarrollo de tanta gente en unos términos más que notables, señala que hay una base sólida donde construir la alternativa.
Pero, lógicamente, el camino ahora a recorrer exige la consolidación, primero, y la necesidad del acierto y la ampliación de la capacidad de convocatoria, después. Y esto significa un esfuerzo para definir el camino o, si se quieren otros términos, la estrategia. En este avanzar hay algunas cuestiones esenciales:
La capacidad del movimiento para superar las diferencias teológicas y morales, la necesidad de construir una coalición en pos de un objetivo cultural, y después político, como es poner fin al aborto legal, salvando casos extremos como el de riesgo grave o de muerte para la salud de la madre como fin, y en primer término limitarlo. La experiencia de Estados Unidos debe servirnos para entender que aplicarla en las condiciones concretas de nuestro país significa que, en primer término, lo que allí es una coalición interconfesional que mantiene diferencias teológicas pero que se ha unido en torno a la aplicación de los derechos humanos, aquí debe traducirse en dotar de cohesión a todo el gran grupo católico. En primer término, a los que mantienen una vinculación con la Iglesia, pero también a los católicos culturales y aquellos que declaran esta pertenencia religiosa aunque su práctica sea mínima. Esta es una gran base demográfica y solo con ella ya se debe avanzar, y mucho. Por tanto, es en este espacio donde hay que situar la prioridad, sin que ello signifique desdeñar la alianza con otras confesiones religiosas, conscientes que su incidencia social y política es mucho menor. Esta tarea se desarrolla en distintos niveles, y fundamentalmente se refiere a dos. Uno el relacionado con la fe. Y el otro, casi tan importante como el primero dado el estado en que se halla el pueblo de Dios, el que guarda relación con la defensa de los derechos humanos aplicados al caso del aborto. Asimismo, es determinante el trabajo sobre el clero y sus más altos representantes. No se puede ignorar que, ahora mismo, hay algunos altos prelados de la Iglesia católica que consideran que es suficiente con una declaración.
La segunda consideración tiene que ver con la perseverancia en mantener un alto nivel movilización a lo largo del tiempo, buscando siempre el ir a más, las líneas de avance y convirtiendo los fracasos en la identificación de nuevas formas de progresar. No hay que olvidar que Estados Unidos ha tardado 5 décadas en conseguir la situación actual.
Se trata de construir la alternativa cultural capaz de sustituir la actual hegemonía cultural y moral que presenta la muerte como solución. Esto obviamente tiene como centro el aborto y la acogida a la vida, y la eutanasia, pero va más allá de ellas en dos órdenes. Uno relacionado con la evidencia de que el sexo, o mejor dicho la satisfacción de la pulsión sexual, se ha convertido en un hiper bien y en el eje de las políticas públicas. El propio aborto y otras muchas leyes que se vienen produciendo, no se explican si no se atiende a esta primacía de la sexualidad. El otro orden a considerar es el de la dignidad de la vida, y esto tiene que ver obviamente con la cultura moral, y porque es indisociable de unas condiciones materiales de vida. Esta dimensión, que tiene escaso peso en la sociedad americana por su propia lógica interna, posee mucha más fuerza en una sociedad como la española, sobre todo en este período de crisis económicas acumuladas. Se trata de conseguir que la sociedad española esté mucho más cerca de los valores sexuales y de género propios de la cultura cristiana.
El lenguaje fundamental que debe utilizarse en todos estos planteamientos no es tanto el teológico como el lenguaje de los derechos humanos. Nos hemos de concebir, sobre todo, como defensores del derecho inalienable a la vida de una minoría indefensa: el ser humano engendrado, el que ha de nacer, el nasciturus.
Se trata de superar diferencias políticas. Entre otras cuestiones, la gran coalición por la sociedad de la vida, unirse en torno a ella, y ha de aceptar que en su seno puede haber diferencias políticas importantes, incluso tantas como las que puedan separar a un partidario como Vox de uno independentista, siempre y cuando lo prioritario para el movimiento sea defender la vida en todos sus aspectos y no quedar instrumentalizado por estrategias partidistas. Quien no está contra nosotros está con nosotros. Esta máxima evangélica debería ser un lema fundamental de la gran alianza. Tampoco hay razón para exigir pedigrís, ni carnets de larga trayectoria de servicio a la vida, como explica la parábola de los trabajadores que son llamados en momentos sucesivos del día a laborar en el campo del Señor, todos reciben la misma recompensa, todos poseen el mismo valor a nuestros ojos. No existen “puros”, ni arrepentidos, sino militantes ahora al servicio de la vida.
Algunas cuestiones son centrales en el camino a recorrer y han de situarse en el primer plano. Son los casos del derecho del nasciturus, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y todo el argumentario relacionado con los derechos humanos y los derechos fundamentales, que sobre ello puede construirse. También es básico el progreso registrado por las ciencia en neonatología y el conocimiento del desarrollo del embrión, como muestra el hecho de que quienes investigan sobre él, que no son militantes pro vida, terminen sus manipulaciones en el día 14 de vida, porque consideran que a partir de este punto existe ya configurados un conjunto genético que define un ser humano único e irrepetible. La comparación con las protecciones que existen en el ámbito de las especies animales no puede ser, y esto se entiende claramente que un huevo de urogallo, para situar un ejemplo, con independencia del tiempo de vida que posea, se encuentre más protegido que un embrión o un feto humano. La educación sobre la sexualidad responsable, la falta de ayudas y alternativas, el tiempo de reflexión y consejo real a quien desea abortar, el conocimiento público de la realidad fetal, la información de alcance sobre los riesgos del estrés postraumático que produce el aborto, la facilidad para adoptar, son otras cuestiones básicas.
El primer objetivo es reducir el aborto y construir una cultura de la responsabilidad sexual y de la vida, y proteger a la objeción de conciencia.
Es decisiva la penetración política, que tiene tres caminos: Vox, PP, y los partidos menores. Permear el PP, mostrar la fuerza del movimiento y el coste de negarla, dotarlos de argumentos, son tareas básicas, como lo son cuidar a los partidos menores más propicios.
En cuanto a la eutanasia el principal objetivo ahora es la lucha para garantizar cuidados paliativos para el 100% de la población, porque esta es la primera y principal barrera, así como asegurar y proteger la objeción de conciencia.